Era un notición, algo candente con lo que azuzar a la opinión pública.
¿Fue culpable la esposa del senador, o meramente una víctima inocente que salió bien parada? ¿El chico Chapman fue el único res ponsable de la tragedia? ¿Conducía ebrio? cEra un irresponsable, o sólo un joven inexperto? ¿Acaso Laura Hutchinson andaba metida en algo turbio? ¿Iba drogado alguno de los involucrados? El hecho de que hubiera fallecido un chico de diecisiete años, destrozando la vida de sus padres, que otra quedara lisiada y una tercera medio muerta no eran sino pienso fresco para la prensa, y más aún para la nnamarilla".
Los Chapman eran la estampa de la desolación cuando abandonaron el hospital, aunque lo más terrible fue ver a su hijo Phillip.
Mary Chapman jamás olvidaría el horror del momento en que les mostraron su cuerpo lívido, tumefacto, tan mortalmente rígido.
Ellos se desgarraron al contemplarle.
Tom sollozó abiertamente y Mary se inclinó sobre el cadáver, tocó su cara con infinita dulzura y le besó.
Pensó en la primera vez que le había visto, diecisiete años atrás, al acunarle en sus brazos y experimentar la inmensa felicidad de ser madre.
Siempre lo recordaría, eso era algo que el tiempo no podría quitarle, pero la muerte le había arrebatado a Phillip.
No volvería a reír, a correr por el césped, a cerrar de un portazo al salir de casa ni a contarle chistes.
No volvería a sorprenderla con alguna de sus ingenuas travesuras o sus bromas entrañables.
No volvería a regalarle flores.
No crecería ante sus ojos hasta hacerse un hombre cabal.
Su imagen quedaría eternamente congelada en aquel cuerpo de descorazonadora rigidez, privado de alma.
A pesar del amor que le prodigaban, y que él había correspondido, en un instante fugaz e, inesperado, Phillip se había marchado de sus vidas.
Todo aquello hizo que el siguiente acoso de los periodistas, fuera ya del centro, les repugnara todavía más.
Consciente de lo que iba a ocurrir, Tom Chapman se juró a sí mismo que Phillip no cargaría con las culpas de la tragedia.
Si era necesario, reivindicaría el nombre de su hijo.
No permitiría que la memoria de Phillip fuese mancillada en titulares tendenciosos, ni utilizada para proteger a la mujer del senador, o bien para salvaguardar el puesto de Hutchinson en las próximas elecciones.
Chapman tenía la total seguridad de que su hijo había actuado intachablemente, y no iba a consentir que nadie sugiriese lo contrario.
Así se lo dijo a su esposa en el coche, camino de casa, pero ella no le oyó.
Estaba demasiado absorta recordando el rostro de su hijo cuando le dio el último beso.
La noche fue interminable para todos.
Mientras esperaban que saliesen del quirófano sus respectivas hijas, Page y Trygve tuvieron la sensación de haber pasado la vida entera en aquel hospital.
– No puedo dejar de pensar en las alternativas -comentó Page en voz baja al despuntar sobre Marín los primeros rayos de sol, un signo que ella intentó interpretar como de buen augurio.
Amanecía otro espléndido día primaveral.
Sin embargo, la tibieza del clima no la estimuló.
En su corazón se había instalado el invierno, con la nieve, el hielo y todo cuanto tiene de inhóspito-.
Resuenan en mi cabeza las palabras del doctor Hammerman, la perspectiva de que el cerebro no se restablezca, que Allie quede seriamente aquejada de deficiencias físicas o mentales.
¿Cómo voy a convivir con algo tan horroroso? -barruntó abstraída, hablando más para sí misma que a su compañero, y de pronto se acordó de Bjorn y sintió vergüenza-.
Perdona, Trygve, no sé lo que me digo.
– Descuida, comprendo muy bien lo que estás sufriendo.
O al menos eso creo.
Yo abrigo sentimientos parecidos respecto a las piernas de Chloe, y no he olvidado cómo reaccioné cuando nos confirmaron que Bjorn tenía el síndrome de Down.
Thorensen era franco con ella.
A fin de cuentas, ambos se esforzaban en prever los reajustes que tendrían que afrontar.
Page estudió a su amigo.
Tenía el cabello desgreñado y llevaba vaqueros, una vieja camisa de cuadros y zapatillas de deporte sin calcetines.
Miró entonces su propio suéter de faena y recordó que ni siquiera se había peinado.
Pero la estética poco le importaba, e incluso sonrió al reparar en la imagen que ofrecían.
– Estamos impresentables -dijo-.
Aunque reconozco que tú vas algo mejor que yo.
Salí de casa con tanta precipitación que es un milagro que me haya vestido.
Trygve le devolvió la sonrisa por primera vez en toda la noche, adoptando un aire muy juvenil y nórdico con sus grandes ojos azules de rubias pestañas.
– Estos pantalones son de Nick, y la camisa es de Bjorn.
Las zapatillas no sé a quién pertenecen; las encontré en el garaje.
Poco faltó para que viniera descalzo.
Page asintió, imaginando mejor que nadie lo que había sentido cuando recibió la noticia.
Ella misma apenas soportaba el recuerdo, y todavía tenía que comunicárselo a Brad, otra pesadilla difícil de afrontar.
Ansiaba poder decirle que Allyson seguía con vida, que había esperanzas.
Pero era improbable que se supiera algo concreto en el momento de localizarle.
– Estaba pensando en Bjorn -susurró Trygve, reclinado en el respaldo de la silla con actitud reflexiva-.
Al principio fue espantoso.
Dana empezó a odiar a todos cuantos le rodeaban, en especial a mí, porque no sabía en quién más verter su resentimiento.
Y también le aborreció a él.
No podía aceptar que su bebé tuviera un defecto.
Hablaba del niño como si fuera un vegetal y pintó un cuadro macabro de lo que nos deparaba el futuro.
Quería internarle en una institución.
– ¿Por qué no lo hicisteis? Page estaba intrigada, y no tuvo reparo en preguntárselo.
Sabía que Brad habría rechazado a un niño anormal.
– No creo en esa solución.
Quizá sea por mi educación noruega, quizá por mi carácter particular.
Yo opino que no hay que huir de los problemas, por arduos que sean.
Nunca lo he hecho -agregó y sonrió con desencanto al rememorar sus diecinueve años de matrimonio infeliz-, aunque en algunos casos quizá pequé de demasiado constante.
Verás, en lo que a mí respecta, los ancianos, los niños, los enfermos y las personas con limitaciones son parte de la vida.
El mundo no es perfecto, y tampoco hay que pedírselo.
Digamos que, tal y como yo lo veo, debemos conformarnos y sacarle el mejor partido posible.
Dana se negó a participar en el cuidado de Bjorn, así que lo convertí en mi misión personal.
Realmente tuvimos mucha suerte.
El mal no se ha desarrollado en él tanto como en otros chicos y, aunque está limitado, posee un montón de habilidades.
Es un chaval bien dotado para la carpintería, las obras que realiza son artísticas en su estilo infantil, se encariña con la gente, es enormemente afectuoso y leal, cocina de maravilla, posee un gran sentido del humor, es responsable hasta cierto punto e incluso ha aprendido a conducir.
Es verdad que nunca será como Nick, como tú o como yo.
No estudiará en la universidad, ni dirigirá un banco, ni ejercerá de médico.
Pero es Bjorn, voluntarioso, trabajador y amante de los deportes, los niños y el prójimo en general.
Quizá lleve una vida feliz a pesar de sus impedimentos.
Yo espero que así sea.
– Le has dado mucho -apostilló Page-.
Es un joven afortunado.
Trygve habría querido responderle que Brad también lo era.
Por lo que había podido ver aquella noche, presentía que Page era una mujer excepcional.
Acababa de recibir un revés ante el que cualquiera se habría desmoronado, pero ella lo encajaba con entereza y todavía le ayudaba a él y le sobraba tiempo para pensar en los demás, en su marido, en su hijo e incluso en los Chapman.