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– De acuerdo, -dijo Morelli-, te creo. Es un extraterrestre. -Morelli me arrastró apretándome contra él, y me besó. Y se marchó.

– Entonces, -dijo Diesel, cuando volví a la cocina-. ¿Cómo fue eso?

– No creo que me creyera.

– ¡Estás de broma! Vas por ahí diciéndole a las personas que soy un extraterrestre y finalmente van a internarte en un manicomio. Y sólo para que conste, no soy un extraterrestre. Y no soy un fantasma.

– ¿Vampiro?

– Un vampiro no puede entrar en una casa sin invitación.

– Esto es demasiado extraño.

– No es tan extraño, -dijo Diesel-. Puedo hacer algunas cosas que la mayor parte de las personas no pueden. No hagas más de ello de lo que es.

– ¡No sé lo que es!

La sonrisa de Diesel volvió.

* * * * *

Exactamente a las seis nos sentamos a la mesa.

– Esto no es agradable, -dijo la Abuela-. Parece una fiesta.

– Estoy aplastada, -dijo Mary Alice-. A los caballos no les gusta cuando están aplastados. Hay demasiadas personas en esta mesa.

– Tengo espacio, -dijo Albert Kloughn-. Puedo allegar mi tenedor y todo lo demás.

Mi padre ya tenía la lasaña en su plato. Mi padre siempre era servido primero con la esperanza de que él estaría ocupado con la comida y no saltaría y estrangularía a la Abuela Mazur.

– ¿Dónde está la salsa? -él preguntó-. ¿Dónde está la salsa extra?

Angie con cuidado le pasó la salsera con la [4]salsa marinara adicional a Mary Alice. A Mary Alice le dio mucho trabajo lograr poner sus cascos alrededor de la salsera, ésta se tambaleó en el aire y luego se estrelló en la mesa, soltando una ola gigante de salsa de tomate. La Abuela se lanzó a través de la mesa para agarrar la salsera, atropelló un candelabro y el mantel se encendió. Ésta no era la primera vez que había pasado.

– ¡Madre Mía! Fuego, -gritó Kloughn-. Fuego. ¡Fuego! ¡Vamos todos a morir!

Mi papá miró hacia arriba brevemente, negó con la cabeza como si no pudiera creer que ésta realmente fuera su vida, y volvió a cavar en su lasaña. Mi madre se santiguó. Y yo vertí una jarra de agua helada en medio de la mesa, poniéndole fin al fuego.

Diesel sonrió abiertamente.

– Amo esta familia. Realmente adoro esta familia.

– En verdad no pensé que íbamos a morir, -dijo Kloughn.

– Ten otra rebanada de lasaña, -dijo mi madre a Valerie-. Mírate, eres un costal de huesos.

– Eso es porque vomita cuando come, -dijo la Abuela.

– Tengo un virus, -dijo Valerie-. Me pongo nerviosa.

– Tal vez estás embarazada, -dijo la Abuela-. Quizás tienes náuseas matutinas todo el día. -Kloughn se puso pálido y cayó de su silla. Y se estrelló en el suelo.

La Abuela lo miró hacia abajo.

– Ya no hacen a los hombres como antes.

Valerie se llevó la mano a la boca y salió del cuarto, subiendo al cuarto de baño.

– Santa María Madre de Dios, -dijo mi madre.

Kloughn abrió los ojos.

– ¿Qué pasó?

– Te desmayaste, -dijo la Abuela-. Caíste como un saco de arena.

Diesel saltó de su silla y ayudó a Kloughn a levantarse.

– Bien hecho, semental, -dijo Diesel.

– Gracias, -dijo Kloughn-. Soy muy viril. Es típico de la familia.

– Estoy cansada de estar sentada, -dijo Mary Alice-. Necesito galopar.

– No galoparás, -gritó mi madre a Mary Alice-. No eres un caballo. Eres una niña, y actuarás como una o te irás a tu cuarto.

Nos quedamos aturdidos porque mi madre nunca gritaba. Y aún más espantoso, mi madre (habiendo pasado su tiempo conmigo, el cadete espacial original) nunca le dio demasiada importancia al asunto del caballo.

Hubo un momento de silencio y luego Mary Alice comenzó a chillar. Tenía los ojos apretados y la boca abierta de par en par. Su cara estaba roja y manchada y las lágrimas goteaban de sus mejillas a su camisa.

– Cristo, -dijo mi padre-. Alguien haga algo.

– Oye, niña, -dijo Diesel a Mary Alice-, ¿qué quieres este año para Navidad?

Mary Alice trató de dejar de llorar pero sorbía e hipaba. Se restregó las lágrimas de la cara y se limpió la nariz con el dorso de su mano.

– No quiero nada para la Navidad. Odio la Navidad. La Navidad es una porquería.

– Debe haber algo que quieras, -dijo la Abuela.

Mary Alice empujó su comida alrededor del plato con el tenedor.

– No hay nada. Y sé que no existe Santa Claus, además. Es sólo un gran fraude.

Nadie tuvo una respuesta inmediata. Nos había cogido por sorpresa. No había Santa Claus. ¿Cuán malo era eso?

Diesel finalmente se apoyó hacia adelante en sus codos y miró a través de la mesa a Mary Alice.

– Esta es la forma en que yo lo veo, Mary Alice. No puedo decir de seguro si hay realmente un Santa Claus, pero creo que es entretenido fingirlo. La verdad es que todos tenemos la opción de hacerlo, y podemos creer en lo que queramos.

– Creo que eres una porquería, también, -dijo Mary Alice a Diesel.

Diesel deslizó su brazo a través de mis hombros y se inclinó acercándose, con su aliento caliente contra mi oreja.

– Fuiste lista al elegir un hámster, -dijo.

Valerie volvió al comedor a tiempo para el postre.

– Es una alergia, -dijo-. Creo que soy intolerante a la lactosa.

– Chica, eso es una vergüenza, -dijo la Abuela-.Tenemos pastel de piña para esta noche, y tiene mucha crema chantilly.

Gotas de sudor aparecieron en el labio superior de Valerie y en la frente, y Valerie volvió corriendo arriba.

– Es gracioso cómo vienen estas cosas, -dijo la Abuela-. Nunca antes fue intolerante a la lactosa. Debe haberlo agarrado en California.

– Voy a buscar algunas galletas a la cocina, -dijo mi madre.

Fui detrás de ella y la encontré zurrándose un vaso de [5]Four Roses.

Ella brincó cuando me vio.

– Me asustaste, -dijo.

– Vine para ayudarte con las galletas.

– Sólo tomaba un sorbo. -Un estremecimiento corrió por mi madre-. Es Navidad, sabes.

Este era un sorbo del tamaño de un [6]Trago Grande.

– Tal vez Valerie no está embarazada, -dije.

Mi madre redujo drásticamente el Trago Grande, se santiguó, y volvió al comedor con las galletas.

– ¿Así que, -dijo la Abuela a Kloughn-, haces galletas de Navidad en tu casa? ¿Ya pusiste tu árbol?

– Actualmente no tenemos un árbol, -dijo Kloughn-. Somos judíos.

Todos dejaron de comer, hasta mi padre.

– No pareces judío, -dijo la Abuela-. No llevas puesto una de esas gorras.

Kloughn puso los ojos en blanco como si buscase su cachucha perdida, visiblemente sin poder hablar, quizá todavía el oxígeno no conseguía llegar totalmente a su cerebro después del desmayo.

– ¿No es grandioso? -dijo la Abuela-. Si te casas con Valerie podemos festejar algunas de esas celebraciones judías. Y podemos conseguir un juego de candelabros. Yo siempre quise uno de esos candelabros judíos. No es genial, -dijo la Abuela-. Esperen a que les diga a las muchachas en el salón de belleza que podríamos meter a un Judío en nuestra familia. Todo el mundo va a estar celoso.

Mi padre todavía estaba sentabo perdido en sus pensamientos. Su hija podría casarse con un tipo judío. No era una gran cosa que pasara, a la vista de mi padre. No que tuviera algo contra los judíos. Era que las oportunidades eran escasas sino inexistente de que Kloughn fuera italiano. En el esquema de las cosas de mi padre, había italianos y luego el resto del mundo.

– No descenderás de italianos, ¿verdad? -preguntó mi padre a Kloughn.

– Mis abuelos eran alemánes, -dijo Kloughn. Mi padre suspiró y volvió a concentrarse en su lasaña. Otra metedura de pata en la familia.

Mi madre quedó pálida. Bastante malo era que sus hijas no asistieron a la iglesia. La posibilidad de tener nietos no católicos era un desastre mucho peor que la aniquilación nuclear.

– Tal vez tengo que poner un par de galletas más en el plato, -dijo mi madre, levantándose de la mesa.

Una carrera más por galletas y mi madre iba a desmayarse en el suelo de la cocina.

A las nueve Angie y Mary Alice fueron metidas en la cama. Mi abuela estaba en algún sitio con su studmuffin, y mi madre y mi padre estaban delante de la televisión. Valerie y Albert Kloughn hablaban de sus cosas en la cocina. Y Diesel y yo estábamos parados fuera en la acera delante del CRV. Hacía frío y nuestro aliento hacía nubes de escarcha.

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[4] Salsa marinara: salsa hecha de tomates, cebollas, ajo, y especias. (N. de la T.)

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[5] Four Roses: Una marca de bourbon. Whisky hecho de maíz y centeno. (N. de la T.)

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[6] Trago Grande: Big Gulp, refresco de tamaño súper en 32, 44, 52, y 64 de onza líquida (americanos). (N. de la T.)