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Verso 27: Sherlock Holmes

Detective privado aguileno, largirucho, más bien simpático, personaje principal de varios cuentos de Conan Doyle. No tengo en este momento manera de verificar a cuál de ellos se alude aquí, pero sospecho que nuestro poeta inventó simplemente el Caso de las Huellas Invertidas.

Versos 34-35: estiletes de una helada estalactita de hielo (frozen stillicide)

¡Con qué persistencia nuestro poeta evoca las imágenes del invierno en el comienzo de un poema que empezó a componer en una balsámica noche de verano! El mecanismo de las asociaciones es fácil de desmontar (vidrio lleva a cristal y cristal a hielo), pero detrás el instigador conserva el incógnito. Uno es demasiado modesto para suponer que el hecho de que el poeta y su futuro comentador se encontraran por primera vez un día de invierno invada en cierto modo la estación real. En el precioso verso que encabeza este comentario el lector debería reparar en la última palabra. Mi diccionario define stillicidecomo "una sucesión de gotas que caen del alero, carámbano, estalactita". Recuerdo que la encontré por primera vez en un poema de Thomas Hardy. La brillante helada ha eternizado la gota en el brillante carámbano. Deberíamos también reparar en la alusión de estilo de capa y espada que aparece en los "esbeltos estiletes" y la sombra del regicida en la rima en stillicide.

Versos 39-40: cerrar los ojos, etc.

En el borrador estos versos están representados por las variantes siguientes:

39:… y a sus casas se apresuraban a volver los ladrones,

40: el sol con hielo robado, la luna con hojas.

Es imposible no recordar un pasaje de Timón de Atenas(Acto IV, escena 3) en que el misántropo habla con los tres rateros. A falta de biblioteca en la desolada cabaña de madera en que vivo como Timón en su cueva, para hacer una rápida cita debo retraducir este pasaje de una versión poética en zemblano de Timónque se acercará lo suficiente, espero, al texto, o por lo menos será fiel a su espíritu:

El sol es un ladrón: atrae al mar

y le roba. La luna es una ladrona:

hurta su luz plateada al sol.

El mar es un ladrón: disuelve la luna.

Para una prudente apreciación de las traducciones de Shakespeare por Conmal, véase la nota al verso 962.

Versos 41-42: podía… distinguir

A fines de mayo yo alcanzaba a distinguir los contornos de algunas de mis imágenes en la forma que el genio de Shade podría darles; a mediados de junio estaba seguro al fin de que recrearía en un poema la deslumbrante Zembla que ardía en mi cabeza. Yo lo hipnotizaba con ella, lo saturaba de mi visión, le imponía, con la loca generosidad del borracho, todo lo que por mi parte era incapaz de poner en verso. Seguramente no sería fácil encontrar en la historia de la poesía un caso similar: el de dos hombres, diferentes por su origen, su educación, sus asociaciones de ideas, su tono espiritual y su modalidad intelectual, uno, erudito cosmopolita, el otro, poeta sedentario, unidos por un pacto secreto de este tipo. Al fin tuve la certeza de que mi Zembla había madurado en él, estallaba en rimas adecuadas, que estaba dispuesto a proyectar al menor roce. A cada momento lo apremiaba para que venciera su habitual pereza y empezara a escribir. Mi pequeña agenda de bolsillo contiene notas tales como: "Sugerí el metro decasílabo"; "volví a contar la evasión"; "le ofrecí un cuarto tranquilo en mi casa"; "discutí sobre grabaciones de mi voz para que las usara"; y finalmente, con fecha del 3 de julio: "¡poema empezado!"

Aunque comprendo demasiado, ay, que el resultado, en su pálida y diáfana fase final, no puede ser considerado como un eco directo de mi relato (del cual, de paso, sólo se dan algunos fragmentos en mis notas, sobre todo en las del Canto Primero), es difícil dudar de que el resplandor crepuscular de la historia haya actuado como agente catalítico en el proceso mismo de la sostenida efervescencia creadora que permitió a Shade producir un poema de mil versos en tres semanas. Además hay un aire de familia sintomático entre el colorido del poema y el de la historia. He releído, no sin placer, mis comentarios a sus versos y en muchos casos me he descubierto tomando en préstamo una especie de luz opalescente del astro inflamado de mi poeta, y remedando inconscientemente el estilo de la prosa de sus propios ensayos críticos. Pero su viuda y sus colegas pueden dejar de preocuparse y gozar plenamente del fruto de los consejos que hayan dado al bueno de mi poeta. Oh, sí, el texto definitivo del poema es enteramente suyo.