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No sé dónde estoy, ni lo que hago, ni lo que va a suceder.

No sé nada de nada…

excepto…

ccómo decirlo?…

– No hace falta que digas nada…

Olvidemos ahora las palabras -susurró él, y se sentó en el borde de la cama para estrecharla en un abrazo.

Quería besarla, estrujarla como no había hecho con nadie en mucho tiempo.

Posó sus labios en los de ella, los separó amorosamente con la lengua y penetró en su boca, dejándola sin respiración, mientras sus cuerpos se fundían en uno solo.

Page estaba abrumada por sus sensaciones, y también temerosa, pero supo inequívocamente que le deseaba.

Aquello no era un devaneo ni una venganza contra Brad.

Era la unión con alguien que la había apoyado en el peor trance de su vida, pero no la había defraudado y por quien sentía una atracción avasalladora.

– ¿Qué será de nosotros? -preguntó, una vez Trygve se hubo apartado para contemplar su belleza rubia y ruborosa.

– Por ahora, yo no me lo plantearía.

Al menos ya sé cómo devolver el color a tus mejillas.

Estás mucho mejor así.

– ¡Oh, Trygve! -exclamó ella.

Thorensen volvió a abrazarla, y esta vez su beso fue más apasionado.

No había sentido nada igual desde antes de conocer a Dana, si es que lo sintió alguna vez.

– No pienso parar, ni ahora ni nunca -dijo-.

Había olvidado que pudiera ser tan hermoso.

– A mí me ocurre igual -admitió Page.

Brad fue siempre tan egocéntrico que, ahora lo constataba, apenas le había dado nada a ella, ni emocional ni sexualmente.

Trygve la dejaba sin aliento, y rió como una quinceañera cuando volvieron a besarse.

Era muy oportuno que Andy durmiera bajo los efectos de un sedante, aunque Page sabía que ninguno de los dos estaba predispuesto a cometer una locura.

Ella, por lo menos, tenía que zanjar sus desavenencias con Brad antes de iniciar una relación sólida con Trygve.

Pero era innegable que a partir de ahora todo sería distinto.

– ¿Qué voy a hacer? -se preguntó, bajando los pies al suelo y mirando a Thorensen, que le sonreía con expresión beatífica.

Page no recordaba haberse sentido nunca tan feliz.

– Tú misma lo irás viendo.

Deja que los acontecimientos sigan su curso.

Además, quiero que sepas que no pienso apremiarte.

– Trygve trató de ponerse solemne, pero no lo consiguió-.

Me limitaré a rondarte suplicante hasta que decidas que no puedes vivir sin mí.

Desde luego, aquello era algo más que un simple besu queo.

Page esbozó una sonrisa pícara, y esta vez fue ella quien le besó.

¡Era todo tan desconcertante! ¿Cómo ha podido ocurrir? -No lo sé.

Quizá haya sido el ambiente de la UCI.

O el trauma, o el dolor, o el miedo, o bien el hecho de haberse ayudado mutuamente.

Trygve le había dispensado notables deferencias, y Page le había correspondido.

Habían atravesado el peor aprieto de sus vidas y habían sobrevivido juntos, sin la ayuda de nadie más, ni siquiera de Brad, que parecía empeñado en destruir a su mujer.

– La vida es una caja de sorpresas, cverdad? -comentó Page sin salir de su estupor-.

Supongo que tendremos que ir paso a paso.

Brad todavía no ha resuelto lo que quiere hacer.

– A lo mejor sí, pero no te lo ha dicho.

¿Y tú, has tomado tus propias decisiones? ¿Qué deseaba ella, que su marido se marchase, el divorcio, quizá más tiempo para reflexionar? Trygve no estaba muy seguro de lo que podía querer, y sospechaba que la propia Page tampoco, lo cual era lógico.

Su fracaso matrimonial era reciente, aún no sabía qué camino seguir.

– Cada vez que veo a Brad me doy más cuenta de lo insostenible de esta situación.

Vive prácticamente con la otra, pero continúa casado conmigo.

No me resulta fácil hacer borrón y cuenta nueva.

– Nadie te pide que lo hagas -dijo Thorensen con ternura.

Entendía muy bien a Page.

Él había pasado por lo mismo, y estaba dispuesto a aguardar pacientemente a que reorganizase su vida.

Jamás había conocido a una mujer como ella.

Mientras conversaban sonó el teléfono, y Page pegó un respingo.

Ignoraba quién podía llamarla, como no fuera del hospital con alguna novedad sobre Allie.

No se sentía capaz de absorber más malas noticias, y al responder cerró fuertemente los ojos.

Notó la tibia mano de Trygve sobre la suya, transmitiéndole todo su apoyo.

¿Sí? -preguntó cautelosa.

Pero enseguida abrió los ojos y meneó la cabeza.

No le telefoneaban del hospital, sino su madre, para comunicarle algo muy poco agradable.

Lo había meditado a fondo durante el fin de semana y había decidido ir a visitarla con Alexis.

Era obvio que Page las necesitaba, aunque ella se obstinara en negarlo.

– Me las arreglo bien, de veras que sí -insistió Page-.

Todo está bajo control y de momento Allyson se ha estabilizado.

– Eso podría cambiar en un segundo.

Además, Alexis quiere hablar contigo.

David le ha dado referencias de un cirujano plástico portentoso, por si precisas sus servicios.

A largo plazo tal vez sí, pero ahora Page tenía prioridades más urgentes.

En primer lugar, Allyson debía vivir, y después habría que ver si su cerebro reanudaba alguna función con visos de normalidad.

No obstante, a Alexis sólo la preocupaba una cuestión: la estética de su sobrina, la perfección externa.

– Francamente, no deberíais venir -dijo Page con fingido aplomo.

Lo último que deseaba era tener a su madre en casa, y menos todavía a Alexis.

– No discutas conmigo -replicó la madre-.

Llegaremos el domingo.

– Mamá, piénsatelo bien…

No tendré tiempo de atenderos, ni a ti ni a Alexis.

Debo dedicarme por entero a Allie.

Y encima, Andy acaba de sufrir un accidente.

Page habría hecho cualquier cosa para disuadirla.

– ¿Qué? -Por una vez, la voz de su madre subió de tono.

– No es nada importante.

Se ha fracturado el brazo.

Pero entre uno y otro me tienen completamente ocupada.

– Por eso vamos, querida.

Queremos ayudarte.

Page suspiró.

Ya no sabía qué más argumentar.

– Sigo creyendo que no es necesario.

– Estaremos ahí el domingo a las dos.

David enviará un fax a la oficina de Brad con toda la información.

Hasta entonces.

– Y, antes de que su hija pudiera replicar, colgó.

Page miró fijamente a Trygve.

– No te lo vas a creer -dijo con desaliento.

– Deja que lo adivine.

Tu madre viene desde el Este.

¿Te causa eso alguna dificultad? ¿Dificultad? ¿Bromeas? ¿Como Dalila a Sansón, o David a Goliat…

o incluso el áspid a Cleopatra? El término nndificul tad" es una pálida definición.

Llevo más de una semana tratando de mantenerla a raya.

Y no sólo se presenta ella, sino que trae también a mi hermanita.

– A quien tú aborreces -apuntó Trygve, haciendo un cursillo acelerado de historia familiar.

– Ella me aborrece a mí…

En realidad dedica toda sus energías en amarse a sí misma.

Es una narcisista impenitente.

No ha tenido hijos y está casada con un cirujano plástico de Nueva York.

A los cuarenta y dos años se ha corregido las bolsas de los ojos, ha exhibido tres narices, se ha operado los senos, se ha hecho la liposucción en cien sitios y dos estiramientos faciales.

Es una mujer perfecta en todo, en las uñas, la cara, el cabello, el vestido y el cuerpo entero.

Emplea cada minuto de cada día en embellecerse.

Nunca en su vida le ha importado ningún alma viviente salvo la suya, y mi madre es igual.

Te explicaré la trama de esta parodia.

Si vienen aquí, es con la única finalidad de que yo me ocupe de ellas, les asegure que a Allie no le ocurre nada y, si le ocurre, que no las salpicará, incomodará, importunará ni afectará de ninguna manera.