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– Todo se resolverá, Page.

Le encontrarán en un santiamén.

¡ Oh, Dios! Eso espero.

– Yo también -dijo Trygve, y agitó la mano al alejarse la camioneta.

¡ Vaya nochecita! La policía ya estaba en casa cuando Page llegó.

Un agente anotó toda la información que le dieron sobre los amigos de Andy, a qué hora iba al colegio y qué ropa llevaba aquel día.

Fueron al exterior y peinaron la zona con linternas.

Page les entregó dos fotografías recientes del niño.

Como era de esperar, su madre y Alexis no salieron de sus habitaciones.

La clave de su juego era no afrontar, ni siquiera escuchar, nada que fuese ingrato.

Y eran verdaderas expertas en ello.

De los dormitorios no surgió el más leve ruido.

Los coches de policía patrullaron por el vecindario y poco después regresaron para comprobar si Andy no había aparecido por su propio pie.

En el instante en que se disponían a partir de nuevo, sonó el teléfono.

Era Trygve.

– Tu hijo está aquí -dijo a Page-.

Bjorn le había cobijado en su habitación.

Le he dicho que eso no está bien y él me ha respondido que Andy no volverá nunca a casa porque es muy desgraciado.

Con los ojos humedecidos, Page hizo una señal a Brad.

– Está con Trygve.

¿Por qué? -preguntó Clarke con asombro.

Las chicas eran uña y carne, pero no había ningún Thorensen de la edad de Andy.

– Es amigo de Bjorn.

Ha corrido a su lado porque se siente infeliz con nosotros.

– Los padres de Andy intercambiaron una mirada larga y afligida, y Page se dirigió otra vez a Trygve-.

Ahora mismo iré a buscarle.

– Daba gracias al cielo por haber hallado a su hijo.

Trygve suspiró también con alivio, aunque un poco violento por lo que tenía que decirle.

– Andy no quiere veros.

Page pegó un respingo.

– Pero ¿por qué? -Dice que Brad preferiría que el ausente fuese él en vez de Allie.

Según la versión del niño, esta noche os ha oído discutir por su causa y Brad ha montado en cólera.

– Se ha enfadado conmigo, no con Andy.

Pensaba, erróneamente, que le había contado lo de su amante.

– El no lo ha entendido así.

También ha dicho a Bjorn que cree que su hermana ha muerto y que os habéis confabulado para engañarle.

Está convencidísimo.

Lo lamento, Page, pero tienes que saberlo.

– Debería haber permitido que la viera.

– Es un grave dilema.

Yo de ti habría hecho lo mismo.

Con Bjorn no tenía alternativa, ya que Chloe estaba mejor que Allyson, y además mi hijo ya es mayor.

Su problemática es otra.

– Iré a recogerle.

¿Por qué no dejas que os lo llevemos nosotros? Está tomando una taza de chocolate caliente.

Le acompañaremos en cuanto termine.

– Gracias -dijo Page, conmovida y colgó.

A continuación se lo contó a Brad.

– Tendremos que hablar con él -sugirió él, apesadumbrado.

– Antes debemos centrarnos nosotros.

No podemos continuar así mucho tiempo más.

– Page exhaló un profundo suspiro y añadió-: Lo primero que haré es llevarle a ver a su hermana.

Llamó a la comisaría para anunciar que habían encontrado a Andy en casa de un amigo.

El policía se alegró mucho de la buena nueva.

Media hora más tarde, Andy apareció con Trygve y Bjorn.

Entró en la casa triste y pálido.

Page prorrumpió en llanto al verle.

Le rodeó con brazos maternales y le dijo cuánto habían sufrido y lo mucho que ambos le querían.

– Por favor, no lo hagas nunca más.

Podría haberte sucedido algo terrible.

– Creía que estabais furiosos conmigo -balbuceó el niño entre sollozos, mirando de soslayo a Brad, que no pudo contener sus propias lágrimas.

Los Thorensen ocuparon un discreto segundo plano.

– Ni papá ni yo tenemos nada contra ti -declaró Page-.

Y Allie no ha muerto.

Está muy enferma, tal y como ya te conté.

– Entonces ¿por qué no puedo visitarla? -preguntó el niño con suspicacia, pero esta vez su madre le sorprendió: -La visitarás.

Mañana iremos juntos a verla.

– ¿De veras? ¿No me engañas? Una ancha sonrisa iluminó la cara de Andy.

Todavía no sabía qué le esperaba en la U C I, una Allie inmóvil que no podría hablarle, que ni siquiera físicamente se parecía a la hermana que él recordaba e idolatraba.

Pero necesitaba verla y asumir la realidad, al igual que su madre.

– Pensaba que Allyson estaba muerta -terció Bjorn.

– Lo sé -repuso Page, y le agradeció que se hubiera ocupado de Andy.

– Somos colegas -proclamó el chico con orgullo.

Page les llevó a los dos a la habitación de Andy y Bjorn la ayudó a acostar al pequeño.

Mientras ella daba a su hijo un beso de buenas noches, el joven Thorensen volvió a la cocina en busca de su padre.

– ¿Va a abandonarnos papá? -preguntó Andy cuando su madre hubo apagado las luces.

– Lo ignoro -contestó Page-.

En cuanto lo averigüe, te lo comunicaré.

Pero, pase lo que pase, recuerda que tú no tienes nada que ver.

No estamos enojados contigo, sino entre nosotros.

– ¿Es por culpa de Allie? El niño buscaba un chivo expiatorio.

Lamentablemente, no lo había.

– No es culpa de nadie -trató de explicar Page-.

Ha sucedido y ya está.

– ¿Como el accidente? -inquirió Andy.

Su madre asintió.

– Sí, algo así.

A veces salta la chispa y no hay nada que hacer.

– Siempre me decías que estabais cansados, que por eso perdíais los nervios.

– Y lo estamos, pero también hay otros factores…

factores que no guardan ninguna relación contigo, líos de adultos.

Palabra de honor.

– El niño asintió con la cabeza.

El panorama no era muy alentador, pero la verdad le resultaba más asequible que sus propios temores.

iSe había sentido tan culpable!-.

Te quiero con toda mi alma, Andy.

Y papá también.

El niño echó los brazos al cuello de su madre y le estampó un beso.

– Yo también os quiero.

¿En serio vas a dejarme ver a Allie? -Tenlo por seguro.

Page besó a su hijo y se encaminó hacia la puerta.

Andy le pidió que le enviase a Brad.

Cuando su padre entró en la alcoba, ella fue a despedir a los Thorensen y agradecerles por haber cuidado al pequeño.

Trygve sonrió.

– Que duermas bien -dijo a media voz, cálido, y ella notó cómo se fortalecían sus lazos afectivos.

No tenía secretos para él y, poco a poco, sus familias se iban vinculando.

También Brad notó algo.

De vuelta en la cocina, le lanzó una mirada inquisitiva.

– ¿Qué hay entre vosotros? -preguntó a bocajarro.

– Nada.

De todos modos, ésa no es la cuestión.

– Ya lo sé.

Era mera curiosidad.

Me gusta ese hombre, y he pensado que quizá te sientes atraída por él.

Es un tipo estupendo.

– En las últimas semanas hemos pasado muchas horas juntos en el hospital.

Es un buen padre y un gran amigo.

Brad examinó detenidamente a su mujer, que estaba en el otro extremo de la estancia.

– Yo apenas si te he hecho compañía -murmuró, y desvió con pudor sus ojos llorosos-.

No soporto ver así a mi hija, tan maltrecha, tan deformada.

Está casi irreconocible.

– En efecto.

Yo intento no pensar en ello y preocuparme sólo de atenderla.

Clark asintió con gesto de admiración.

El no poseía el autodominio de Page.

¿Qué vamos a hacer con nuestras vidas? -preguntó, al tiempo que abría la puerta del jardín-.

¿Por qué no hablamos fuera? Así no podrán oírnos.

Page accedió y ambos se sentaron en sendas tumbonas.

Fue él quien tomó la iniciativa.