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La situación se prolongó hasta que cumplí los dieciséis.

Y mi madre lo sabía.

De hecho…

– la lengua se le trabó brevemente-, me echó en sus brazos a viva fuerza.

él llevaba ya cuatro años acostándose con Alexis, y mi madre le tenía miedo.

Era un enfermo mental.

Solía pegarle y mi madre se dejaba maltratar.

Decía que debíamos nnhacerle feliz" si no queríamos que nos golpease también a nosotras.

Así pues, le conducía hasta mi cama, salía y cerraba la puerta con llave.

– Page se convulsionaba en llanto cuando Trygve la estrechó.

– ¡Dios mío, Page, es terrible! ¡Qué aberración! Él habría matado a cualquiera que le hubiera puesto las manos encima a su Chloe.

– Sí, lo es.

He tardado años en reponerme.

Me marché de casa a los diecisiete, y trabajé como camarera para pagarme un apartamento.

Mi madre me acusó de ser una mala hija, una traidora, y de haberle destrozado el corazón a mi padre.

Tras su muerte, me sentí culpable durante una larga temporada.

"Por fin, conocí a Brad en Nueva York, nos casamos y vinimos a California.

Encontré a un buen psicoterapeuta que me ayudó a ponerme en paz conmigo misma.

Pero mi madre todavía se empeña en simular que todo aquello no sucedió.

Es esa actitud la que me ha desquiciado hoy.

No entiendo su forma de comportarse.

Lo cierto es que no entiendo nada de nada, ni cómo, a sabiendas de lo que hacía, aún persiste en que era un hombre decente.

Antes le ha llamado "santo", y he montado en cólera.

– No me extraña que hayas estallado -dijo Trygve.

Mientras Page hablaba, no había cesado de acariciarle el cabello ni de estrechar su mano, como hacía ella con Allie-.

Me sorprende que todavía le dirijas la palabra.

– Normalmente la eludo, pero tras el accidente de Allyson habría sido muy cruel prohibirle que viniera.

Me digo una y otra vez que podré seguirle el juego.

Sin embargo, es más fuerte que yo.

Cada vez que la veo me acuerdo de aquella época.

Ella no ha cambiado y Alexis tampoco.

– ¿Cómo se libró Alexis de sus garras? -La dejó en paz en cuanto empezó conmigo.

– Page suspiró y se acurrucó en el pecho de Thorensen, donde se sentía a salvo-.

Y Alex se casó a los dieciocho años.

Entonces yo tenía solamente quince.

Se fungó con un hombre de cuarenta, y todavía siguen juntos.

El no le pide mucho.

Creo que es homosexual y sale con un amante fijo.

Es como un padre para su esposa, el padre casto que nunca tuvo.

"Además, por lo que he podido comprobar el antídoto de Alexis ha sido convertirse en otra persona, adoptar un nuevo rostro, una nueva cara y un nuevo nombre.

David le practica asiduas intervenciones de cirugía estética y ella está encantada.

Y se ha integrado muy bien en las fantasías de mi madre.

Ambas han borrado todo vestigio de lo acaecido.

¿La ha visto algún psiquiatra? -preguntó Trygve.

Estaba perplejo de que Page hubiera conservado intacta su cordura.

– No lo creo.

A mí, desde luego, nunca me lo diría, pero si hubiera seguido un tratamiento se le habría escapado algún comentario.

Así, las dos seríamos supervivientes de nuestro holocausto privado.

Hoy por hoy, Alexis todavía flirtea con sus fantasmas, aunque da igual, porque tampoco queda mucho de ella que pueda salvarse.

Padece de anorexia y bulimia, y no ha tenido hijos.

Apenas habla.

Es un escaparate para su marido, y vestida queda soberbia.

David la baña en dinero, lo cual parece satisfacerla.

– Page hizo una mueca sarcástica-.

Somos muy diferentes.

– Eso veo.

Sin embargo, tu también tienes muy buena presencia.

– Quizá, pero mi estilo es otro.

Ella vive pendiente de su cara y de su figura.

Continuamente se trata la piel, se mata de hambre con dietas leoninas y le obsesionan la pulcritud y la perfección de sus líneas.

– Es decir que está traumatizada.

– ¿Cómo no iba a estarlo? -susurró Page con tristeza aunque se sentía mejor después de haberse explayado.

– El otro día tuve la intuición de que abrigabas una inquina oculta contra tus parientes, por llamarla de algún modo.

Nunca lograba dilucidar si tus críticas eran simples bromas.

– Puedes estar seguro de que no.

Las tengo clavadas como una espina.

¿Debía verlas y preservar mi juicio repudiando sus falacias, o romper del todo con ellas? Es más fácil rehuir los encuentros, pero a veces me resulta imposible.

Thorensen asintió en silencio, entristecido sólo de escucharla.

Una de las enfermeras les comunicó que había una llamada para la señora Clarke.

Page dedujo que sería su madre con alguna pregunta de orden doméstico.

Por supuesto, no iba a hacer ninguna referencia a su enfrentamiento en la cocina, de eso Page estaba segura.

Pero no era Maribelle, sino Brad, y estaba fuera de sí.

– Page -dijo con voz jadeante-, se trata de Andy.

¿Se ha hecho daño? -volvió a sacudirla una oleada de terror.

En los últimos tiempos todo parecía adquirir matices alarmantes, letales.

Estaba constantemente al acecho de malas noticias, de que el desastre se ensañara con sus seres más allegados.

– Se ha ido.

– ¿Qué quieres decir? ¿Has mirado en su habitación? Era ridículo.

¿Cómo iba a marcharse Andy? Lo más probable era que se hubiera dormido arrebujado con Lizzie y Brad no le hubiera visto.

– ¡Claro que he mirado! -chilló Brad-.

Se ha fugado de casa.

Tengo aquí una nota suya.

¿Y qué dice? -Page miró nerviosamente a Trygve y extendió una mano, que él cogió entre las suyas y estrechó con vigor.

– La letra es infernal, pero por lo que he podido descifrar cree que es el único culpable de nuestras desavenencias, que estamos disgustados con él, y se va para que seamos felices.

– Brad hablaba al borde del llanto-.

He llamado a la policía y me han dicho que llegarán en pocos minutos.

Será mejor que vuelvas a casa.

Seguramente Andy nos ha visto pelear.

¡Dios mío, Page! ¿Dónde se ha metido? -No tengo ni idea -dijo ella, inerme y aterrada-.

¿.Le has buscado fuera? Quizá se ha escondido en el jardín.

Lo he registrado todo antes de avisar a la policía.

No está en casa ni en las inmediaciones.

– ¿Sabe mi madre lo ocurrido? -preguntó Page, aunque obviamente no les sería de mucha ayuda.

Brad contestó con una nota de irritación: -Sí.

Según ella, está jugando tranquilamente en casa de un amigo.

A las diez de la noche, y a su edad, es una teoría poco plausible.

– Pero que la define muy bien.

Déjame adivinarlo.

Tras pronunciar su máxima, mi madre te ha asegurado que mañana todo se habrá aclarado y Alexis y ella se han acostado.

Clarke rió a su pesar.

– Al menos, con ellas nunca te llevas sorpresas.

– Hay cosas que no cambian.

¿Podrías venir a casa? -Voy enseguida.

– Page colgó y miró a Trygve-.

Andy se ha ido de casa.

Nos ha dejado una nota diciendo que no quiere que riñamos más y que él es el culpable de todo.

– Las lágrimas anegaron sus ojos mientras evocaba el contenido del mensaje.

Thorensen la abrazó-.

¿Y si sufre algún percance? Los secuestros de niños son frecuentes estos días.

– Era lo único que les faltaba.

Page ya no podía resistir más desgracias.

– Estoy seguro de que la policía lo traerá sano y salvo.

¿Quieres que te acompañe? -No lo considero oportuno.

No podrías hacer nada y tu intervención lo complicaría todo.

Trygve asintió y, a paso ligero, acompañó a Page hasta el coche.

Antes de separarse, la besó y le dio un cariñoso apretón en el brazo.