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Cuando terminó, lamió las señales del pinchazo para iniciar el proceso de curación y para que no se desangrara. Entonces le colocó rápidamente el collar para ocultar el mordisco, limpió sus recuerdos y la envió de vuelta al club.

A solas, de nuevo, se apoyó contra los ladrillos. La sangre humana era tan débil, apenas conseguía lo que necesitaba, pero no podía hacerlo con las mujeres de su propia especie. No otra vez. Nunca.

Alzó la vista hacia el cielo. Las nubes que antes habían traído las ráfagas, se habían ido y entre los edificios se podía ver un trocito del claro acerico de estrellas. Las constelaciones le decían que solo tenía dos horas para permanecer fuera.

Cuando tuvo la fuerza necesaria, cerró los ojos y se materializó en el único lugar en el que quería estar.

Agradecía a Dios que aún tuviera suficiente tiempo para ir allí. Estar allí.

CAPÍTULO 3

John Matthew gimió y rodó hasta quedar de espaldas en la cama.

La mujer siguió su ejemplo, sus pechos desnudos presionaron sobre su descubierto, amplio pecho. Con una sonrisa erótica, ella alcanzó abajo entre las piernas de él y encontró su pesado dolor. Él echó la cabeza hacia atrás y gimió mientras le apretaba su erección arriba y abajo. Cuando él agarró sus rodillas, ella empezó a montarlo lentamente.

Oh, sí…

Con una mano jugaba con sigo misma, con la otra lo atormentaba, pasando la palma de su mano sobre los pechos y subiendo hasta su cuello, cogiéndose el largo, rubio pelo con ella mientras se corría. Su mano se movió más arriba a su cara, y luego su brazo estuvo sobre su cabeza, un arco lleno de gracia de carne y hueso. Ella se arqueó hacia atrás y sus pechos sobresalieron, los duros pezones dilatados, sonrosados. Su piel era tan pálida que parecía nieve fresca.

– Guerrero -dijo ella, rechinando los dientes. ¿Puedes manejar esto?

¿Manejar? Maldición, podía. Y entonces cuando estaban dejando claro quien manejaba qué, él agarró sus muslos y empujó sus caderas hasta que ella gritó.

Cuando se retiró, ella le sonrió, montándolo más y más rápido. Ella era hábil y apretada, y su erección estaba en el cielo.

– ¿Guerrero, puedes manejar esto? -Su voz era más profunda ahora por el esfuerzo.

– Infierno, sí -gruñó. Amigo, la segunda vez que se corriera, iba a darle la vuelta y empujar dentro de ella una vez más.

– ¿Puedes manejar esto? -Ella lo bombeó aún más duro, ordeñándolo. Con su brazo todavía sobre su cabeza, ella lo montaba como a un toro, corcoveando sobre él.

Esto era gran sexo… imponente, increíble, grandioso…

Sus palabras comenzaron a combarse, deformarse… cayendo bajo el registro de una hembra. ¿Puedes manejar esto? John sintió una frialdad. Algo estaba mal.

– ¿Puedes manejar esto? ¿Puedes manejar esto? -De repente la voz de un hombre salía de su garganta, la voz de un hombre que se burlaba de él-. ¿Puedes manejar esto?

John luchó para tirarla, pero ella estaba atada a él como si tuviera abrazaderas, y el joder no se pararía.

– ¿Crees que puedes manejar esto? ¿Crees que puedes manejar esto? ¿Crees que puedes manejar esto? -La voz masculina gritaba ahora, rugiendo desde la cara de la hembra.

El cuchillo vino hacia John desde encima de la cabeza de ella… solo que ella era un hombre ahora, un hombre con la piel blanca y el pelo pálido y ojos del color de la niebla. Mientras la hoja relucía como plata, John alcanzó a bloquearla, pero su brazo no era musculoso como antes. Estaba delgado, demacrado.

– ¿Puedes manejar esto, guerrero?

Con una cuchillada llena de gracia, la daga dio directamente en el medio de su pecho. Un dolor ardiente se encendió donde le había penetrado, el violento ardor derramándose a través de su cuerpo, rebotando por el interior de su piel hasta que estuvo vivo con agonía. Jadeó y se ahogó en su propia sangre, ahogado y amordazado hasta que nada entró en sus pulmones. Aferrándose, luchó contra la muerte que venía por él…

– ¡John! ¡John! ¡Despierta!

Sus ojos se abrieron de golpe. Su primer pensamiento fue que su cara dolía, aunque no tuviera ni idea de por qué, ya que había sido apuñalado en el pecho. Entonces se dio cuenta de que su boca estaba abierta tensamente, acomodando lo que habría sido un grito si él hubiera nacido con una caja de voces. Tal como estaba, todo que lo que iba a hacer era soltar una corriente estable de aire.

Entonces sintió las manos… manos que inmovilizaban sus brazos. El terror volvió, y en lo que fue para él una oleada increíble, lanzó su pequeño cuerpo fuera de la cama. Aterrizó de cara, su mejilla patinando sobre la alfombra.

– ¡John! Soy yo, Wellsie.

La realidad volvió con el sonido del nombre, sacándolo del histerismo como una palmada.

Oh, Dios… Estaba bien. Él estaba bien. Estaba vivo.

Se lanzó a los brazos de Wellsie y enterró su cara en su largo pelo rojo.

– Está bien. -Ella lo empujó a su regazo y acarició su espalda-. Estás en casa. Estás a salvo

Casa. Seguridad. Si, después de solo 6 semanas estaba en casa… la primera que él había tenido alguna vez después de crecer en el orfanato de Nuestra Señora y en casuchas hasta que tuvo 16. Wellsie y Tohrment eran el hogar.

Y no estaba solamente a salvo, lo había comprendido. Infiernos, había aprendido la verdad sobre si mismo. Hasta que Tohrment había venido y lo había encontrado él no había sabido porque siempre había sido siempre diferente de la otra gente o por qué él era tan flacucho y débil. Pero los vampiros masculinos eran así antes de que pasaran a través de la transición. Incluso Tohr, quien era un miembro hecho y derecho de la Hermandad de Daga Negra, al parecer había sido pequeño.

Wellsie inclinó la cabeza de John hacia arriba.

– ¿Puedes contarme que era?

El sacudió la cabeza y la enterró más profundamente en ella, apretándola tan fuerte que estaba sorprendido de que pudiera respirar.

Zsadist se materializó delante de la granja de Bella y maldijo. Alguien había estado en el lugar otra vez. Había huellas frescas de neumáticos en la nieve pulverizada del camino de entrada y huellas a la puerta. Ah, mierda… Allí había muchas huellas, tanto hacia adelante y como hacia atrás, como si cualquier coche hubiera aparcado allí y parecía como si las cosas estuvieran siendo movidas.

Esto lo hizo sentirse inquieto, como si pequeñas cosas de ella estuvieran desapareciendo.

Infierno santo. Si su familia desmontaba la casa, él no sabía donde iría para estar con ella.

Con una mirada dura, miró fijamente al pórtico delantero y a las ventanas largas de la sala de estar. Tal vez él debería recoger algo de ella para él. Esto sería una hacer una putada, porque entonces, no estaría por encima de ser un ladrón.

Otra vez, se preguntó sobre la familia de ella. Sabía que eran aristócratas de la clase social más alta, pero eso era todo, y no quería conocerlos para averiguar más. Incluso en su mejor día, él era horrible de mierda con la gente, pero la situación con Bella lo hacía peligroso, no solamente repugnante. No, Tohrment era el enlace con sus lazos de sangre, y Z era siempre cuidadoso de no encontrarse con ellos.

Fue alrededor de la parte trasera de la casa, entró por la cocina, y apagó la alarma de seguridad. Como hacía cada noche, comprobó sobre sus peces primero. Escamas de comida estaban esparcidas encima del agua, prueba de que alguien los había cuidado. Estaba muy cabreado de que alguien le hubiera robado la oportunidad

La verdad era, que pensaba en esa casa como su espacio ahora. La había limpiado después de que hubiera sido secuestrada. Había regado las plantas y había cuidado de los peces, Había andado por los pisos y por la escalera y había mirado fijamente por las ventanas y se había sentado sobre cada silla, sofá y cama. Infiernos, ya había decidido comprar la maldita cosa cuando su familia la vendiera. Aunque nunca hubiera tenido una casa antes o muchos bienes personales, estas paredes y este techo y la mierda de dentro… él lo poseería todo. Un santuario de ella.