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Cuando empujó su cara de la alfombra su visión lo hizo girar, y agradeció a Dios que la dosis de morfina hubiera sido calibrada para el peso de Bella. Por que estaba hecho un lío.

Sintió otro espasmo y vomitó otra vez, echándolo todo sobre la alfombra. Mierda… nunca había sido capaz de manejarse drogado.

Oyó más pasos por el pasillo. Más voces. Alguien limpiando su boca con una tela mojada. Fritz. Cuando la garganta de Z volvió a sentir las náuseas, le empujaron un cesto de papeles bajo su cara.

– Gracias -dijo cuando volvió a vomitar.

Con cada tirón, su mente volvía en sí, también su cuerpo. Llevo dos dedos hacia su garganta para provocar otro vomito. Contra más rápido la eliminara de su sistema, más pronto podría ir por Phury.

Aquel hijo de puta heroico… Dios. Iba a matar a su gemelo, realmente. Phury era el que debía vivir.

¿Pero a dónde infiernos había sido llevado? ¿Y cómo encontrarlo? El cine era el lugar inicial, pero no se habrían quedado allí mucho tiempo.

Zsadist se comenzó a arquear, porque no había nada más en su estómago. Estando en medio el vómito fue la única solución que se le vino a la mente, y cuando lo hizo, su estómago hecho toda la maldita droga. El camino de su gemelo violó cada instinto que tenía.

Más pasos se oyeron abajo en el pasillo. Vishous hablaba. Una emergencia civil. Una familia de seis atrapados en su casa, rodeada por lessers.

Z levantó su cabeza. Su torso. Se levantó. Con voluntad, que alguna vez fue la única gracia que tenía, y vino al rescate otra vez. Esto tiró más de la droga, lo enfocó, lo limpió mejor que los vómitos.

– Iré por Phury -dijo a sus hermanos-. Ustedes tengan cuidado con el trabajo.

Hubo una breve pausa. Entonces Wrath dijo.

– Así sea.

CAPÍTULO 46

Bella se sentó en una silla Louis XIV, sus piernas cruzadas en los tobillos, sus manos en su regazo. Un resplandor chisporroteó en una chimenea de mármol a la izquierda, y había una taza de Conde de té Gris en su regazo. Marissa estaba atravesada en un delicado sofá, preparando un hilo de seda amarilla para una malla de bordado. No había ningún sonido ni movimiento.

Bella pensó que iba a gritar.

Se levantó de un salto, activada por el instinto. Zsadist… Zsadist estaba cerca.

– ¿Qué es eso? -dijo Marissa.

Aporreando la puerta principal a lo lejos parecía un tambor, un momento después Zsadist entró en el salón. Estaba vestido para su trabajo, armas en sus caderas, dagas atadas en una correa en su pecho. El derecho doggen en sus talones parecía terriblemente asustado.

– Dejadnos -le dijo a Marissa-. Y llévate a tu criado.

Cuando la hembra vaciló, Bella aclaro garganta.

– Está bien. Es… Vete.

Marissa inclinó la cabeza.

– No estaré lejos.

Bella se sostuvo en el lugar cuando por fin salieron.

– Te necesito -dijo Zsadist.

Ella entrecerró los ojos. Dios, aquellas palabras que había querido oír. Que cruel que hubieran llegado tan tarde.

– ¿Para qué?

– Phury tomó de tu vena.

– Sí.

– Te necesito para encontrarlo.

– ¿Está perdido?

– Tu sangre está en sus venas. Te necesito.

– Para encontrarlo. Oí eso. Dime por qué. -La breve pausa que siguió la enfrió.

– El lesser lo tiene. David lo tiene.

Su aliento dejó sus pulmones. Su corazón se paró.

– ¿Cómo…?

– No tengo tiempo para explicarte. -Zsadist avanzó, mirándola como si fuera a tomar sus manos, pero entonces se paró-. Por favor. Tú eres la única que puede encontrarlo, porque tu sangre está con él.

– Por supuesto… por supuesto lo encontraré para ti.

Esto era la cadena de lazos de sangre, pensó. Ella podría localizar a Phury en todas partes porque se había alimentado de ella. Y después de que ella había estado en la garganta de Zsadist, él sería capaz de rastrearla por la misma razón.

Él puso su cara directamente en la suya.

– ¿Quiero que me pongas dentro de cincuenta yardas de él, no más cerca, entendido? Y luego te desmaterializas derechito aquí.

Ella lo miró a los ojos.

– No te defraudaré.

– Desearía que hubiera otro modo de encontrarlo.

Oh, aquel dolor.

– Sin duda lo haces.

Ella dejó el salón y consiguió su abrigo, luego estuvo de pie en el vestíbulo. Cerró sus ojos y extendió la mano en el aire, perforando primero las paredes de la entrada del camino, después la estructura externa de la casa de Havers. Su mente expulsada sobre los arbustos, el césped, a través de árboles y casas… Por coches, camiones y edificios y a través de parques, ríos y corrientes. Más lejos todavía a las tierras de labranza y a las montañas…

Cuando encontró la fuente de energía de Phury, un dolor la asaltó, como si fuera lo que él sentía. Cuando se balanceó, Zsadist agarró su brazo.

Ella lo apartó.

– Lo tengo. Oh, Dios… es él.

Zsadist agarró su brazo otra vez y la obligó.

– Cincuenta yardas. No más cerca. ¿Está claro?

– Sí. Ahora me voy.

Ella salió por la puerta principal, desmaterializándose y tomó forma a aproximadamente a veinte yardas de distancia de una pequeña cabaña en los bosques.

Sintió que Zsadist la tomaba por el codo.

– Vete -silbó-. Sal de aquí.

– Pero…

– Si quieres ayudar, márchate así no me preocupare por ti. Vete.

Bella examino su cara y se desmaterializó.

Zsadist se acercó furtivamente a la cabaña de troncos, agradecía el aire frío que le ayudó a despejarse un poco más de la morfina. Cuando se aplanó contra una pared áspera, no envainó la daga y miró detenidamente en una de las ventanas. No había nadie, sólo algo rústico, un mobiliario de mierda y un ordenador.

El pánico se apodero de él, como una lluvia fría que corría por su sangre.

Y luego oyó el sonido… un golpe. Entonces otro.

Había una dependencia más pequeña sin ventanas aproximadamente veinticinco yardas atrás. Corrió y escuchó sólo una fracción de segundo. Entonces cambió su cuchillo por una Beretta y derribó la puerta.

La vista ante él era su propio pasado: un macho encadenado a una mesa, golpeado en carne viva. Un psicópata demente estaba de pie sobre la víctima.

Phury levantó su cara destrozada, con sangre que relucía en los labios hinchados y su nariz. El lesser que lo golpeaba con las nudilleras haciéndolas girar alrededor, pareció momentáneamente aturdido.

Zsadist apuntó su arma al hijo de puta, pero el asesino tenía razón delante de Phury; el error de cálculo más leve y la bala iban a perforar a su gemelo. Z dejó caer el cañón, apretó el gatillo, y la clavó en la pierna, rompiendo su rodilla. El bastardo gritó y cayó al suelo.

Z fue por él. Excepto que cuando agarraba al no muerto, otro disparo sonó.

El resplandor del tiro llegó al hombro de Z. sabía que le había dado uno bueno, pero no podía pensar en esto ahora. Se concentró en la adquisición del control del arma del lesser, que era la misma cosa que el HP trataba de hacer con la Sig de Z. Lucharon en el suelo, con cada tentativa de conseguir un apretón en el otro, a pesar de la sangre que era el engrase entre ellos. Los puñetazos fueron lanzados, las manos agarradas y las piernas azotadas. Ambos brazos se perdían en la lucha cuerpo a cuerpo.

Aproximadamente a los cuatro minutos de lucha la fuerza de Z comenzó a decaer a una velocidad alarmante. En ese momento, estaba en el suelo, el lesser en su pecho. Z empujo su cuerpo para lanzar el peso lejos de él, pero aunque su mente dio la orden, sus miembros no obedecieron. Echó un vistazo a su hombro, este sangraba, sin duda porque aquella babosa había dado en la arteria. Y la morfina en su cuerpo no ayudaba.

En la calma del enfrentamiento, el lesser jadeaba y se estremecía, su pierna lo estaba matando.