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¿Dónde estabas? Era físicamente imposible viajar en una hora de Cleveland a San Francisco o, más aún, del hotel al hospital.

– Eso es secundario -repuso Brad, esquivo-.

Lo único que ahora debe importarnos es Allie.

– Discrepo -dijo Page, escudriñando los ojos de su marido, pero sin descubrir nada en ellos-.

Nosotros también contamos.

¿Dónde has estado? -Había en su voz una nota de estridencia, fruto de un nuevo terror.

Creía haber cubierto el cupo del miedo en una sola noche, y ahora, de súbito, la asaltaba otro-.

Te he hecho una pregunta, Brad.

– Y yo me niego a responderla.

– La cara de Brad Clarke tenía una expresión desconocida, indefinible-.

¿No basta con lo que ha pasado? He venido lo más rápido que he podido, Page, en cuanto me he enterado.

Era lo que tenía que hacer.

Ella sintió cómo una gélida garra le apresaba y le estrujaba el corazón.

No era justo.

No podía perderles a ambos el mismo día.

¿o sí? -No has ido a Cleveland, cverdad? -insistió en un murmullo.

Brad apartó la vista y no contestó.

CAPITULO V

Brad salió del hospital antes que Page, una vez comprobó que allí no podía hacer nada por Allie.

No le dejarían verla mientras estuviera en la sala de reanimación, y ya había cambiado impresiones con el neurocirujano.

Le dijo a Page que se encontrarían en casa y fue discretamente a reunirse con Andy.

Antes de marcharse Page vio a Trygve, que había vuelto en compañía de sus dos hijos.

Ella le contó que Brad había volado desde Cleveland, si bien no le mencionó el resto de su conversación.

Con aire ausente, saludó a los chicos y reiteró a Thorensen su agradecimiento por el apoyo que le había prestado.

Le comentó que pasaría unas horas en casa, mientras Allyson se reanimaba, y que regresaría al hospital antes del amanecer.

– ¿Por qué no intentas dormir un poco? Tu cuerpo lo necesita.

– Ya veremos.

Page esbozó una sonrisa, pero toda la agonía de las últimas dieciséis horas estaba grabada a fuego en su rostro, y sus ojos destilaban más tristeza de la que Trygve había visto en su vida.

– Cuídate -se despidió Thorensen con cordialidad.

Page subió al coche y se dirigió hacia su casa, donde encontró a Brad explicando a Andy el accidente de su hermana.

Le decía con tono campechano que tenía un buen boquete en la cabeza, pero que se curaría en cuanto los doctores le hubieran hecho algunos remiendos y se recuperase de la operación.

Jane Gilson ya se había ido.

Brad estaba solo con el niño, y a Page no le gustaron nada sus explicaciones.

Así se lo hizo saber cuando Andy salió a jugar.

El pequeño estaba preocupado, pero no traumatizado, como ella misma verificó al espiarle desde la cristalera del salón.

Correteaba con Lizzie por el césped del jardín.

No era preciso vigilarle estrechamente porque vivían en un barrio tranquilo, donde todos los vecinos se conocían.

– No debiste decirle eso, Brad -censuró a su marido sin volverse hacia él.

Tenía un sinfín de preguntas, pero las reservaba para la noche, después de acostar a Andy.

¿Qué le he dicho? -replicó Brad con tirantez.

También su cabeza bullía de actividad.

Aparte de la tragedia de Allyson, sabía tan bien como Page que aquel suceso había desencadenado una grave crisis en su matrimonio.

– Que se pondrá bien -contestó Page, encarándose con él-.

Todavía no tenemos ninguna certeza.

¡Y tanto que sí! El doctor Hammerman me ha asegurado que tiene muchas probabilidades de sobrevivir.

– ¿En qué condiciones? ¿En coma, igual que un vegetal, o con el cerebro nnsumamente deteriorado", como lo define él? Ciega tal vez? ¿Acaso no has sabido interpretar una sola de sus palabras, Brad? Cometes un error al suscitar falsas esperanzas en Andy y darle garantías que no existen.

¿Y qué querías que hiciese, enseñarle las radiografías craneales de Allie? iPor el amor de Dios, Page, no es más que un niño! No le atosiguemos.

Recuerda que quiere mucho a su hermana.

– También yo la quiero.

Les quiero a los dos, y a ti, pero es una insensatez falsear la verdad.

¿Qué pasaría si Allie muere esta noche, si no supera el postoperatorio? ¿Qué le dirás entonces a Andy? -Las lágrimas se agolparon en los ojos de Page al preguntarlo, y empañaron los de Brad al responder.

– Cuando ocurra, lo afrontaremos.

– ¿Y nosotros? -preguntó ella, sorprendiendo a su esposo con un giro tan brusco en la discusión.

Andy, entretanto, jugaba feliz-.

También habrá que afrontar eso, ¿no te parece? ¿Qué pasa exactamente? -Que los elementos se nos han puesto en contra -dijo Brad con voz serena-.

Si Allie no hubiera sufrido el accidente, nunca te habrías enterado.

Además, no deberías haberle pedido a Dan que llamase a Cleveland.

¿Por qué? -se indignó Page.

¿Su hija había estado a punto de morir y no debía dar ningún paso para localizarle? -Porque habrá sacado sus conclusiones, y no es asunto de su incumbencia.

– ¿Y yo? ¿Qué es lo que debo concluir yo, Brad? ¿Hasta dónde ha llegado mi imbecilidad? ¿Cuántas veces me has hecho lo mismo? -Ignoraba dónde había estado, pero era evidente que no había sido en Cleveland.

– Esa no es la cuestión.

Brad estaba de nuevo alterado.

Le horrorizaba tener que admitir sus debilidades ante Page.

¡ Sí lo es! Justamente de eso se trata.

Este fin de semana te he pillado con la bragueta desabrochada, y tengo derecho a saber dónde has ido y con quién.

No es tu vida la única que está en juego, Brad, sino también la mía.

No vives solo, no puedes permitirte el lujo de ir y venir, divirtiéndote a tu antojo, y pasar por la “fonda Clarken, entre una partida de golf y otra.

Te lo digo muy en serio.

¿Quién eres tú realmente, Brad? ¿Qué diablos ocurre? A Page la corroía la ira, y él parecía más enfadado que culpable.

– Ya lo has adivinado, cno? ¿Necesitas que te lo dé por escrito? Page creyó que el corazón le estallaría en pedazos.

Se preguntó cuánto dolor era capaz de absorber en un solo fin de semana.

Habría querido que Brad lo negase todo, que no fuera verdad.

Pero lo era, y obviarlo de nada serviría.

– ¿Es un idilio reciente? -preguntó.

– No pienso discutir este asunto contigo, Page.

– Más vale que lo hagas, Brad -repuso ella-.

No intentes jugar al gato y el ratón.

¿Es una persona importante en tu vida? -¡Maldita sea, Page! ¿Por qué tenemos que hablar de eso ahora? -Porque no puede esperar.

No olvides que eres tú quien ha provocado el conflicto.

Quiero saber a qué atenerme.

¿Es un amor pasajero o hay algo más? ¿Hace mucho que dura? ¿Por qué? -Page miró a Brad y dijo con una voz que era casi un gemido-: ¿Qué nos ha sucedido? ¿Cómo es posible que no lo intuyera? ¿Tan ciega había estado? ¿Hubo algún indicio que le pasó inadvertido? Ni siquiera ahora, al hacer memoria, vislumbró ninguno.

Brad se derrumbó en una butaca y observó a su esposa cariacontecido, odiando aquella situación.

Siempre había detestado los enfrentamientos con Page.

Sin embargo, sabía que aquél no podía aplazarse ni eludirse.

Quizá era mejor así.

Tarde o temprano habría tenido que admitirlo.

– Reconozco que debí decírtelo antes, pero pensé…

Pensé que romperíamos pronto y que podría ahorrarme el mal trago.

¿Vais en serio? Clarke guardó silencio y, cuando al fin la miró a los ojos, el corazón de Page casi dejó de latir.

No se trataba de un amorío sino de una relación formal.

Se preguntó con un espasmo de pánico si su matrimonio había terminado así, sin previo aviso.

¿Y bien? -Ella misma notó que la pregunta brotaba como un chillido, pero intentó forzarle a responder-.