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– Van hacia nuestra tienda de campaña -susurró Anatoli-. Perdóname, Yuri -y, extendiéndome su mano, agregó-: he sido un pobre idiota todo el tiempo.

No quise celebrar mi victoria.

– Esto no es una nube -continuó él pensativo, sopesando ciertas ideas que le inquietaban-, o sea, no es la condensación ordinaria del vapor de agua. No está constituido de gotas ni de cristales; por lo menos, a primera vista. Además, ¿por qué se sostiene tan cerca de la tierra y tiene un color tan raro? ¿Acaso es un gas? Lo dudo. Tampoco es polvo. Si hubiésemos tenido un avión, yo habría intentado tomar una muestra.

– Si te hubiesen dejado aproximar -señalé, recordando el obstáculo invisible y mis intentos por atravesarlo, llevando conmigo la cámara de filmar-. Esa "nube" presiona hacia abajo, como en los virajes cerrados. Y hasta con más fuerza. A la sazón, yo creía que mis botas eran magnéticas.

– ¿Crees que es algo animado?

– Es muy probable.

– ¿Crees que es un ser vivo?

– Es difícil aseverarlo. Podría ser una sustancia -recordé mi conversación con mi doble y agregué-: es probable que sea una sustancia controlada.

– ¿Cómo?

– Debes saberlo mejor que yo: eres meteorólogo.

– Pero, ¿tienes la convicción de que esto guarda relación con la meteorología?

No respondí. Y cuando regresamos a la cabina, Anatoli expresó una idea completamente descabellada:

– ¿No podrían ser habitantes del continente polar desconocidos para la ciencia?

– Brillante idea -le dije-. Tiene el espíritu de Conan Doyle. Exploradores valientes descubren un mundo perdido en la meseta antártica. ¿Y quién es Lord Roxton? ¿Tú?

– No digas sandeces. Propón tu hipótesis, si acaso la tienes.

Yo, ofendido, expuse la primera cosa que me vino a la mente:

– Yo diría que es más bien un aparato cibernético.

– ¿De dónde?

– ¡Oh! De Europa o de los Estados Unidos. Alguien lo inventó y ahora lo está probando aquí.

– Pero, ¿con qué propósito?

– Digamos que con el propósito de utilizarlo a modo de excavadora, ya sea para extraer tierras como para levantar cargas pesadas. La "Jarkovchanka" era un objetivo ideal para el experimento. Esa es la razón por la cual ellos la sacaron de la grieta.

– Pero, ¿qué sentido tiene la duplicación?

– Tal vez emplearon ciertos ingeniosos mecanismos desconocidos por nosotros para la reproducción de cualquier estructura atómica, tanto albuminoidea como cristalina.

– Sí, pero, ¿cuál es el propósito? ¿Cuál es la idea? Yo no comprendo…

– De acuerdo con los datos de Baudouin, un cerebro no muy desarrollado es capaz de comprender cerca del 75 por ciento de lo que comprendería una persona normal. Te dejaré comparar y pensar; yo esperaré. Existe además otro elemento fundamental de la hipótesis.

Anatoli estaba tan ansioso de comprenderlo todo, que se tragó sumiso todos los tantos por ciento de Baudouin.

– Me rindo -dijo-. ¿Cuál es ese elemento?

– La duplicación -afirmé-. Cuando hablabas del autohipnotismo, estabas en el camino de la verdad; pero sólo en el camino, pues la verdad se encontraba en dirección opuesta a la tuya y en otra ruta. Esto no es autohipnotismo, sino intervención en el proceso de información. No hubo, en realidad, ningún doble, no existió la segunda máquina ni el segundo Anojin, tampoco fue real la duplicación de mis cosas: mi cazadora y mi cámara de filmar. No. Lo único que ocurrió fue que la "nube" reestructuró mi psiquis y creó una percepción dualizada del mundo. Y como resultado, el desdoblamiento de la personalidad y el hundimiento en un estado crepuscular del alma.

– A pesar de todo, tu hipótesis carece de lo más importante: no aclara la naturaleza físico-química de estos aparatos, no explica su base técnica ni el objeto para el cual fueron creados y son utilizados.

Llamar hipótesis a mi disparate, era posible sólo en un estado de delirium tremens. La inventé apresurado, como un juego, y persistí en su desarrollo por testarudez. Yo mismo comprendía muy bien que ésta no aclaraba nada y, esencialmente, no respondía a la pregunta por qué era necesario destruir los dobles que existieron sólo en mi mente e impedir que yo me acercara al misterioso laboratorio. Todo dependía ahora de la revelación de la película. Si el ojo de la cámara filmó lo mismo que vi yo, entonces la hipótesis mía no sería más que una broma pueril.

– Boris Arkádievich, necesitamos su ayuda -imploró Anatoli.

– ¿Para qué? -preguntó a su vez Zernov, que a primera vista parecía no escuchar nuestra conversación-. Anojin posee una gran imaginación; ésta es una cualidad maravillosa, tanto para un pintor, como para un científico.

– El ha expuesto ya su hipótesis.

– Cualquier hipótesis requiere verificación.

– Pero toda hipótesis tiene un límite de probabilidad real.

– El límite de la de Anojin -afirmó Zernov- está en el estado del hielo en esta región. Esa hipótesis no puede aclarar por qué y para qué son necesarias decenas o, quizás, centenas de kilómetros cúbicos de hielo.

Nosotros no comprendimos el pensamiento de Zernov y éste, al notarlo, se dispuso a explicárnoslo paciente y condescendientemente:

– Aún antes del accidente, llamé su atención sobre el perfil impecable de la pared de hielo que no se sabe de dónde surge ni hasta dónde se extiende. Me pareció que era un corte artificial. Y debajo de nuestras plantas el corte era también artificial. Noté a la sazón la insignificante densidad y grosor de su capa de nieve. Yo no puedo apartar de mi cabeza el pensamiento de que a unos kilómetros de aquí pueda encontrarse una pared similar y paralela a la nuestra. Esto es sólo una conjetura, por supuesto. Pero si esto es cierto, ¿qué clase de fuerza pudo haber extraído y transportado esta mole de hielo? ¿Una nube? Tal vez. Después de todo, desconocemos sus capacidades. ¿Pero de origen americano o europeo? -se encogió de hombros-. Entonces, dígame, Anojin, ¿para qué extrajeron esos millones de toneladas de hielo y dónde las transportaron?

– Pero, ¿hubo excavación, Boris Arkádievich? Según usted opina, hay dos bordes en la capa extraída.

– ¿Por qué? -inquirí yo-. ¿Dónde están los cortes transversales? Además es más natural hacer la excavación en forma de cráter.

– Así es, si no se tiene en cuenta el tránsito a través del continente. Aparentemente ellos no quisieron obstaculizar este tránsito. ¿Por qué? Aún es prematuro hacer conclusiones, pero yo pienso que ellos no nos son hostiles; por el contrario, tratan de ser amigos. Además, ¿para quién es más natural excavar el hielo precisamente de esta forma y no de otra? ¿Para nosotros? Nosotros hubiéramos colocado barreras protectoras alrededor del sitio, indicadores de dirección e instrucciones, y se lo habríamos comunicado a todos por la radio. Pero suponga usted que ellos no pudieron ni quisieron hacerlo.

– ¿Quiénes son "ellos"?

– Yo no estoy formulando hipótesis -repuso fríamente Zernov.

Capítulo 5 – Letargo sin sueños

En el pequeño recorrido hasta la tienda de campaña tomé conmigo la cámara de filmar, pero la "nube" no apareció. En nuestro consejo de guerra decidimos regresar de nuevo al cruzanieves, hacer las reparaciones necesarias y continuar nuestro viaje. Justamente antes de nuestra "conferencia", conecté a Zernov con Mirni y recibimos el permiso para seguir investigando las "nubes" rosadas. Zernov informó en breves palabras sobre el accidente, mencionó las "nubes" que nosotros habíamos visto y la película filmada por mí. Pero no dijo nada sobre los dobles y otros misterios. "Es demasiado temprano para hacerlo" me dijo.