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– Puedo ayudar -interpuso Z.

Todas las cabezas voltearon en su dirección. La incredulidad en sus caras habría sido motivo de burla si no los hubiera afectado tanto como lo hizo.

Él limpió su garganta.

– Quiero decir, Phury sería responsable, y tendría que dar la mierda de clase porque no puedo leer. Pero soy bueno con un cuchillo, saben. Puños, también. Armas. Explosivos. Yo podría ayudar con la formación física y la parte de las armas. -Cuando no hubo ninguna respuesta, miró hacia abajo-. Sí, o tal vez no. Este bien. Lo que sea.

El silencio que siguió le pico como el infierno. Moviendo sus piernas de un lado a otro. Observando la puerta.

Jódanme, pensó. Debería haber mantenido la boca cerrada.

– Pienso que sería grandioso -dijo Wrath despacio-. ¿Pero estás seguro que podrás?

Z se encogió de hombros.

– Podría intentarlo.

Otra vez una calma incómoda.

– Bien… así sea. Y gracias por contribuir.

– Seguro. No hay ningún problema.

Cuando media hora mas tarde terminaron, Z fue el primero en abandonar el estudio, no quiso hablar con sus Hermanos sobre lo que había ofrecido hacer o como se sentía. Sabía que ellos sentían curiosidad, probablemente buscaban signos de lo que lo había redimido o alguna mierda.

Volvió a su cuarto para armarse. Tenía por delante una tarea difícil, una tarea larga, difícil, y quería terminarla pronto.

Excepto que cuando fue al gabinete de armas dentro del armario, sus ojos se volvieron al traje de satén negro que Bella tan a menudo había llevado puesto. Hacía días, él lo había lanzado en la basura del cuarto de baño, pero obviamente Fritz lo había recogido y lo había colgado. Z avanzó y tocó el vestido, luego lo tomó del gancho, lo cubrió con su brazo, y acarició la tela lisa. Lo atrajo a su nariz y respiró profundamente, sintiendo tanto su aroma como el olor del lazo que compartían.

Estuvo a punto de tirarlo cuando vio que algo caía al suelo junto a sus pies. Se inclino, era el pequeño collar de Bella, lo había dejado.

Toco la frágil cadena por un rato, sólo mirando los diamantes centellear; entonces se lo puso y retiro sus armas. Cuando retrocedió al dormitorio pensando en dejarlo, sus ojos se posaron en el cráneo de La Mistress que estaba al lado de la cama.

Cruzando el cuarto, se arrodilló frente al rostro y miró fijamente en las cuencas de los ojos.

Un momento después fue al cuarto de baño, agarró una toalla, y se dirigió hacia el cráneo. Cubriéndolo con la toalla, lo recogió y se movió rápido, corriendo ligeramente bajó al pasillo de estatuas. Tomó la magnífica escalera a la primera planta, que conectaba directamente al comedor y a la despensa del mayordomo, luego cruzó la cocina.

La escalera del sótano estaba en la parte de atrás, no encendió la luz cuando la bajo. Cuando descendió, el sonido rugiente del horno de carbón pasado de moda de la mansión se hizo más fuerte.

Al acercarse a la gran bestia de hierro sintió su calor, como si estuviera viva y febril. Se inclinó y miró la pequeña ventana de cristal. Las llamas naranja lamían y roían el carbón que le habían dado, siempre hambriento de más alimento, tiró del pestillo, abrió la puerta sintiendo una ráfaga de calor en la cara. Sin vacilar sacudió el cráneo junto con la toalla.

No esperó, ni lo miró quemarse; girando, subió las escaleras.

Cuando llegó al vestíbulo hizo una pausa, luego fue al primer piso. En lo alto de la escalera tomó el camino de la derecha, siguió por el pasillo y llamó a una de las puertas.

Rhage abrió la puerta, con una toalla alrededor de su cintura. Parecía sorprendido de ver quién era.

– Hey, mi hermano.

– ¿Puedo hablar con Mary un minuto?

Hollywood frunció el ceño, pero dijo sobre su hombro:

– Mary, Z quiere verte.

Mary cerraba una bata de seda y la ataba con una faja cuando llegó a la puerta.

– Hola.

– ¿Te opones si hago esto en privado? -dijo Z, echando un vistazo a Rhage.

Cuando el hermano frunció el seño, Z pensó. Sí, a los machos vinculados no les gustaba que sus hembras estuvieran a solas con alguien más. Sobre todo con él.

Frotó su cráneo.

– Estará sólo aquí en el pasillo. No tomará mucho tiempo.

Mary camino entre ellos y dio un codazo a su hellren.

– Está bien, Rhage. Ve a ver si consigues tener lista la bañera.

Los ojos de Rhage destellaron mientras su bestia reaccionaba. Hubo una pesada pausa; entonces besó a Mary profundamente en la garganta y cerro la puerta.

– ¿Qué pasa? -preguntó ella. Z podía oler su miedo, pero ella lo miró a los ojos.

Siempre le había gustado, pensó

– Oí que enseñaste a niños autistas.

– Ah… sí, lo hice.

– ¿Ellos eran lentos en el aprendizaje de cosas?

Ella frunció el ceño.

– Bien, sí. A veces.

– Esto te… -Él limpió su garganta-. ¿Alteró esto tus nervios? ¿Quiero decir, te sentiste frustrada?

– No. Si yo me sintiera decepcionada, seria conmigo por no encontrar el modo en que ellos tenían que aprender.

Mientras él asintió con la cabeza, tuvo que mirar lejos de sus ojos grises. Se concentró en el panel de la puerta al lado de su cabeza.

– ¿Por qué preguntas, Zsadist?

Él respiró hondo y luego se lanzó en picado. Cuando termino de hablar, se arriesgó a mirarla.

Su mano estaba sobre su boca y sus ojos eran tan amables que parecían la luz del sol sobre él.

– Ah, Zsadist, sí… Sí, lo haré.

Phury sacudió su cabeza cuando él entró en el Escalade.

– Tiene que ser el ZeroSum.

El realmente tenía que ir ahí esta noche.

– Me lo imagino -dijo V cuando se deslizó detrás de la rueda, Butch saltó atrás.

Los tres iban en silencio mientras realizaban el viaje a la ciudad. Sólo se oía la música que sonaba en el coche.

Tanta muerte, tanta pérdida, pensó Phury. Wellsie. Aquella hembra joven, Sarelle, cuyo cuerpo V había devuelto a sus padres.

Y la desaparición de Tohr parecida también a una muerte. Así como Bella.

La agonía de todo esto lo hizo pensar en Z. Quería creer que Zsadist estaba en camino a una especie de recuperación o algo así. Pero la idea de que el macho podría cambiar era completamente infundada. Sólo era cuestión de tiempo antes de que la necesidad del dolor volviera a su hermano y el infierno comenzaría otra vez.

Phury se frotó la cara. Esa noche se sentía como si tuviera mil años, en realidad los tenía, pero además se sentía ansioso y alterado… aunque su piel se hubiera curado, en su interior, estaba traumatizado. Sencillamente no podía funcionar bien. Necesitaba ayuda.

Veinte minutos más tarde, Vishous llegó a la parte de atrás del ZeroSum y aparcó la SUV de forma ilegal. Los gorilas los dejaron entrar enseguida, y los tres se dirigieron a la sección VIP. Phury pidió un Martini que cuando llegó se lo terminó de un sólo trago.

Ayuda. Él necesitaba ayuda. Él necesitaba ayuda… o iba a explotar.

– Perdónenme, muchachos -murmuró. Se dirigió hacia la parte de atrás, a la oficina del Reverendo. Los dos enormes moros lo saludaron con la cabeza, y uno habló por su reloj. Un segundo más tarde lo dejaron pasar.

Phury caminó en la cueva y se concentró en el Reverendo. El macho se sentaba de forma primitiva detrás de su escritorio, más hombre de negocios que motivador.

El Reverendo sonrió con satisfacción.

– ¿Dónde infierno esta todo tu hermoso pelo?

Phury echó un vistazo detrás de él, asegurándose que la puerta exterior estuviera cerrada. Entonces sacó tres Benjis.

– Quiero algo de H.

Los ojos violetas del Reverendo se estrecharon.

– ¿Qué dijiste?

– Heroína.

– ¿Estas seguro?