La joven señora Farrington asintió.
– Sí, pero ahora me pregunto si sus cartas, que siempre me parecieron tan dulces y encantadoras, no serían como sus palabras, cordiales pero carentes de sentimientos sinceros. Ni siquiera sé si las escribió ella misma o si sólo las dictó.
Holmes, en su asiento, se inclinó hacia delante y el tono de su voz se volvió algo impaciente.
– Mi querida señora Farrington, me doy perfecta cuenta de que la reunión con su tía abuela fue decepcionante, entristecedora, y que incluso bordeó lo trágico. Pero seguramente no es esto lo que la ha traído aquí.
– ¡Cielos, no, señor Holmes! Sólo precedió al suceso que tanto me asustó. Y ahora que usted conoce las circunstancias, puedo explicarle el resto. -Se inclinó ligeramente hacia adelante, y su expresión se volvió más impaciente y preocupada-. Sucedió la primera noche de nuestra estancia allí. La cena había sido muy tensa para todos, aunque Jeremy intentó animarla iniciando una conversación. Había ido a visitarle un amigo suyo, un tal Lester Thorn, que nos hizo varias preguntas sobre la India, a las cuales respondimos. Pero lady Penélope pidió ser llevada a su habitación casi inmediatamente después de cenar, y mi marido y yo nos retiramos una hora después.
»Aquella noche no hubo tormenta. De hecho, el tiempo parecía estar despejándose. Pero no pude dormir, no sé si por estar en una casa extraña, o por estar demasiado cansada de nuestro viaje. O quizá sólo fuera el incómodo estado de las cosas con que nos habíamos encontrado, pero el caso es que me pasé horas dando vueltas en la cama. Mi querido esposo, Dios le bendiga, estaba profundamente dormido, obteniendo el descanso que tanto necesitaba, pero yo estaba completamente despierta.
»Por fin, a la una de la madrugada, no pude soportarlo más. Me levanté, me puse la bata y las zapatillas y dejé nuestro cuarto lo más silenciosamente que pude. Bajé las escaleras, llevando una vela conmigo para poder ver por dónde iba, y me dirigí al pasillo principal con la intención de llegar a la cocina. Pensé que un poco de leche caliente podría ayudarme a dormir. No pensaba despertar al ama de llaves, ¿sabe? Me lo habría preparado yo sola encantada. Pero nunca llegué allí.
– ¿Qué pasó? -preguntó Holmes.
Grace Farrington palideció visiblemente al recordarlo.
– El pasillo estaba desierto, como era de esperar a esa hora. Pero una de las puertas, a medio camino del largo pasillo, estaba abierta. Una débil luz llenaba el suelo ante él y, a medida que me acercaba a ella, estuve segura de oír extraños sonidos en su interior.
»Continué caminando en silencio, acercándome cada vez más a la puerta abierta. Cuando llegué a ella, vi dos pequeños objetos en el suelo del pasillo, a unas pulgadas del umbral. Me detuve para recogerlo, y la luz de mi vela me dijo lo que eran. Uno era un guante de señora, extrañamente manchado, con pequeñas iniciales bordadas cerca de la muñeca. El otro era un sonajero de bebé. Hizo un pequeño ruido cuando lo recogí. Francamente, señor Holmes, eso me dejó desconcertada, ya que sabía que lady Penélope no tenía hijos y en sus cartas nunca me había mencionado la presencia de niños en la casa.
»Fue entonces cuando un repentino soplo de aire apagó mi vela, sobresaltándome continuó la joven-. Me incorporé bruscamente y me encontré mirando a la habitación ante cuyo umbral estaba. Aunque mi vela se había apagado, no tuve ningún problema para ver lo que había en esa terrible habitación. No había ninguna lámpara encendida, de eso estoy segura. Pero una luz extraña, fría y fantasmal, parecía llenar el lugar. No con luminosidad, sino con un fulgor espectral y ultraterreno.
»Como ya le dije antes, no creo en fantasmas, ¡pero en aquel momento estuve dispuesta a creer en ellos! Ojos brillantes me miraban desde docenas de distintos lugares de la habitación, algunos a bastante altura. Espectros fantasmales parecían agitarse y moverse en aquel escalofriante brillo como si estuviera viviendo un sueño. Allí también había algo más. En una silla había algo, no sabría decir si humano o no, agarrado a una especie de red que lo tenía confinado. ¡Fue realmente horrible!
– ¡Dios mío! -exclamé involuntariamente, atrapado en la vivida narración de Grace Farrington. Pero contuve mi lengua cuando Holmes me clavó una mirada irritada.
– Prosiga, mi querida señora -dijo simplemente-. Tiene nuestra cautivada mención.
– Le confieso libremente, señor Holmes, que en toda mi vida me había sentido tan asustada. Solté inmediatamente el sonajero y el guante, di media vuelta y eché a correr. Lo hice tan bruscamente que perdí una de mis zapatillas en el umbral, pero no me atreví a pararme para recogerla. Subí las escaleras corriendo, tropezando más de una vez en la oscuridad, y encontré el camino de vuelta a nuestro cuarto.
»Cuando llegué a nuestra cama estaba sin aliento, e insegura sobre lo que hacer. Pero no podía soportar quedarme a solas con el miedo, así que desperté a mi marido. Le conté lo que había visto en la habitación cuando estuve segura de que estaba lo bastante despejado para entenderme. Me abrazó e intentó calmarme.
»-Vamos, vamos -me dijo-, no tiembles así. Estoy seguro de que no hay nada de lo que asustarse. Sólo ha sido un mal sueño, nada más.
»-¡Pero si no estaba dormida, James! -insistí-. ¿Cómo podía haber estado soñando?
»No pensaba dejar que me disuadiera de lo que creía haber visto, así que, finalmente, mi marido se puso una bata y cogió su bastón. Encendió una pequeña linterna que cogió de la repisa que había junto a la cama y me acompañó abajo. Créame si le digo que no tenía ningún deseo de volver a encontrarme con esa espantosa habitación, ni siquiera con mi valiente marido a mi lado, pero estaba decidida a probar mi cordura.
»La puerta de la habitación seguía abierta cuando llegamos al pasillo, y mi zapatilla seguía en el suelo, allí donde la había perdido. Como supondrá, me mantuve muy cerca de mi marido mientras nos aproximábamos al umbral. Para mi sorpresa, habían desaparecido el sonajero y el guante. Estoy segura de haberlos soltado en el pasillo, pero ninguna de las dos cosas estaba allí.
»¡Más sorprendente aún fue lo que encontramos dentro de la habitación! Nuestra linterna la iluminaba muy bien. La habitación era un gran salón de techo alto, muy espacioso, con mesas y sillas y espléndidos cuadros en las paredes. En resumen, no se parecía en nada a lo que había visto momentos antes. Habían desaparecido todos los demonios y los ojos amenazadores, los monstruos y el brillo ultraterreno. El mobiliario se alzaba inocentemente donde antes no había nada. Había flores en jarrones de cristal y aparadores. Una preciosa alfombra árabe cubría el suelo.
»Mi sorpresa se convirtió en desazón, señor Holmes. Lo que veían los escépticos ojos de mi marido me convertía en una mentirosa. Nada había que pudiera dar sustancia a mi historia. ¡Nada! Y, para empeorar las cosas, oímos los pasos de Jeremy bajando la escalera, uniéndose a nosotros en el pasillo.
»-¿Sucede alguna cosa, prima? -preguntó Jeremy, frotándose los ojos.
»-Estoy seguro de que nada -le dijo James-. Parece que mi mujer ha tenido un mal sueño. Nada más.
»-¿Un mal sueño? -repuso Jeremy.
»Yo seguía desconcertada, mirando todavía a la habitación.
»Pero…, pero… estoy segura de haber visto algo terrible…, horrible. Estoy segura. Después de todo aquí está mi zapatilla. ¿Cómo puede explicarse eso?
»-Tal vez sea sonambulismo -sugirió Jeremy-. Tengo una hermana que suele salir a caminar en medio de la noche, y…
»-¡No!-interrumpí recuperando mi sentido de la certidumbre-. No, no estaba soñando. Quizá fue la siguiente habitación.
»Sin vergüenza alguna, corrí hasta la siguiente puerta del pasillo y la abrí. Pero sólo era una especie de cuarto del servicio, una habitación muy pequeña. La siguiente puerta era la del comedor. Comprobé todas las puertas de ese lado del pasillo, pero sin resultado. Nunca me sentí más estúpida.