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Durante las tres horas de viaje hacia la Tierra, tuve tiempo más que sobrado para reflexionar. El plan de Matthews se había venido abajo. Cuando el crucero llegara al lugar de la cita, se encontraría con una flota de combate esperándole. De todos modos, eran unos locos al tratar de derribar al Directorio. En cuanto a establecerse de nuevo en la Tierra, no tardaría en saber a mi costa lo que significaba, con la ayuda de Larry y de Bessemer... si es que podía encontrarlos.

La nave se colocó en órbita, y empezaron los preparativos finales para mi lanzamiento. Matthews había estado en lo cierto, al menos, al decir que no dejaban caer a los inadaptados al buen tun-tún. Toda la operación estaba minuciosamente calculada. Cuando hubieron terminado, me encontré metido dentro del traje de lanzamiento. El capitán de la nave me dio las pertinentes instrucciones.

—Los cinco chorros de retardamiento se encenderán automáticamente. Después del quinto, se abrirá el primer paracaídas, y diez segundos más tarde se abrirá el otro. —Sonrió tristemente—. Si al cabo de quince segundos no se ha abierto, sabrá usted que la cosa no marcha como es debido. No creo que le quede a usted un hueso sano después de aterrizar en tales condiciones.

—Muchas gracias —murmuré.

—Hasta ahora no hemos tenido ninguna queja —continuó—, aunque supongo que los perjudicados no habían quedado en condiciones de quejarse. Si todo va bien, aterrizará usted en el lugar donde son enviados todos los inadaptados. Gracias a la generosidad de nuestro Directorio, caerá usted en una zona en la que abunda la caza, y si consigue sobrevivir el tiempo suficiente, podrá llegar a cultivar la tierra. Y está muy cerca del mar, al mismo tiempo. Antiguamente creo que se llamó New Hampshire.

—¿Qué hay de las provisiones?

—Lleva usted alimentos concentrados para una semana. Y una pistola Klaber con cien cargas.

Salté al vacío sin esperar que la carga de aire me empujara. En el momento de saltar se encendió el primero de los chorros de retardamiento.

Cuando se encendió el quinto, se me ocurrió una idea que heló la sangre en mis venas. Matthews no había previsto que pudieran someterme a la hipnosis. ¿Y si él y su grupo estaban equivocados en otros detalles? ¿Y si la observación del capitán acerca de la no apertura del segundo paracaídas había sido algo más que una broma de mal gusto? ¿Quién podía saber si la expulsión era un modo como otro de dar cumplimiento a una sentencia de muerte?

El primer paracaídas se abrió. Empecé a contar lentamente los segundos.

Al llegar a quince, supe que estaba en lo cierto. La velocidad de mi caída fue aumentando. Abajo me aguardaba la muerte.

A los veinte segundos, con un fuerte tirón, se abrió el segundo paracaídas. El sentido del humor del capitán era más horrible aún de lo que había imaginado.

Con todo, novato como era en aquella clase de descensos, me estrellé contra el duro suelo. Mi cabeza chocó contra algo, y perdí el conocimiento.

Antes de abrir de nuevo los ojos, oí la voz de Larry. Creí que se trataba de una alucinación, pero de ser así era una alucinación muy persistente.

—Vamos, Jake. Despierta de una vez.

Abrí los ojos. Era Larry. Y lo más raro de todo era que detrás de él había otra media docena de personas. Y dos de ellas eran mujeres.

—Tenía que encontrarme contigo y llevarte a un lugar de la costa, para que un crucero nos recogiera a ti, a Bessemer y a mí. Pero el Directorio está enterado de todo. Será una trampa... —dije.

Larry se echó a reír.

—Es una trampa, desde luego. Pero no del Directorio, te lo aseguro.

—Estoy hablando en serio —dije—. Me sometieron a la hipnosis y se enteraron de todo.

—Lo sabíamos —dijo Larry—. Matthews no podía advertírtelo, naturalmente, porque se hubieran enterado también de la advertencia. De modo que tuvo que inventarse una historia. Una historia capaz de convencerte a ti, y de despistar al Directorio al mismo tiempo.

—¿Cómo sabes todo eso?

—No tenemos ningún crucero —dijo Larry—. No tenemos ni siquiera una barca de pesca. Pero mantenemos contacto por radio. Te estábamos esperando. Siempre esperamos a los inadaptados que son lanzados aquí.

—¿Esperáis? —pregunté—. ¿Quieres decir...?

—Sí —dijo Larry—. Tenemos aquí una pequeña colonia, cincuenta y ocho en total, y vamos aumentando.

Me ayudaron a quitarme el traje de lanzamiento. Noté un soplo de aire natural en, mi rostro, mezclado con el perfume, el indescriptible perfume de las flores, de la hierba y de los árboles. Larry espiaba mis reacciones.

—Esto es algo, ¿no?

—¿Y los salvajes? —inquirí.

Se encogió de hombros.

—Tal vez haya algunos más al oeste. No hemos tenido tiempo de explorar todo esto detenidamente. Pero esta zona está despejada.

La tierra crujía bajo mis pies.

—Pero, ¿por qué?-pregunté—. El Directorio tiene que saber cómo es este planeta. ¿Por qué no regresan aquí, en vez de entretenerse con proyectos interestelares que no conducen a ningún resultado positivo?

—El Directorio —dijo Larry— es una organización establecida para gobernar un grupo de ciudades artificiales perfectamente controladas. Un Estado que se extiende sobre una docena de planetas y de satélites, pero un Estado completamente urbano. Si los hombres regresaran a la Tierra, volvieran a cultivar el suelo y a vivir en pequeñas comunidades como nosotros hacemos ahora, el poder del Directorio quedaría anulado. Y si deseas que te aclare más los motivos, es que desconoces por completo la naturaleza humana.

—¿Crees que podemos vencerles? —le pregunté—. ¿Que podemos desafiarles ante sus mismas narices? ¿Olvidas acaso que disponen de un telescopio, el telescopio de Tycho, apuntando directamente a la Tierra, inspeccionándolo todo?

—Nosotros no deseamos vencer a nadie —dijo Larry—. Lo único que queremos es pasar inadvertidos. Vivimos en una aldea de edificaciones muy pequeñas, enmascaradas, por añadidura, para más seguridad. Cultivamos nuestra tierra, y nuestros agentes en los planetas se encargan de reclutar nuevos adeptos.

De repente me acordé de Matthews.

—¡Pobre Matthews! —murmuré—. ¡Pensar que sigue en Forbeston!

—No te preocupes —dijo Larry—. No tardarás mucho en verle. Tiene prevista su detención para dentro de tres meses.

Se echó a reír, y el resto del grupo coreó su risa. Una risa contagiosa. De pronto, estallé en una carcajada incontenible. Larry apoyó una mano en mi hombro.

—Mira eso —dijo—. Míralo bien.

Mis ojos siguieron la dirección de su mano, y pude contemplar la puesta del sol.

FIN

[1]se refiere al I.Q. (Intelligence Quotient) = cociente de inteligencia. (N. del T.)

[2]Hay un juego de palabras intraducible. Witch, que es la marca de los productos de limpieza, significa bruja en inglés. (N. del T.)

[3]Inyección de morfina. —(N. del T.)

[4]Central Administrative Building, Edificio de la Administración Central. (N. del Tr.)

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05/08/2011