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Jowett se levantó, rodeó el escritorio y puso una mano sobre el brazo de Cribb, en una sorprendente exhibición de afecto que hubiese hecho sospechar a cualquiera.

– En el fondo creo que es usted un sentimental, sargento. Pero lo ha hecho bien. Investigación de primera clase, que no será olvidada.

– Gracias, señor.

– Sin embargo, hay una cosa que debo mencionar. Un caso como éste tiene ramificaciones en otros lugares, ¿sabe? Esas pequeñas funciones del Paragon tenían bastantes seguidores en ciertos círculos.

– Soy consciente de ello, señor.

– Espléndido. Entonces comprenderá usted la desilusión que van a sentir por la cancelación de la función del próximo martes. Ah -el inspector Jowett levantó la mano para acallar a Cribb antes de que pudiese decir una palabra-, ya sé que no fue culpa suya el incendio del Paragon. ¿Cómo podía usted haber previsto una catástrofe así? Pero me temo, que, a pesar de todo, cuando algunos clientes de los espectáculos de medianoche lean los periódicos, creerán erróneamente que usted se quedó allí sin hacer nada mientras el teatro se quemaba.

– Envié a buscar a la brigada al momento, señor -protestó Cribb.

– Ya lo sé, sargento. Ha observado usted una conducta ejemplar durante toda la investigación. No es culpa suya que el sitio sea ahora un montón de ceniza. Y eso lo sostengo ante quien diga otra cosa. Pero usted comprenderá, espero, que el Yard no quiera sobrevalorar la parte que ha jugado en esos sucesos.

Cribb hizo una moderada inclinación de cabeza.

– En resumen, sargento, informé a los caballeros de la prensa, cuando vinieron, de que la detención de la señorita Blake y, por supuesto, la iniciativa de esta investigación, deben ser atribuidas a ese detective privado, el militar ése, mmm…

– El mayor Chick.

– El mismo. The Times escribió un excelente artículo sobre él en la edición de esta mañana. ¿Todavía no lo ha visto? Después de todo, él tenía mucho que ver en todos los acontecimientos que describe usted en su informe. Una noticia como ésa debería ayudarle muchísimo en el ejercicio de su profesión.

– No lo dudo, señor.

– Eso no significa que la parte que usted tuvo en la investigación pase inadvertida, desde luego. Cielos, claro que nos gusta elogiar lo que debe elogiarse, y por eso le llamé, sargento. Si nunca vuelve usted a oír una palabra de esta oficina sobre su excelente trabajo, no se imagine que simplemente he encerrado su informe en un cajón bajo llave y lo he olvidado. De hecho, el Yard ha decidido mostrarle su reconocimiento por la forma admirable en que ha llevado este delicado asunto.

– Gracias señor.

Jowett abrió un cajón de su mesa.

– El público a veces envía muestras de aprecio al Yard por la forma en que llevamos casos difíciles. Esto lo recibimos de un agradecido empresario de un teatro de variedades. Hemos decidido regalárselo.

Cribb lo aceptó de buen grado. Sólo cuando estuvo fuera de Whitehall Place abrió el sobre y examinó el papelito que había dentro. Era una entrada gratuita durante un año para el Middlesex. Se lo llevó al Embankment, hizo un barquito y lo echó al río, y se quedó mirándolo, pensativo, mientras era arrastrado por la corriente.

Peter Lovesey

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