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Fue Jake quien dijo:

– Que alguien no quería que la sangre se coagulara rápidamente.

– Sigo sin entenderlo -se quejó Leah.

– Probablemente significa -dijo Riley- que la sangre que bebió la víctima, ya fuera voluntariamente o por la fuerza, no era fresca. Alguien la había guardado con ese fin. Quizá durante un tiempo.

Leah hizo una mueca.

– Un cubo de sangre. Qué asco.

– ¿Tanta era? -preguntó Ash.

– Sí. Por lo menos un litro -respondió Riley-. Mucho más de la que se usa en cualquier ritual que yo conozca.

– Y más de la que cualquiera podría tragar sin vomitar una parte, diría yo -comentó Ash.

Riley volvió a mirar el informe del forense.

– Había pequeñas abrasiones en la parte interna del esófago. Yo apostaría algo a que usaron un tubo. Seguramente mientras la víctima estaba inconsciente. Le metieron directamente la sangre en el estómago. Y dudo que después viviera lo suficiente para vomitarla.

– Entonces, ¿qué sentido tiene? -preguntó Jake-. Llenarle el estómago de sangre y luego decapitarle… ¿para qué?

– No lo sé -contestó Riley-. Pero tiene que haber una razón. En los rituales, la sangre representa la vida, el poder. La sangre humana mucho más que la de un animal.

Los pensamientos de Riley iban por otros derroteros.

– ¿Quieres decir que lo que he oído contar es cierto? ¿Que en los rituales ocultistas se usa sangre humana?

– En algunos rituales ocultistas o satánicos, sí, muy raramente. Pero el donante o donantes ofrecen voluntariamente una cantidad mínima de sangre como parte de la ceremonia. Normalmente pinchándose un dedo, o haciéndose un corte en la palma de la mano. Es algo simbólico. Nadie se desangra hasta morir.

– ¿Y esta vez sí? Me refiero a otra persona, aparte del hombre que encontramos en el bosque.

Riley frunció ligeramente el ceño mientras miraba la carpeta cerrada que tenía enfrente, sobre la mesa.

– Como os decía, había al menos un litro de sangre en su estómago. Era toda del mismo grupo sanguíneo, así que es probable que perteneciera a la misma persona, aunque no podemos estar seguros sin hacer pruebas de ADN. Pero, si procedía toda de la misma persona, es mucha sangre para perderla de una vez.

– ¿Demasiada? -preguntó Leah.

– ¿Podría alguien perder tanta sangre y sobrevivir? Sin duda. Hay entre cinco y seis litros en el cuerpo humano, dependiendo de la estatura y el peso. Perder un litro es grave, pero no necesariamente mortal, sobre todo si se debió a una sangría ritual y no a una herida traumática.

– El caso es que al menos una parte salpicó también los alrededores. -Jake inclinó la cabeza cuando Ash le miró-. Ahí hay dos tipos de sangre. La mayoría es de la víctima, pero una parte es, por lo visto, del mismo donante del que procedía la que había en el estómago de la víctima. No hay forma de calcular cuánta, sobre todo porque la tierra absorbió gran cantidad. Pero yo apostaría a que había más de un par de litros.

– Entonces es probable que haya otra víctima de asesinato que no hemos encontrado aún.

– Puede que sí. -Riley seguía con el ceño fruncido-. O puede que no. Puede que el asesino necesitara el anticoagulante porque iba a tardar en extraer tanta sangre sin matar al donante. O donantes. Seguramente pudo extraer un poco cada día durante varios días sin ponerle en peligro, si tuvo cuidado y sabía lo que hacía.

– Entonces, ¿buscamos a una persona con anemia? -preguntó Ash.

– A falta de una segunda víctima. O una primera víctima, mejor dicho. -Riley miró al sheriff-. ¿Ha habido suerte? ¿Habéis encontrado algún patrón reconocible en las manchas de sangre de la escena del crimen?

– De momento, nada. Melissa dice que el programa no ha acabado el análisis todavía, pero tiene la impresión de que no hay nada que encontrar.

– Era una posibilidad remota. -Riley se encogió de hombros.

– ¿Qué habrías esperado, si hubiera un patrón? -preguntó Ash.

– Bueno, al asesino, sea quien sea, parece que le gustan las señales. Así que habría esperado otra señal o un símbolo.

– ¿Aquí están los adoradores del diablo? -sugirió Jake con sorna.

– Algo parecido. Sutiles no son.

– ¿Son? -preguntó Leah. Luego sacudió la cabeza-. Claro… Sería un grupo, ¿no?

– Probablemente. En casi todas las religiones hay fieles que profesan sus creencias en solitario, pero para cualquier ritual de importancia tiene que haber más de uno. Hasta una docena de participantes, posiblemente.

– La conspiración para el asesinato -comentó Ash en tono neutro- es un delito muy infrecuente.

– Ellos no lo considerarían un asesinato -dijo Riley.

– De todas formas, que un grupo de gente guarde un secreto así ¿hasta qué punto es probable?

– Si practican el satanismo, es muy probable. O al menos muy posible. Ash, esos grupos sólo pueden sobrevivir si mantienen en secreto sus actividades poco convencionales. Y eso lo aprenden enseguida. Van demasiado contracorriente para que la sociedad los tolere, y no digamos para que los acepte.

Leah se sorprendió levemente.

– ¿Es que necesitan que la sociedad los acepte?

– Si viven dentro de una comunidad, sí, claro. Su religión es solamente una parte de sus vidas. Van a la compra, salen a comer, van al cine y al teatro, normalmente mandan a sus hijos al colegio… No es infrecuente que algunos sean funcionarios, sobre todo a nivel local. Así que, en general, suelen mantener en secreto sus prácticas ocultistas.

Ash había fruncido el ceño.

– Pero has dicho que la persona a la que buscamos en este caso no está siendo muy sutil. ¿Intencionadamente?

– Quizá. O puede que esté muy ansiosa. Era un sitio muy público para un ritual -dijo Riley-. Sobre todo para un ritual de importancia que incluía un sacrificio. Si a eso añadimos los incendios provocados y todas esas señales y símbolos… O bien está actuando con descaro premeditado o bien es muy descuidado. En cualquier caso, se mueve muy deprisa. Demasiado deprisa, quizá, como para evitar errores.

– ¿Alguna idea de en qué pudo consistir ese importante ritual? -le preguntó Jake-. Has dicho que estas cosas tenían un propósito, ¿no? ¿Qué propósito puede haber en torturar a un hombre y cortarle luego la cabeza?

Riley negó con un gesto y repitió su respuesta anterior.

– No lo sé. Aún.

Jake asintió como si se lo esperara.

– Bueno, mientras tú trabajas en eso, yo tengo a alguna gente investigando a ese grupo de la casa de los Pearson. Porque, que yo sepa, son los únicos en esta zona que adoran a Satán.

– Abiertamente, al menos -murmuró Riley.

El sheriff ignoró su comentario.

En cuanto tengamos la información, seguramente dentro de un par de horas, pienso ir a hablar con esa gente. ¿Me acompañas?

– No me lo perdería.

– Está bien -dijo Ash en cuanto se quedaron solos en la sala de reuniones-. He hecho lo que me has pedido. Me he metido en la investigación. Ahora, ¿quieres decirme para qué?

Riley sintió un leve sobresalto y su mente comenzó a funcionar a toda velocidad. No recordaba haberle pedido que hiciera nada parecido y, desde que se había despertado sin recordar las doce horas anteriores, había estado demasiado angustiada para preguntar (o incluso para preguntarse) por qué Ash la había acompañado al departamento del sheriff.

No dudaba de que él le estaba diciendo la verdad, pero ignoraba por qué se lo había pedido. A no ser que…

– ¿Riley? Mira, no voy a hacerme ilusiones pensando que necesitas que te lleve de la mano, pero…

– La verdad -dijo ella lentamente- es que creo que tal vez sí lo necesite. En cierto modo.