– ¿Qué, completando ese esquema tuyo? -preguntó mirando por encima del hombro de Laurie.
– Se han producido otros dos casos. Eso hacen seis. Todavía no he hecho las autopsias, pero tienen el mismo perfil. ¿Quieres cambiar de opinión con respecto al tipo de muerte? No sé, pero esto supone un aumento de un cincuenta por ciento.
Riva se echó a reír.
– No lo creo, especialmente si tenemos en cuenta que Toxicología ha dado negativo y que me consta que Peter ha puesto lo mejor de su parte. ¿Cómo está tu madre? Siempre me olvido de preguntar.
– Está evolucionando sorprendentemente bien -repuso Laurie-. Lo que pasa es que no me entero demasiado porque ella se comporta como si no hubiera ocurrido nada.
– Me alegro de que esté mejor. Dale mis mejores recuerdos. ¡Oye! ¿Qué hay de ese nuevo ligue tuyo? Te estás mostrando inhabitualmente discreta.
– Va bien -repuso Laurie vagamente. Riva tenía razón: no había comentado nada acerca de Roger. Descolgó el teléfono antes de que su amiga pudiera seguir haciéndole preguntas y llamó al despacho del depósito. La complació que Marvin respondiera y le dijo que preparara los dos cuerpos, primero el de Sobczyk. Este le contestó con su habitual presteza que la estaría esperando.
– Nos vemos en el foso -dijo despidiéndose de Riva y recogiendo las carpetas de Lewis y Sobczyk.
Mientras bajaba en el ascensor, Laurie se preparó mentalmente para ambos casos, lo cual le resultó fácil puesto que, además de la esperanza, tenía casi asumido que no iba a encontrar nada. Después de cambiarse y enfundarse en el traje lunar, entró en la sala de autopsias; Marvin estaba casi listo. De camino a su mesa, Laurie tuvo que pasar al lado de Jack.
Al reconocerla, este miró el reloj de pared antes de enderezarse ante el seccionado cuerpo de una mujer de avanzada edad. Una porción de sus grises y ensortijados cabellos había sido afeitada para dejar al descubierto la depresión de una fractura de cráneo.
– Doctora Montgomery, se diría que últimamente sigue usted un horario de banqueros. ¡Deje que lo adivine! Apuesto a que la explicación es que se ha pasado la noche haciendo turismo por la ciudad con su nuevo amiguito francés.
– Muy gracioso -gruñó Laurie luchando contra el enfado y las ganas de pasar de largo-; pero la verdad es que te equivocas en las dos cosas: anoche me quedé en casa, y Roger es tan norteamericano como tú o yo.
– Qué curioso. «Rousseau» me suena bastante francés. ¿No estás de acuerdo, Vinnie?
– Sí, pero mi nombre es italiano, y eso no significa que yo no sea norteamericano.
– ¡Cielos, es cierto! -exclamó Jack con fingido arrepentimiento-. Me temo que me estoy precipitando en mis conclusiones. ¡Lo siento!
Laurie estaba molesta por la conducta de Jack y su enfado, fruto de los celos que tan mal disimulaba; pero como estaba en la sala de autopsias con Vinnie prefirió cambiar de tema y señaló a la mujer del cráneo fracturado.
– Parece que ahí tienes una evidente causa de muerte.
– Puede que la causa esté clara, pero el tipo no -contestó Jack-. Los casos como este se están convirtiendo en mi especialidad.
– ¿Te importaría explicarte? -pidió Laurie.
– ¿De verdad te interesa?
– No te lo pediría de no ser así.
– Bueno. La víctima fue desembarcada a toda prisa de un crucero en plena noche. La compañía naviera declaró que una mujer mayor en estado de ebriedad había sufrido una caída de fatales consecuencias en el baño de su camarote; también informó de que no había conductas sospechosas ni violentas. Sin embargo, a pesar de que la mujer pudo haber estado borracha, yo no me lo trago.
– Dime por qué.
– Primero, esa fractura hundida está en la parte superior de la cabeza -contestó Jack dejándose llevar por el calor de la conversación-. A menos que seas contorsionista, es difícil que te hagas una lesión así si te caes en el baño. Segundo y más importante, ¡fíjate en la forma de estos morados bajo los brazos! -Jack señaló un grupo de moretones que Laurie vio claramente al mirar de cerca.
»A continuación, mira las marcas del bronceado de su muñeca y del dedo anular. Esta mujer ha pasado largos ratos al sol con un reloj de pulsera y un gran pedrusco en el dedo. ¿Y a que no lo adivinas? Pues resulta que no se ha encontrado ni relojes ni anillos en su camarote. Tengo que otorgarle el mérito al médico de guardia. A pesar de la hora que era, estaba más que despierto. Ya habían limpiado el baño y el camarote, pero él hizo las preguntas correctas.
– Entonces crees que se trata de un asesinato.
– ¡Desde luego! Y eso a pesar de la opinión contraria de la naviera. Como es natural, me limitaré a informar de lo que he descubierto, pero si alguien me pide opinión, diré que esta mujer fue brutalmente golpeada en la cabeza con algún tipo de martillo, arrastrada por los brazos hasta su camarote mientras seguía con vida, robada y abandonada para que muriera.
– Parece un buen caso para ilustrar que las muertes entre la gente mayor se parecen en algunos casos a las muertes en las que intervienen los malos tratos a menores.
– Es exactamente así. Dado que se espera naturalmente que la gente mayor se muera, hay menos posibilidades de despertar sospechas que si se tratara de personas más jóvenes.
– Es un buen caso del que aprender -comentó Laurie intentando poner buena cara antes de dirigirse a su mesa. A pesar de que la conversación había tenido un tono razonable, no dejaba de ser otra manifestación de lo difícil que iba a ser mantener una charla normal con Jack acerca de su relación por mucho que lo intentara. Sin embargo, esos pensamientos se borraron de su mente tan pronto como vio el cuerpo de Rowena Sobczyk.
– ¿Sospechas que puede haber algo fuera de lo normal en este caso? -le preguntó Marvin.
– No. Creo que va a ser de lo más fácil -contestó Laurie mientras sus expertos ojos empezaban el examen externo.
Su primera impresión fue que la mujer aparentaba ser mucho más joven que sus veintiséis años. Era menuda y de facciones delicadas, casi adolescentes, y tenía un abundante y espeso cabello negro. Su piel estaba libre de imperfecciones y presentaba la palidez mortuoria habitual, salvo en las zonas donde se había acumulado la sangre. Debido a la operación que había sufrido, tenía ambos pies vendados. El vendaje estaba limpio y seco.
Al igual que con McGillin y Morgan, los restos del intento de reanimación seguían en su sitio, incluyendo el tubo endotraqueal y la vía intravenosa. Laurie los estudió atentamente antes de retirarlos. Buscó señales de consumo de drogas pero no encontró ninguna. Retiró los vendajes. Las cicatrices de la operación no presentaban señales de inflamación y solo una mínima supuración.
La parte interna de la autopsia transcurrió igual que la externa: dio negativo en cualquier patología. Concretamente, los pulmones y el corazón eran perfectamente normales. El único hallazgo fueron unas cuantas fisuras en las costillas, resultado de los intentos de reanimación. Como en los demás casos, Laurie se aseguró de tomar las muestras adecuadas para los análisis de Toxicología. Todavía no había perdido la esperanza de que Peter acabara ejerciendo su magia en alguno de aquellos casos.
– ¿Quieres pasar directamente al otro caso? -le preguntó Marvin cuando hubieron acabado de coser a Rowena Sobczyk.
– Desde luego -contestó Laurie, que se dispuso a echar una mano para acelerar la sustitución de cuerpos. Cuando pasó al lado de la mesa de Jack al salir y al volver se aseguró de no vacilar. No quería que sus comentarios volvieran a incomodarla; pero si él la vio, no lo demostró. En esos momentos, la sala funcionaba a pleno rendimiento, con cantidad de gente yendo de un lado para otro, todos con el mismo aspecto enfundados en sus trajes lunares. Gracias al resplandor de las luces del techo, se hacía difícil ver a través de las máscaras de plástico.