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– Basta.

El Matilda no se dirigía hacia el norte emulando al Zorro, sino al sur, y siguiendo una pista falsa. A su mente acudió la idea de «Plantar un faro»

– Plantar un faro. Un truco de saqueadores consistente en atar un fanal a un caballete y acortar una de sus patas de modo que al arrastrarse se balancee igual que un barco y pueda atraer a los barcos a la costa.

El ojo de la tormenta se cerró y las rompientes resonaron en los oídos de Holmes. Holmes se dirigió al capitán.

– ¡La linterna es un truco de saqueadores! ¡Desvíese!

El capitán apartó a Holmes con un juramento y gritó al maestre para que encadenase al marinero de agua dulce.

Que así sea. Dejaría que el capitán loco y toda su maldita tripulación se enfrentara a su destino. Holmes propinó al maestre un golpe baritsu que noqueó al bruto. Luego, cogió el cuchillo y el pasador del maestre. El pasador mantuvo alejados a los marineros poco voluntariosos que le azuzó el capitán, mientras empleaba el cuchillo para soltar un bote y dejarlo caer al mar. Holmes saltó sobre la borda con el cuchillo entre los dientes, cayó en el bote y se incorporó. Cuando se separaba del Matilda con un remo, empapado, temblando y preguntándose por dónde quedaría Marsella y cuán lejos, le pareció oír la risa de Moriarty. Holmes se quedó inmóvil. Algo blanco y húmedo cayó sobre él.

– Te han engañado -se dijo.

Pero incluso entonces se daba cuenta de que se equivocaba. La húmeda blancura era un trozo de tela desgarrado del mascarón.

Miró hacia arriba, horrorizado. El mascarón de proa no era una proa tallada sino una mujer viva atada al caperol.

Irene Adler.

Holmes se cogió a la cadena del ancla, ató el bote a la cadena, y subió por el pescante. Desde allí alcanzaba a cortar las ataduras de la mujer. Los ojos de ella estaban cerrados y estaba terriblemente fría e inmóvil, pero le pareció que respiraba. La bajó al bote, luego saltó él, a continuación, empujó para separarse del bergantín. Frotó nerviosamente las manos de la mujer, y la llamó por su nombre. Ella gimió cuando ya empezaba a perder las esperanzas, abrió los ojos, le reconoció y sonrió. Los relumbrones de los relámpagos le revelaron los dientes perfectos de una cantante: al expulsar el aire con fuerza había limpiado sus dientes de partículas de comida mucho mejor que el pájaro de un cocodrilo.

Pasaron la noche abrazados y despertaron para encontrarse solos en el mar y navegando a la deriva hacia una isla tropical. Una vez en la playa, encontraron árboles del pan y un riachuelo de agua fresca. Ella le tocó las heridas cuando él tocó las de ella. Allí podrían curarse mutuamente. Sería fácil olvidarse, no solo de Marsella (que, naturalmente, sólo era una pista falsa), sino del mundo.

Holmes miró a Irene a los ojos y se dio cuenta de que también ella lo deseaba.

No. Debía ser fuerte. Moriarty estaba utilizando las artes de Circe. Mientras Holmes retozaba en la fantasía, el mundo real seguía adelante, inexorable.

Holmes marcó el lugar con una imagen de sí mismo, Que besó a la doncella en afligido estado, entonces se apartó de Irene e invocó, Que despertó al sacerdote afeitado y tonsurado.

Y se encontró caminando torpemente sobre sus pies de mar junto al sacerdote con sobrepelliza, entrando en El Águila y pisando su oscilante suelo. Los parroquianos se habían ido, pero el hombre zarrapastroso roncaba en la silla de Holmes.

El cantinero sacó un reloj de oro de debajo de su mandil. Lo abrió y lo cerró de golpe.

– Es la hora, caballeros.

Holmes sintió un escalofrío de comprensión. El tiempo. El tiempo estaba detrás de todas las cosas. El tiempo estaba ante todas las cosas. El tiempo estaba en todas las cosas.

Que tenía un gallo que cantó cuando hubo alboreado. Holmes volvió a estar ante el gabinete. Volvió a atravesar la cortina y a enfrentarse a las dos puertas.

Tap.

Ahora no había error posible. El sonido provenía de la puerta que no había elegido.

Holmes giró el pomo de la puerta. Cerrada. Oyó un jadeo, y luego un ligero movimiento al otro lado. Se dispuso a derribar la puerta. Pero antes la fijaría.

Que ordeñó a la vaca del cuerno doblado.

Holmes convocó una vaca Ayrshire, con sus particulares cuernos largos y curva dos hacia afuera, hacia arriba y hacia atrás, y la hizo ciega de un ojo para explicar por qué el cuerno de ese lado había chocado con un pilar de piedra. El animal movió la cola para espantar una mosca.

El idiot savant intervino:

– «Cuatro espectadores rígidos, cuatro personajes irritados, dos mirones, dos truhanes, y una campana.»

Holmes miró la atareada cola de la vaca que se movía como el badajo de una campana. Estaba enviando un mensaje en morse.

– En el morse de señales, los movimientos a la derecha son puntos, los movimientos a la izquierda rayas, y los movimientos hacia delante son fin de palabra.

HUYE CUANTO ANTES. SE HA DESCUBIERTO TODO.

Era obra de Moriarty. Holmes no se movió. Mejor dicho, dio dos pasos hacia atrás, para lanzarse mejor contra la puerta.

Cuando se lanzó contra ella, divisó el tobillo de una mujer que desaparecía por una puerta en la pared del fondo. La puerta se cerró de un portazo y, a continuación, se oyó el ruido de una llave girando en la cerradura.

Holmes se encontró en un estudio, con estantes y más estantes llenos de carpetas cerradas con cintas rojas y un tembloroso escritorio de caobo. Corrección: caoba. El escritorio dejó de temblar. Sobre él había una máquina de escribir y un bolso de piel de cocodrilo. ¿Habría sido Irene Adler quien escribía en ella? Aunque no lo fuera, pertenecía a ese admirable tipo de mujer moderna que quiere alcanzar su independencia entrando en el mundo del trabajo haciendo de esa labor una profesión.

Porque era una profesional, a juzgar por la limpieza de lo tecleado en el papel que seguía en el rodillo de la máquina, sin tener que buscar las teclas lenta y trabajosamente para pulsarlas después. Había espaciado deliberadamente las pulsaciones para que los sonidos no parecieran los del mecanografiado. Era eso, o que la percepción de Holmes del tiempo estaba desincronizada.

Rápido o lento, el tiempo tenía un ahora. Ahora leyó el mensaje en la hoja de papel de la máquina.

CHAIN:INGOT::LINK:SPUR[CADENA:LINGOTE::ESLABÓN:ESPUELA], De momento, la relación desafiaba toda racionalización. Quitó el papel del carro. Había tres manchas pequeñas en la página como pequeñas huellas de pezuñas: zorro. El juego había empezado de verdad. Examinadas más de cerca, las manchas resultaron ser sorprendentemente regulares:

– “Soy el zorro Renard jugando a las tres en raya…” La clave del porquerizo, conocida también como la clave de los francmasones, sitúa las letras del alfabeto en compartimentos de una figura formada por dos líneas verticales atravesadas por dos líneas horizontales. De este modo:

Por lo que

es FOX [zorro].

Debía haber más papel en el escritorio, con manchas que correspondieran a otros mensajes. No, Moriarty procuraría enmarañarle en el descifrado. Holmes debía mirar a la luz.

Levantó el papel a la luz que se reflejaba débilmente en las losetas de mármol del techo. Buscó la marca de agua: era, apropiadamente, un faro.

– Ma Я co bien y tendré más; Siete veces, y siete veces cuatro.

Holmes reprendió mentalmente al idiot savant.

– Cuidado con las e Я es y las e Я es.

– R es la littera Canina, la letra del perro, debido a que representa el sonido del gruñido. Marcos 7:28 es «y ella respondió y dijo, sí, mi señor, pero los perros se comen las migajas de los niños que caen bajo la mesa». La Я es una letra rusa con un sonido semejante al de ya. Ma Я K es la palabra rusa que designa a un faro.