Inclinando el retrovisor, examinó la caja del camión. Debían estarse congelando allá atrás, pero no se atrevió a reducir la velocidad.
Tal vez el frío detendría la pérdida de sangre de ambos.
Oh… Dios.
Phury era consciente del viento helado que soplaba sobre su piel desnuda y a través de su calva cabeza. Gimió y se enroscó. Dios, estaba frío. ¿Tenia que pasar por esto para desvanecerse? Entonces agradecía a la Virgen que sólo pasara una vez.
Algo se movió contra él. Brazos… había brazos sobre él, brazos que lo acogieron cerca de una especie de calor. El temblor cedió hasta que quienquiera que fuera lo sostuvo suavemente.
¿Qué era ese ruido? Cerca de su oído… un sonido además del viento rugiente.
Una canción. Alguien le cantaba.
Phury sonrió un poco. Perfecto. Los ángeles que lo tomaban al Desvanecerse realmente tenían voces hermosas.
Pensó en Zsadist y comparó la melodía encantadora que ahora oía con estos que él había escuchado en vida.
Sí, Zsadist había tenido una voz como un ángel, verdaderamente. Realmente cierto.
CAPÍTULO 47
Cuando Zsadist despertó, su primer instinto fue sentarse. Mala idea de mierda. Su hombro soltó un grito y lo paralizó con un tirón de dolor tan intenso, que se desmayó otra vez.
Round dos.
Esta vez cuando se despertó al menos recordó que no hacer, giró su cabeza despacio en vez de tratar de hacerlo bruscamente. ¿Dónde infiernos estaba? El lugar parecía la mitad del camino entre un dormitorio de invitados y un hospital. Estaba en la clínica de Havers.
Y alguien estaba sentado en las sombras a través del cuarto desconocido.
– ¿Bella? -graznó.
– Perdón. -Butch, ansioso, avanzó a la luz-. Soy yo.
– ¿Dónde está ella? -El hombre, estaba ronco-. ¿Está bien?
– Ella está bien.
– ¿Dónde… dónde está ella?
– Ella está… ah, ella salió a la ciudad, Z. Realmente pienso que ella ya se ha ido.
Zsadist cerró sus ojos. Considerando brevemente los méritos de desmayarse otra vez.
Sin embargo, él no podía culparla por escaparse. Cristo, la situación en la que había estado expuesta. La mínima parte fue haber matado al lesser. Era mejor que se fuera lejos de Caldwell.
Aunque le doliera por todas partes su pérdida.
Se limpió la garganta.
– ¿Phury? Él está…
– En el cuarto de al lado. Hecho un desastre, pero bien. Los dos han debido estar fuera del juego durante un par de días.
– ¿Tohr?
– Nadie tiene idea de donde esta. Es como si se hubiera desvanecido. -El policía exhaló-. John ha tenido que quedarse en la casa grande, pero no podemos sacarlo del centro de instrucción, ha estado durmiendo en la oficina de Tohr. ¿Quieres alguna otra actualización? -Cuando Z sacudió su cabeza, El policía se puso a sus pies- Te dejaré en paz ahora. Sólo asumí que te sentirías mejor al conocer como estaban las cosas.
– Gracias…Butch.
Los ojos del policía llamearon con el sonido de su nombre, haciendo comprender a Z que nunca antes lo había usado con él.
– Seguro -dijo el humano-. No hay problema.
Cuando la puerta se cerró, Zsadist se sentó. Mientras giraba su cabeza dio un tirón a los monitores de su pecho y su dedo índice. Las alarmas comenzaron a sonar, y las hizo callar volcando el soporte de la maquinaria que estaba al lado de la cama. Con el enredo de los monitores estos se desenchufaron, cayendo al suelo, para después enmudecer.
Con una mueca, tiró del catéter y miro las transfusiones intravenosas que entraban en su antebrazo. Estuvo a punto de rasgarse la vena, pero entonces calculó fríamente el movimiento. Dios sólo sabía lo que entraba en él. Tal vez lo necesitaba.
Se levantó y su cuerpo pareció decaer, se sentía como un saco de patatas. El poste de las IV hizo un buen paseo golpeando el vestíbulo a su paso. Cuando comenzó a moverse al cuarto de al lado, las enfermeras llegaron corriendo de todas direcciones. Se encogió y abrió la primera puerta que encontró.
Phury estaba en la enorme cama con tantas vías enchufadas que parecía un panel telefónico.
La cabeza del hombre dio vuelta.
– ¿Z…qué haces?
– Probando al personal médico. -Cerró la puerta y camino por el cuarto, dirigiéndose hacia la cama. -Maldición son realmente rápidos.
– No deberías estar…
– Cállate y muévete.
Phury parecía asustado como el infierno, se movió al lado opuesto cuando Z situó su cuerpo agotado en el colchón. Cuando se sentó contra las almohadas, los dos soltaron un suspiro idéntico.
Z frotó sus ojos.
– Eres feo sin todo el pelo, lo sabes.
– ¿Esto significa que vas a cultivar algunos?
– Naha Mis días de Reina de la Belleza terminaron.
Phury se rió entre dientes. Entonces hubo un largo silencio.
En esta tranquilidad, Zsadist siguió imaginando lo que había sido ver al lesser, el cobertizo y a Phury atado con correas a aquella mesa, sin pelo, su cara golpeada hecha mierda. Haber atestiguado el dolor de su gemelo había sido… una agonía.
Z limpió su garganta.
– Yo no debería haberte usado como lo hice.
La cama se meneó como si Phury hubiera sacudido su cabeza alrededor.
– ¿Qué?
– Cuando necesitaba daño… Yo no debería haberte hecho golpearme.
No hubo ninguna respuesta, y Z giró la vista, viendo cuando Phury cubrió sus ojos con las manos.
– Fui cruel -dijo Z en el tenso débil aire que había entre ellos.
– Lamenté hacerte eso.
– Si, yo lo sabía cuando te hice golpearme hasta sangrar. Que yo me alimentara de tu miseria era la parte más cruda. Nunca voy a volver a pedírtelo.
El pecho desnudo de Phury se elevó y se cayó.
– Prefiero ser yo que alguien más. Cuando lo necesites, me avisas. Lo haré.
– Cristo, Phury…
– ¿Qué? Es el único modo en que me dejas cuidarte. La única forma en la que me dejas tocarte.
Ahora fue Z el que se cubrió sus vidriosos ojos con el antebrazo. Tuvo que toser algunas veces antes de hablar.
– Mira, nada de volver a salvarme, hermano. ¿Bien? Esto se terminó ahora. Se acabó. Es tiempo de que me dejes.
No hubo ninguna respuesta. Entonces Z echó un vistazo, y vio como las lágrimas se deslizaban por la mejilla de Phury.
– Ah… joder -refunfuñó Z.
– Sí. Más o menos. -Otra lágrima rodó del ojo de Phury-. Dios… maldición. Se están escapando.
– Bien, anímate.
Phury restregó su cara con las palmas.
– ¿Por qué?
– Porque creo que voy a tratar de abrazarte.
Las manos de Phury cayeron y lo miró con una absurda expresión.
Lanzando un juramento, Z empujó a su gemelo.
– Levanta la cabeza, condenado. -Phury estiró el cuello. Z deslizó su brazo por debajo. Los dos se congelaron en la poco natural posición-. Sabes, este infierno era mucho más fácil cuando estabas frío en aquel camión.
– ¿Eras tú?
– ¿Piensas que era Santa Claus o alguna mierda?
Los colores de Z se elevaron por todas partes. Dios… Él realmente estaba expuesto aquí. ¿Qué demonios hacía?
– Pensé que eras un ángel -dijo Phury suavemente cuando puso su cabeza atrás en el brazo de Z. -Cuando me cantaste, pensé que me enviabas sin peligro al Fade.
– No soy ningún ángel. -Subió y deslizó su mano sobre la mejilla de Phury, limpiando la humedad. Entonces cerró los párpados del hombre con las yemas de los dedos.
– Estoy cansado -murmuró Phury-. Tan… cansado.
Z contempló la cara de su gemelo, como si fuera la primera vez. Las contusiones se curaban ya, la hinchazón bajaba, el corte dentado que se había hecho se desvanecía. Lo que se revelaban eran líneas de agotamiento y tensión, con no mucha mejoría.
– Has estado cansado durante siglos, Phury. Es tiempo de dejarme ir.