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– Vinimos corriendo cuando tu cabeza se estrelló contra el suelo. Ponlo aquí, papaíto. ¿Puedo enseñarle al pequeño bribón como luchar?

Hollywood tendió su mano, y cuando Zsadist la tomó la sostuvo para estrechársela, Wrath se acuclilló.

– Enhorabuena, hermano mío. Que las bendiciones de la Virgen estén sobre ti, tu shellan y tu hijo.

Para el momento en que Vishous y Butch ofrecieron sus elogiosas palabras, Z estaba sentado. Enjugándose. Dios, era tan pánfilo llorando sobre sí mismo. Mierda. Buena cosa que ninguno de ellos parecía advertirlo. Tras respirar profundamente, miró a su alrededor buscando a Phury… y allí estaba su gemelo.

En los dos meses desde la noche en que Phury saliera con esa lesser, su pelo ya le había crecido hasta su línea de la mandíbula, y la cicatriz que él había puesto sobre su cara se había difuminado. Pero sus ojos eran opacos y tristes. Y estaban tristes también ahora.

Phury se adelantó y todo el mundo se quedó quieto.

– Me encantará ser tío -dijo él lentamente-. Estoy tan feliz por ti, Z. Por ti también… Bella.

Zsadist agarró la palma de Phury y la apretó tan fuerte que podía sentir los huesos de su gemelo-. Vas a ser un buen tío.

– ¿Y quizás el Guardián? -sugirió Bella.

Phury arqueó la cabeza.

– Me honraría ser el Guardián del pequeño.

Fritz se apresuró a entrar con una bandeja de delgadas copas aflautadas. El doggen estaba entusiasmado y muy excitado de felicidad.

– Para brindar por la ocasión.

Las voces variaron y se mezclaron y las copas fueron pasadas y sonaron risas. Zsadist miraba a Bella cuando alguien le puso una copa en la mano.

– Te amo -murmuró él. Ella sonrió volviéndose hacia él y presionando algo en el interior de su mano. Su collar.

– Llévalo siempre encima -murmuró ella-. Para la buena suerte.

El besó su mano.

– Siempre.

Wrath se levantó precipitadamente en toda su altura, elevando su champaña, e inclinando hacia atrás la cabeza. Con una tremenda, estruendosa voz, gritó tan alto, que habrías podido jurar que las paredes de la mansión temblaron.

– ¡Por el pequeño!

Todo el mundo se puso en pie, elevaron sus copas, y gritaron con toda la fuerza de sus pulmones.

– ¡Por el pequeño!

Ah, sí… Seguramente su coro de voces era audaz y lo bastante ensordecedor para llegar a oídos de la Virgen Escriba. Lo cual era precisamente como mandaba la tradición.

Un apropiado y próspero brindis, pensó Z mientras tiraba de Bella hacia abajo para besarla en la boca.

– ¡Por el pequeño! -gritó la casa una vez más.

– Por ti -dijo contra los labios de Bella-. Nalla.

CAPÍTULO 50

– Si, bueno, podría haberlo hecho sin la parte del desfallecimiento -murmuró Z cuando tiró hacia la calzada de la segura casa en la que vivía la familia de Bella-. Y todo eso de vociferar la habitual rutina de -mis-ojos-rojos, también. Definitivamente podría haber pasado de eso. Cristo.

– Pensé que eras muy dulce.

Con un gemido paró el motor, palmeó su SIG Saber, y dio la vuelta para ayudarla desde el Escalade. Maldición. Ella ya tenía la puerta abierta y estaba caminando en la nieve.

– Espérame -cortó él, agarrándola del brazo.

Ella le disparó una mirada fija.

– Zsadist, si continúas tratándome como una copa de cristal, voy a volverme loca en los próximos dieciséis meses.

– Escucha, mujer, no quiero que resbales sobre este hielo. Llevas tacones altos.

– Oh, por amor el Amor de la Virgen…

Él cerró su puerta del coche, la besó rápidamente, entonces le puso el brazo alrededor de la cintura y la condujo al camino principal de una gran casa estilo Tudor. Exploro la yarda cubierta de nieve, el dedo del gatillo le picaba como el infierno.

– Zsadist, quiero que dejes la pistola a un lado antes de conocer a mi hermano.

– No hay problema. Estaremos en la casa para entonces.

– No vamos a aventurarnos allí. Estamos en medio de ninguna parte.

– Si piensas que voy a tomar incluso la más ligera oportunidad contigo y mi hijo, estás perdiendo la cabeza.

Sabía que estaba siendo sobre protector como el infierno, pero no podía evitarlo. Era un hombre emparejado. Con una mujer embarazada. Había algunas pocas cosas, sobre el planeta, más agresivas o peligrosas. Y esos bastardos se llamaban huracanes y tornados.

Bella no discutió con él. En vez de ello sonrió y cubrió la dura mano sobre su cintura con una de las suyas.

– Supongo que deberías ser cuidadoso con lo dices.

– ¿Qué quieres decir? -La movió frente a él cuando llegaron a la puerta, bloqueándola con su cuerpo. Odiaba el porche iluminado. Los hacía demasiado llamativos. Cuando apagó la cosa con su mente, ella se rió-. Siempre te quise a ti para emparejarme.

El le besó el lado del cuello.

– Bueno, obtuviste tu deseo. Estoy profundamente emparejado. De manera profundamente emparejada. Profunda, profunda, ultra.

Cuando se inclinó hacia delante y golpeó con el llamador de cobre, su cuerpo entró en completo contacto con el de ella. Ella hizo un pequeño sonido de ronroneo desde lo profundo de su garganta y se restregó contra él. Él se congeló.

Oh, Dios. Oh… no, él estaba instantáneamente erecto. Todo lo que había hecho era captar un pequeño movimiento de ella y tenía una enorme erección.

La puerta se abrió de golpe. El esperaba ver un doggen al otro lado. En vez de eso allí estaba una alta, esbelta mujer con el pelo blanco, un largo vestido negro y un montón de diamantes.

Mierda. La madre de Bella, Z ocultó el arma en la pequeña pistolera de su espalda y se aseguró que su chaqueta de doble pecho estuviese abotonada hasta abajo. Entonces unió sus manos justo enfrente de su cremallera.

El se había vestido tan conservadoramente como era posible, con el primer traje que había usado nunca. E incluso calzaba un par de lujosos mocasines. Había querido llevar un cuello alto para cubrir la cinta esclava de su garganta, pero Bella había prohibido eso, y suponía que ella tenía razón. No había ocultado lo que había sido, y allí no lo haría. Además, no importaba que estuviese vestido igual, y aunque fuese un miembro de la Hermandad, la glymera nunca lo aceptaría -no sólo por que había sido usado como esclavo de sangre, sino por lo que parecía.

Aunque, la cosa era, que Bella no tenía ninguna utilidad para ellos, y él tampoco. Así que iba a intentar montar un espectáculo cortés para su familia.

Bella se adelantó.

– Mahmen.

Cuando ella y su madre se abrazaron formalmente, Z entró en la casa, cerró la puerta, y miró alrededor. La mansión era formal y rica, propia de la aristocracia, pero él no daba una mierda por las cortinas y el papel pintado. Lo que aprobó eran los contactos de seguridad de litio en todas las ventanas. Y los receptores laser en los umbrales. Y los detectores de movimiento sobre el techo. Enormes puntos por todo eso. Enormes.

Bella dio un paso atrás. Estaba rígida junto de su madre, y él podía ver el por qué. Era obvio por el vestido y todos esos diamantes que la mujer era una aristócrata de corazón duro. Y los aristócratas tendían a ser tan acogedores como un montón de nieve.

– Mahmen, este es Zsadist. Mi compañero.

Z se preparó cuando su madre le echó un vistazo de la cabeza a los pies. Una.

Dos… y si, una tercera vez.

Oh, tío… Esta iba a ser una tarde realmente larga.

Entonces se preguntó si la mujer sabía que él había dejado también embarazada a su hija.

La madre de Bella se adelantó y él esperó a que ella extendiese una mano. Ella no le ofreció nada. En vez de eso sus ojos se humedecieron.

Fantástico. ¿Ahora que iba a hacer?

La madre de ella cayó a sus pies, su vestido negro ahuecado alrededor de esos lujosos mocasines que llevaba.