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Estoy enamorado de miss Kinnian.

INFORME DE PROGRESOS 12 — Abril 30.

He dejado mi trabajo en la Donnegan's Plastic Box Company. Míster Donnegan insistió en que seria mejor para todos que yo me marchara. ¿Qué es lo que he hecho para que me odien tanto?

La primera noticia que tuve del asunto fue cuando míster Donnegan me enseñó la petición. Ochocientos cuarenta nombres, todos los obreros de la fábrica, excepto Fanny Gierden. Al repasar rápidamente la lista, vi que el suyo era el único nombre que faltaba. Todos los demás pedían que yo fuese despedido.

Joe Carp y Frank Reilly no quisieron hablar del asunto. Nadie quiso hablar conmigo del asunto, excepto Fanny. Fanny es una de las pocas personas que conozco que actúan de acuerdo con lo que creen a pesar de todo lo que el resto del mundo pueda decir, hacer o pensar. Y Fanny creía que yo no tenia que ser despedido. Se había opuesto a la petición desde el primer momento y se mantuvo firme en su posición a pesar de las presiones y de las amenazas de que había sido objeto.

—Lo cual no quiere decir —observó Fanny— que yo no crea que hay algo muy extraño en lo que te ha ocurrido, Charlie. Has cambiado mucho. Eras un hombre bueno, obediente, normal... tal vez no demasiado brillante, pero honrado. Quién sabe lo que has hecho contigo mismo para convertirte repentinamente en un hombre tan listo... Como todo el mundo dice por aquí, Charlie, la cosa resulta un poco misteriosa.

—Pero, ¿cómo puedes decir eso, Fanny? ¿Qué hay de malo en que un hombre adquiera inteligencia y desee aumentar sus conocimientos y comprender el mundo que le rodea?

Fanny inclinó la mirada sobre su trabajo y yo me volví para marcharme. Sin mirarme, Fanny dijo:

—Cuando Eva escuchó a la serpiente y comió el fruto del árbol del conocimiento, fue obra del demonio, Cuando vio que estaba desnuda, fue obra del demonio... De no haber sido por aquello, ninguno de nosotros se hubiera hecho viejo, ni hubiera conocido las enfermedades, ni hubiera muerto.

De nuevo la sensación de vergüenza ardía dentro de mi. Esta inteligencia ha levantado una barrera entre mi persona y los hombres y mujeres a los que conocía y quería. Antes, se reían de mí y me despreciaban por mi ignorancia y estupidez; ahora, me odian por mis conocimientos y por mi comprensión. ¿Qué es lo que quieren de mí, en nombre del cielo?

Me han echado de la fábrica. Ahora estoy más solo que nunca...

Mayo 15.

El doctor Strauss está furioso conmigo porque no he escrito ningún informe de progresos en dos semanas. Tiene mucha razón en quejarse, porque el laboratorio me paga ahora un salario de un modo regular. Le dije que estaba demasiado ocupado pensando y leyendo. Cuando le expliqué que el trabajo de escribir me resultaba muy pesado, debido a la mala letra que tengo, lo cual me hacía perder la paciencia, me sugirió que aprendiera a escribir a máquina. Ahora me resulta mucho más fácil escribir, ya que puedo mecanografiar casi setenta y cinco palabras por minuto. El doctor Strauss me recuerda continuamente la necesidad de hablar y de escribir de un modo sencillo, de modo que la gente pueda comprenderme.

Trataré de pasar revista a todas las cosas que me han ocurrido durante las últimas dos semanas. Algernon y yo fuimos presentados a la Sociedad Psicológica Norteamericana reunida en asamblea con la Sociedad Psicológica Mundial el pasado jueves. Producimos una verdadera sensación. El doctor Nemur y el doctor Strauss estaban muy orgullosos de nosotros.

Sospecho que el doctor Nemur, que tiene sesenta años —diez más que el doctor Strauss—, estima necesario comprobar los resultados tangibles de su trabajo. Indudablemente, el resultado de las presiones de mistress Nemur.

Contrariamente a mis primeras impresiones de él, me he dado cuenta de que el doctor Nemur no es un genio, ni mucho menos. Tiene un cerebro bastante bueno, pero está muy inseguro de sí mismo. Quiere que la gente le tome por un genio. En consecuencia, para él es muy importante saber que su trabajo es aceptado por el mundo. Creo que el doctor Nemur está impaciente porque teme que alguien pueda hacer algún descubrimiento en el mismo campo científico y esto le quite fama a él.

El doctor Strauss, en cambio, puede ser llamado un genio, aunque tengo la impresión de que sus zonas de conocimiento son demasiado limitadas. Fue educado en la tradición de la más estricta especialización; los aspectos más amplios de su propia especialidad fueron descuidados más de la cuenta... incluso tratándose de un neurocirujano.

Quedé asombrado al enterarme de que los únicos idiomas antiguos que podía leer eran latín, griego y hebreo, y que no sabe casi nada de matemáticas más allá de los niveles elementales del cálculo de variaciones. Cuando él mismo me confesó esto, casi me sentí enojado. Era como si hubiera estado ocultando aquella parte de sí mismo a fin de engañarme, fingiendo —como he descubierto que hace mucha gente— ser lo que no es. Ninguna de las personas que conozco es lo que parece ser en la superficie.

El doctor Nemur no parece encontrarse a gusto a mi lado. A veces, cuando trato de hablar con él, se limita a mirarme de un modo muy raro y da media vuelta, dejándome con la palabra en la boca. De momento, me puse furioso cuando el doctor Strauss me dijo que yo le estaba dando al doctor Nemur un complejo de inferioridad. Creía que se estaba burlando de mí, y soy muy susceptible al imaginar que puedan reírse a mi costa.

¿Cómo podía yo saber que un reputado psicoexperimentalista como Nemur no supiera una palabra de indostánico ni de chino? Es algo completamente absurdo, teniendo en cuenta los trabajos que se realizaban en la India y en China en aquella misma especialidad científica.

Le pregunté al doctor Strauss cómo podía refutar Nemur los ataques de Rahajamati a su método y a sus resultados, si Nemur no era capaz de leerlos primero, La extraña expresión del rostro del doctor Strauss sólo podía significar una de dos cosas. O bien que no quería decirle a Nemur lo que opinaban en la India de sus experimentos, o bien —y esto me preocupa— que el propio doctor Strauss lo ignoraba. Debo tener cuidado y hablar y escribir de un modo claro y sencillo de modo que la gente no se ría.

Mayo 18.

Estoy muy disgustado. Anoche vi a miss Kinnian por primera vez desde hace una semana. Traté de evitar toda alusión a temas demasiado intelectuales y de mantener la conversación a un nivel sencillo, cotidiano, pero ella se limitó a mirarme con expresión de desconcierto y me preguntó qué significaba aquello de la variante matemática equivalente en el Quinto Concierto de Dorbermann.

Cuando traté de explicárselo me hizo callar y se echó a reír. Me puse furioso, pero sospecho que me estoy acercando a ella a un nivel equivocado. Hable de lo que hable con ella, soy incapaz de establecer una comunicación entre nosotros. Debo revisar las ecuaciones de Wrostadt sobre Los niveles de progresión semántica. Me he dado cuenta de lo imposible que me resulta establecer comunicación con la gente. Gracias a Dios, puedo pensar en libros, y en música, y en otras muchas cosas. La mayor parte del tiempo lo paso solo en mi habitación de la casa de huéspedes de mistress Flynn, y rara vez hablo con alguien.

Mayo 20.

No me hubiera fijado en el nuevo lavaplatos, un muchacho de unos dieciséis años, en el restaurante donde solía cenar todas las noches, de no ser por el incidente de los platos rotos.

Cayeron al suelo, haciéndose añicos y esparciendo trozos de loza blanca por debajo de las mesas. El muchacho quedó allí de pie, aturdido y asustado, con la bandeja vacía en las manos. Los comentarios y las carcajadas de los clientes, los gritos de «¡Vaya! ¡Ahí van los beneficios!»... «¡Mazeltov!»... y, «Bueno, no trabajará aquí mucho tiempo»... los cuales parecen seguir de un modo invariable a la rotura de vasos o de platos en un restaurante) parecían confundirle más y más.

Cuando el dueño se presentó para ver a qué se debía aquel jaleo, el muchacho se cubrió el rostro con el antebrazo como si temiera recibir una bofetada de un momento a otro.