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– No, se fueron hace un rato.

– ¿Adónde?

– No me lo dijeron.

El ceño de Jake se convirtió en una mueca de enfado.

– Pues averígualo, maldita sea.

Leah no preguntó ni le llevó la contraria; se limitó a asentir con la cabeza y salió del despacho para obedecer la orden. Llevaba el tiempo suficiente trabajando como ayudante de Jake Ballard como para reconocer indicios de un estallido de cólera, y aunque rara vez perdía por completo los nervios, cuando eso pasaba no era un espectáculo agradable.

Regresó a su mesa. Estaba casi sola en la oficina: casi todos los ayudantes estaban fuera, yendo de casa en casa. Probó primero con el móvil de Riley, pero no se sorprendió cuando le saltó el buzón de voz.

– No sé por qué se molesta en llevar un móvil -masculló al colgar sin dejar mensaje-. Parece que nunca funciona.

Un inconveniente de tener poderes parapsicológicos, le había explicado Riley. Era algo relacionado con la energía electromagnética. Por lo que Leah había entendido, era como si Riley fuera por ahí con su propia carga estática incorporada. Hasta tenía que llevar las tarjetas de crédito en una funda especial, y las fundas de móvil diseñadas por la UCE sólo funcionaban parcial y esporádicamente, porque los teléfonos tenían que poder mandar y recibir señales para ser útiles.

Era difícil, suponía Leah, dar con un modo de proteger un aparato de la energía electromagnética cuando dicho aparato requería dicha energía para funcionar.

Estaba hurgando entre el desorden de su mesa, en busca de la tarjeta que le había dado Ash ese mismo día con su número de móvil, cuando el ayudante que se encargaba del mostrador de recepción se acercó a ella.

– Oye, Leah, puede que tengamos algo.

Miró a Tim Deviney con las cejas bien arqueadas.

– ¿Sí? ¿Yendo de casa en casa?

El asintió con la cabeza.

– Hay un tipo que tiene alquilada una casa y que no contesta a la puerta, y los vecinos no le han visto por lo menos desde el fin de semana. El equipo ha estado allí dos veces y nadie responde. No hay ni rastro de él.

Leah frunció el ceño.

– ¿Está solo? ¿Estaba en nuestra primera lista?

– No, los de la inmobiliaria creían que había venido con su familia, y la casa es de las grandes, así que no tenían ni idea de que estaba solo.

– ¿Sabemos su nombre? -preguntó ella.

– Sí. Tate. Wesley Tate.

Capítulo 14

Pasados unos segundos, Ash soltó un breve suspiro.

– Está bien. Tienes razón. Tienes más derecho que yo a estar enfadada.

– Gracias.

Se miraron el uno al otro y luego, por fin, Ash sonrió.

– Así que has decidido confiar en mí, ¿eh?

Consciente de que el ayudante del sheriff los observaba, Riley bajó de nuevo la voz.

– Bueno, a fin de cuentas estaba acostándome contigo. No sé si lo sabes, pero no tengo costumbre de acostarme con hombres a los que apenas conozco.

– Eso dijiste.

Ella le miró entornando los ojos.

– ¿Te importaría decirme por qué contigo hice una excepción?

La sonrisa de Ash se hizo más amplia.

– ¿Sabes?, creo que voy a esperar un poco, a ver si recuperas esa parte de tu memoria.

– Cabrón.

– He dicho que tienes más derecho que yo a estar enfadada, no que ya no esté enfadado. Eres toda una actriz, Riley. Puede que con el tiempo me haya dado cuenta de que pasaba algo, pero ni se me ha pasado por la cabeza que fuera un extraño para ti.

Ella se aclaró la garganta.

– Un completo extraño, no. Puede que mi memoria esté fuera de servicio, pero otras partes de mi cuerpo se… Digamos simplemente que recordé algunas cosas antes que otras.

– Sí, en la cama congeniamos desde el principio -dijo él-. Me habría ofendido gravemente si lo hubieras olvidado.

– Seguro que sí.

– Cosas de hombres.

– Aja. Bueno, mientras tú te das golpes de pecho, yo voy a ver si capto algo en la escena del crimen.

Él se puso serio.

– Riley -dijo-, no me hace falta saber mucho de facultades parapsicológicas para darme cuenta de que esto no es una buena idea.

– Seguramente no, pero es lo único que se me ocurre ahora mismo. -Sacudió la cabeza-. Mira, Gordon no pudo decirme gran cosa porque yo no le había contado casi nada. Nunca tomo notas ni voy redactando un informe durante una investigación. He empezado a hacerlo aquí, por si acaso mi mente está más dañada de lo que creía. Así que no dejé precisamente un rastro de miguitas de pan que pudiera seguir después. No sé qué está pasando. No sé qué he descubierto estas últimas semanas. Lo único que sé es que alguien me atacó y que un hombre ha muerto.

– ¿Y tu jefe te dejó aquí sin refuerzos?

Riley le explicó brevemente lo ocupado que estaba el resto del equipo con otros casos y añadió:

– Bishop quería que volviera a Quantico, pero conseguí hacerle cambiar de idea. Tengo que informarle todos los días, y quiero tener unas cuantas respuestas que ofrecerle cuando le llame hoy. Si no, cuando se entere de lo que pasó ayer…

– ¿Qué pasó ayer?

«Mierda.»

– Perdí unas horas más -reconoció ella de mala gana.

– ¿Qué?

– Ya me has oído. Unas doce horas, esta vez. Desde ayer por la tarde hasta esta mañana.

– Riley, anoche parecías estar perfectamente bien.

– Ya me lo imagino. Es obvio que funcionaba normalmente. Estuve trabajando con el ordenador, redactando ese maldito informe. Pero no recuerdo haberlo hecho.

– Dios mío. ¿Te importaría explicarme por qué no estás en un hospital?

– En un hospital no sabrían qué hacer conmigo. Ash, casi lo único que sabe la ciencia médica del cerebro humano es que no sabe para qué se usa en su mayor parte. Y hasta donde ha podido determinar la UCE, ésa es probablemente la parte que usamos las personas con capacidades parapsicológicas.

El había fruncido el ceño.

– ¿Me estás diciendo que un examen médico no mostraría ninguna alteración orgánica que explique tu amnesia?

– Te estoy diciendo que no me dirían nada que no sepa ya. Y que esto no es algo que pueda curar un médico poniéndome una venda y mandándome a casa con una receta.

– Riley…

– Mira, vas a tener que confiar en mí. Fuera lo que fuese lo que me hizo esa pistola eléctrica, la medicina no puede arreglarlo. Quizá sea capaz de aclarar qué está pasando si puedo recuperar la clarividencia y usar mi cerebro y mis sentidos como siempre he podido. Quizá.

– Pero no hay garantías.

– No.

– Podrían empeorar las cosas.

– Ése es un resultado tan probable como otro cualquiera -reconoció ella.

– ¿Por eso has decidido contarme la verdad por fin? ¿Porque te da miedo empeorar, perder más tiempo? ¿Es eso lo que temes?

– Confío en que no haya ningún problema, claro. Pero si lo hay, si pierdo más tiempo, necesitaré a alguien que me siga la pista. -Riley tomó aire y exhaló despacio-. No sé qué puede pasar si consigo recuperar la clarividencia. Puede que nada. Puede que ese sentido haya desaparecido por completo. De momento no he podido recuperarlo, desde luego.

Ash la estrechó entre sus brazos.

Riley se sorprendió un poco, pero se descubrió pasando los brazos alrededor de su cintura y experimentó una trémula sensación de alivio.

Quizás no estaba tan sola como creía.

– Saldremos de ésta -le dijo él-. Y pienses lo que pienses, eres mucho más que una persona con poderes paranormales.

– ¿Intentas prepararme por si acaso no me recupero? -murmuró ella.

– Eso sólo es una parte de ti, Riley. No todo tu ser.

– Si tú lo dices.

Él la mantuvo enlazada con un brazo mientras atravesaban el parque de los perros, en dirección al hueco de la valla.

– Ahora te toca a ti confiar en lo que te digo. Además, me preocupan mucho más esas lagunas de memoria.