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– No mucho, no. Deduzco que salí con Jake Ballard, al menos unos días. Y que ahora mismo estoy liada con Ash. ¿Ash qué, por cierto? No he oído su apellido. -La pregunta le sonó casi cómica.

Casi.

Las cejas de Gordon se alzaron hasta la inexistente línea de su pelo.

– Prescott. Ash Prescott. Fiscal del distrito del condado de Hazard.

– Dios mío, ¿en qué estaría yo pensando?

– Ésa es una de las cosas que no nos has contado -le informó él amablemente-. Ojo, no me sorprendió que Jake te convenciera de que salieras con él. Tiene ese don. Pero, que yo sepa, sólo fueron un par de citas…, y luego conociste a Ash. Y eso sí me sorprendió.

– ¿Por qué? ¿Por mí o por él?

Gordon se lo pensó seriamente.

– Bueno, no creo que sea propio de ti acostarte con un hombre al que conoces desde hace un par de días.

Riley hizo una mueca.

– ¿Tan rápido? Dios mío. No fuimos muy sutiles al respecto, supongo.

– ¿Sutiles? -Él se rio-. Por si no lo has visto hoy, Ash suele conducir un Hummer, Riley. Un Hummer amarillo brillante. Llama bastante la atención cuando está aparcado delante de tu casa por las noches. Y a la gente de esta isla le encanta hablar.

– Genial. -Suspiró, se lo pensó un momento y finalmente optó por no preguntarle si sabía algún detalle más sobre la naturaleza íntima de sus relaciones con Ash Prescott. Eso tenía que averiguarlo por sí sola-. Pero ¿en él te sorprendió? -preguntó.

– ¿Que se liara contigo tan deprisa? Sí.

– ¿Por qué?

– Es difícil decirlo exactamente. No es muy expresivo, pero me daba la impresión de que no era tan susceptible a los encantos de una mujer guapa, sobre todo viviendo en un sitio de playa con tanta carne desfilando a la vista por ahí casi todo el tiempo. Quiero decir que estás muy buena, eso cualquiera que tenga ojos puede verlo, y eres muy sensual cuando te empeñas, pero dudo que fuera eso.

Riley ignoró aquella franca exposición de sus encantos, que había oído otras veces en boca de Gordon y de otros compañeros del ejército, y preguntó:

– ¿Lo hice? ¿Empeñarme? -Tenía que preguntarlo, a la vista de la ropa interior que había descubierto entre sus cosas.

– Te he visto un par de veces más arreglada de lo normal, pero, como te decía, no creo que fuera tu físico lo que impresionó a Ash. Y yo diría que fue él quien fue detrás de ti. Que yo sepa, no hizo falta que nadie le animara. Así que la culpa de conseguir lo que quería es sólo suya. Yo llevo viviendo aquí sólo un par de años, pero no recuerdo que Ash se haya liado nunca con una veraneante. Tan visiblemente, por lo menos.

– Tal vez le apetecía tener un ligue.

Gordon sacudió la cabeza.

– Si quieres mi opinión, yo diría que no es de ésos. Ni tú tampoco, por si tengo que recordártelo.

– Pues parece que es lo que estoy haciendo -masculló ella-. Tener un lío con un hombre de cuyo apellido no me acuerdo.

Gordon frunció los labios en otro gesto característico.

– No te acordabas ni de él ni de Jake, ¿verdad?

– No. Al menos… Tuve un recuerdo fugaz cuando Ash apareció en la escena del crimen. Pero ¿recuerdo conocerlos a Jake o a él? ¿Haber salido con ellos? No. Hay caras dentro de mi cabeza, pero las suyas no aparecieron hasta que aparecieron ellos.

– ¿Y no recuerdas nada que hayas descubierto investigando el caso?

– No recuerdo el caso. O, al menos, estoy teniendo que reconstruir lo que sé, o lo que sabía.

– Eso no es bueno, desde luego.

– Dímelo a mí. -Suspiró; luego se irguió y añadió-: Y lo digo en serio, Gordon. Dímelo. Empezando desde por qué me hiciste venir, qué ha pasado y qué te he contado desde que llegué.

– Quieres encajar las piezas. ¿Con la esperanza de que algo despierte tus recuerdos?

– Cuento con ello. Porque Bishop espera un informe diario. Y si no le convenzo de que lo tengo todo controlado, el viernes me sacará del caso. Puede que antes, teniendo en cuenta que ha habido un asesinato.

Con otro suspiro, añadió:

– Además, por lo visto tengo otra cita con Ash dentro de dos horas. Para cenar. Estaría bien recordar de qué hemos hablado hasta ahora, para no repetirme. Y también recordar por qué empecé a acostarme con él, porque, por lo poco que recuerdo, dudo que se contente con un beso de buenas noches en la puerta.

– Deduzco que no quieres contárselo ni despertar sus sospechas volviéndote una estrecha de repente.

– La respuesta a lo primero es no porque aún no sé dónde encaja Ash en todo esto. En cuanto a lo otro, hacerme la estrecha resultaría un poco raro a estas alturas, ¿no te parece? A no ser que… No me estaba haciendo pasar por otra, ¿verdad, Gordon?

– No, no lo creíste necesario. Como estabas sola y tenías vacaciones, decidiste venir a visitar a un ex compañero del ejército. Estabas aquí abiertamente como agente del FBI, así que ¿para qué disfrazarlo y adornarlo?

– Tiene sentido. Conviene simplificar las cosas, siempre que sea posible.

– Que es lo que tú hiciste. No, nena, estabas siendo tú misma, y hacerte la mojigata no es tu estilo, desde luego.

Ella asintió con la cabeza.

– Así que tengo que moverme a tientas, y perdón por la expresión, en una relación de pareja que no recuerdo haber empezado.

Gordon la miró fijamente.

– ¿Y?

La conocía demasiado bien.

– Y no puedo confiar en mis sentidos. En ninguno, no sólo en los parapsicológicos. Está todo…, borroso y lejano. Por primera vez en mi vida, no tengo ninguna ventaja. Y eso me da mucho miedo.

*****

De haber sido por ella, no habría salido a cenar con Ash esa noche. Había comentado que quizá debiera anteponer la investigación de un asesinato tan horrendo a su vida social, pero, como le había recordado Ash tranquilamente, no podía hacer gran cosa hasta que se completara la autopsia y se analizaran las pruebas forenses, nada de lo cual era especialidad suya.

Jake había propuesto que se reunieran en el departamento del sheriff, pero Riley no había tenido más remedio que darle la razón a Ash, aunque a regañadientes: especular interminablemente, sin pruebas ni datos a mano, sería poco productivo.

Lo mejor era empezar de cero a la mañana siguiente.

Lo cual significa, claro está, que tendría que pasar aquella noche moviéndose a tientas, medio a ciegas, entre los matices de una relación que, al parecer, desde hacía casi dos semanas era una relación de amantes.

De amantes apasionados, si su reacción física al ver a Ash y aquel único recuerdo que había tenido eran un indicio a tener en cuenta.

Mientras se preparaba para que Ash fuera a recogerla justo antes de las ocho, no le preocupaba mucho su capacidad para comportarse como él esperaba durante la cita. Ésa era la parte fácil, al menos para ella. Siempre había sido capaz de adaptarse a cualquier situación, de parecer y actuar como si siempre estuviera en el lugar que le correspondía, con independencia de lo que le pasara por dentro.

Y en este caso, lo que le pasaba por dentro se contradecía mucho más de lo normal con su aparente serenidad.

Mariposas.

Grandes mariposas. Con garras.

Toda aquella situación la perturbaba profundamente, porque no era propio de ella entablar relaciones íntimas con nadie en el curso de una investigación, y mucho menos meterse en la cama con un hombre cuyo carácter, indudablemente, no había tenido tiempo de juzgar.

– Dime que no es malo, Gordon.

– Es fiscal, Riley, de una pequeña localidad del sur. ¿Cómo va a ser malo?

– No me hagas esa pregunta, hombre. Los peores asesinos en serie que he conocido actuaban en sitios pequeños.

– Puede que sí, pero dudo que Ash sea un asesino en serie. Ojo, no estoy diciendo que no tenga su lado malo. Y se dice que de pequeño era un auténtico demonio. Pero por aquí se le respeta, eso lo sé.