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Tomó el camino de vuelta.

También era absurdo pretender que Jarrod creyera que era la cantante habitual de Country Blues. ¿Qué sentido tenía? ¿Era una venganza? Nada de lo que ella pudiera hacer o decir iba a hacer sufrir a Jarrod por el pasado. Los culpables nunca sufren, sólo sus víctimas lucen las cicatrices. A Georgia le tocaba vivir con ellas, seguir con su vida tal y como había hecho hasta la aparición de Jarrod.

¿Y, al fin y al cabo, qué representaba una nueva actuación? Mandy volvería la semana siguiente y sería la protagonista de los sueños de Lockie. Y su hermano tenía razón: necesitaban un golpe de suerte.

Giró la curva del camino en el preciso instante en que Lockie cruzaba la verja. Detrás de él iban Andy y otro hombre, inconfundible, de hombros anchos y cabello oscuro.

– Menos mal que te encontramos, Georgia -dijo Lockie-. Empezábamos a preocuparnos. No sabíamos dónde habías ido y…

– Y ya es la hora de cenar -concluyó Georgia por él.

– Ken y Evan se han marchado, pero hemos invitado a Jarrod a probar tu cocina -dijo Andy, animadamente.

– Para darle las gracias por habernos dejado el coche -se apresuró a decir Lockie.

– Ah -Georgia sintió que la fortaleza que acababa de recuperar se tambaleaba, pero se irguió y levantó la barbilla-. ¿Estás dispuesto a correr el riesgo, Jarrod? -bromeó.

Él arqueó una ceja.

– Siempre puedo pasar por un auto-servicio.

– Que juzguen sus papilas gustativas -dijo Lockie, pasando el brazo por los hombros de Georgia y dando una patada a la verja para abrirla-. ¡Maldita sea, ha vuelto a atascarse! Vamos a tener que saltarla -añadió, dando un salto con agilidad.

Georgia le dio otro empujón, pero la verja no se movió.

– ¿Yo también tengo que treparla? Me voy a romper el cuello.

Andy se inclinó y la tomó en brazos.

– Una damisela siempre necesita un caballero que la rescate -dijo, con una sonrisa resplandeciente-. Andy el de la Batería a su servicio, señora -y como si Georgia fuera una pluma, la pasó al otro lado-. Llevo años diciéndote que no necesitas más que llamar para que yo acuda.

Georgia dejó escapar una carcajada y se giró para darle las gracias, pero sus ojos se fijaron en Jarrod y en la mirada de celos con la que estaba observando al batería. Andy, completamente ajeno a la tensión que se respiraba, le pasó una mano por la cintura y caminó con ella hacia la casa.

– ¿Te has dado cuenta de lo fuerte que soy, Georgia? -dijo, bromeando, al tiempo que Georgia exclamaba exageradamente al palparle los músculos del brazo.

– ¿Cómo no iba a darme cuenta? Por eso se te da tan bien mover muebles. ¡Y yo que pensabas que sólo eras un chico guapo…!

Una sensación de triunfo la invadió al percibir la forma en que su comentario irritaba a Jarrod.

La cena pasó sin mayores contratiempos, aunque luego Georgia fuera incapaz de recordar de qué habían hablado. Lockie abrió una botella de vino y rieron mucho. Al menos, los hombres. Georgia se mantuvo aparte y al acabar, cuando los hombres salieron al porche, ella se excusó diciendo que iba a lavarse la cabeza.

Se tomó su tiempo duchándose y secándose el cabello. Luego se puso unos vaqueros y una camiseta y pensó que debía hacer café.

Al bajar, se encontró con Lockie en el vestíbulo. Volvía de la cocina con dos latas de cerveza.

– Veo que no quieres café -dijo Georgia, señalando la bebida.

Lockie sacudió la cabeza.

– Georgia, respecto a la canción… -comenzó.

– No te das por vencido, ¿verdad, Lockie?

– ¿La vas a cantar? -siguió él, impasible.

Georgia respiró profundamente.

– Apenas la hemos ensayado.

– Los chicos han seguido practicando mientras tú dabas un paseo. Estamos listos. Y tú también. De todas formas, podemos hacer un último ensayo en el club.

– Lockie, no puedo.

Él suspiró.

– De acuerdo. Si te trae tan malos recuerdos… -Lockie bajó el tono de voz-. ¿La escribiste para Jarrod?

– ¡No digas tonterías! -exclamó Georgia.

Lockie se encogió de hombros.

– Como pones tantas pegas para cantarla pensé que la habrías escrito para él y que todavía te sentías dolida por…, bueno, por todo lo que pasó.

Georgia se tensó.

– Pues te equivocas. Tienes demasiada imaginación.

– ¿Y por qué te niegas a cantarla?

– ¡Está bien, Lockie, la cantaré! Después de todo no es más que una canción.

El rostro de Lockie se iluminó.

– ¿De verdad? Qué alegría, Georgia. Acabas de salvar nuestra carrera.

– ¡Pelota!

– ¿Vienes al porche? Andy se ha ido a duchar. Estamos sólo Jarrod y yo.

Georgia vaciló.

– Debería arreglarme para esta noche… -comenzó a decir, pero Lockie la miró con el ceño fruncido.

– Georgia -dijo, en tono grave-. Queda mucho tiempo y empieza a resultar demasiado evidente.

– ¿A qué te refieres?

– Lo sabes perfectamente. Sigues evitando a Jarrod.

– No empieces otra vez, Lockie. De verdad que tengo que planchar la ropa que me voy a poner esta noche.

Lockie la miró un instante, sacudió la cabeza, y salió al porche.

Georgia se quedó unos instantes en el vestíbulo antes de entrar en la cocina y acabar de recoger. Después de planchar, salió a la parte de delante y prestó atención para ver si oía las voces de los hombres. Al no oír nada, se relajó, asumiendo que Jarrod se habría ido a su casa.

Salió tranquilamente pero se quedó paralizada al ver a Jarrod y a Lockie sentados en sendas hamacas, con los pies apoyados en la barandilla. Los dos la miraron al oírla.

La expresión de Jarrod era tan impenetrable como la de ella.

– Estás muy guapa, Georgia -dijo.

Georgia no podía macharse sin que resultara una grosería así que avanzó hacia ellos.

– Va a volver a hacer calor esta noche, ¿verdad? -dijo, mirando en la distancia.

– En el escenario desde luego -dijo Lockie, dando un sorbo a la cerveza-. Anoche creí que me derretía.

– ¿Queréis beber alguna otra cosa? -preguntó Georgia.

Los dos dijeron que no.

– Voy a intentar hablar con Mandy -Lockie se puso en pie-. Cuando vuelva traeré café.

Y, una vez más, Georgia se quedó a solas con Jarrod.

Capítulo 8

Georgia sintió todo su cuerpo ponerse en tensión, y no pudo controlar el impulso de buscar la mirada de Jarrod. Él la estaba observando y cuando sus miradas se encontraron Georgia sintió un fuego arder en su interior y propagarse a tal velocidad que le cortó la respiración. ¿Sentiría Jarrod lo mismo? ¿Le pediría el cuerpo a voces que franqueara la distancia que los separaba? ¿Tendría que reprimir el deseo de alargar la mano y tocarla?

Georgia se dio la vuelta y se apoyó en la barandilla para evitar que Jarrod leyera la verdad en sus ojos aunque una voz interior le susurró que tal vez sería mejor dejárselo saber, recordarle el amor que habían compartido. Pero Georgia ya no estaba enamorada de él. O eso se decía a sí misma constantemente.

¡Amor! Sintió cómo sus labios se tensaban en un rictus. El amor hacía daño y ella no sentía ningún deseo de volver a sufrir.

Pero si no estaba enamorada de él, la turbación que sentía debía tener un origen exclusivamente físico. Su cuerpo no lograba olvidar el de Jarrod, ése era el problema.

¡Atracción sexual! ¡No era más que eso! Quizá la solución era dejar que Jarrod lo supiera, transmitirle que estaba disponible para los pecados de la carne, y de esa manera, librarse de su fantasma, dejar el amor en el pasado, donde pertenecía.

– Lockie me ha dicho que el dueño del club ha quedado con un conocido productor esta noche -dijo Jarrod, rompiendo el silencio.

Georgia se encogió de hombros.

– Lockie es un fantasioso.