Выбрать главу

Ella se detuvo a la puerta de la cocina y se volvió a mirarlo con aquellos grandes ojos suplicantes. Su mirada lo enterneció y por un segundo le vino a la mente la dulzura de una época de su vida, anterior al momento en que decidió dedicarse a perseguir el éxito y dejar todo lo demás a un lado. Pero ese sentimiento sólo duró unos segundos. Aquella misma mirada era la que le había hecho llegar a donde estaba en ese momento.

– Siento estropearte los planes, pero no tengo tiempo para esperar una invitación formal. Tengo que hablar con Fairfax ahora, Emmy.

– Quieres decir para convencerle de que no se case conmigo. No dará resultado.

– ¿Ah, no? -por un momento, por bien suyo, quiso creerla, pero enseguida se impuso el sentido común-. Si creyeras eso, Emmy, no te importaría que hablase con él. Si te ama, nada de lo que pueda ofrecerle le hará cambiar de opinión.

– Mi padre cree que todo el mundo tiene un precio.

– ¿Y tú estás de acuerdo con él? Bueno, quizá Fairfax le demuestre lo contrario.

Por una parte, Brodie deseaba que así fuera, pero por otra estaba decidido a que Emerald no se casara con ese hombre. Cuando miró a su alrededor y vio el salón exquisitamente amueblado, las diminutas antigüedades en una vitrina de cristal tallado y las acuarelas de delicados colores sobre la pared, pensó que Fairfax estaría loco si se conformaba con cien mil libras. Se volvió hacia ella.

– Sabes, Emmy, si hubieras querido hacer una boda rápida habría sido mejor conseguir una licencia matrimonial de un registro aquí en Londres. Podrías haberte casado en tres días y nadie se hubiera enterado.

– Quería hacer una boda como Dios manda -dijo con tono desafiante-. Casarme en la iglesia del pueblo con muchos invitados, incluido mi padre.

– ¿De verdad? -¿Y por qué no la creía? ¿Por qué hasta ese momento Emerald Carlisle no hubiera hecho nada que sugiriera que era una chica tradicional? Incluso las que no lo eran deseaban casarse de blanco-. ¿Por qué no llevó a Kit a que conociera a su padre?

Se encogió de hombros.

– Pensé que sería mejor que yo preparara el terreno primero; además, Kit quería pintar.

Brodie notó el tono defensivo que adoptó Emerald y decidió pensar en ello más tarde.

– ¿Y eso os pareció más importante que causar una buena impresión a su futuro suegro? -ella no le contestó-. Tendrás que estar en Francia un mes entero antes de poder casarte, ¿lo sabías?

– ¿Un mes? No lo sabía.

– Y presentar un montón de papeles, traducidos todos al francés.

– No te pongas en plan abogado conmigo, Brodie. Ya lo arreglaremos.

– Vais a tardar. Lo encontraré antes, por lo que será mejor que me digas dónde está.

– ¿Y si no lo hago?

– Si no lo haces, tendré que llevarte de nuevo a Honeybourne Park, donde estoy seguro de que tu padre te vigilará de cerca hasta que lo encuentre.

– Le diré que me ayudó a escapar.

– Y yo que te escondiste en mi coche y que luego me lo robaste cuando me paré a echar gasolina.

– ¡No puede hacer eso! ¡Es una mentira!

Brodie sonrió despacio, atormentándola.

– Lo sé, ¿pero piensas que te creería?-ella lo miró furiosa-. Como comprenderás no puedo cargar con la responsabilidad de dejarte corretear a tu aire -esperó un momento y luego levantó la mano haciendo un gesto que expresaba resignación al ver que ella no deseaba revelar el paradero de su amado-. ¿No? De acuerdo, como bien has dicho, Francia es un país muy grande y, aunque me pueda llevar un tiempo, estoy seguro de que estarás muy cómoda en casa, encerrada en el cuarto de los juguetes.

Emmy emitió un sonido un tanto grosero. La llegada de Brodie la había fastidiado de momento, pero no quería que estropeara todo. No le importaba que encontrara a Kit, pero no hasta que no hablara primero con él.

– Tengo una idea: no te diré dónde está Kit, pero te llevaré hasta él -Brodie se echó a reír-. No, en serio…

– ¿En serio? ¿Cómo cuando dijiste que no me darías problemas?

Emerald se sonrojó y se fijó que era la segunda vez que le pasaba en un solo día.

– Siento de verdad haberte tomado prestado el coche, pero no puedes reprochármelo. Cuando te vi hablando por teléfono, supe que estabas hablando con mi padre.

– Menos mal que no lo hice, de otra manera estaríamos los dos metidos en un buen lío.

– ¿No estabas llamando a mi padre?

– En ese momento no me pareció buena idea, pero puedo asegurarte que la próxima vez no seré tan blando.

– ¿A quién estaba llamando entonces? -preguntó sintiendo curiosidad.

– A alguien que pudiera darme algún dato sobre el paradero de Fairfax.

– ¿Se refiere a ese tipo enano y odioso que mi padre contrata para investigar la vida de cualquier hombre al que se le ocurra mirarme más de una vez? -ni se lo confirmó, ni se lo negó, pero le pareció vislumbrar un destello de comprensión en aquellos ojos tan oscuros-. ¿Y tiene alguna pista?

– No, pero afortunadamente tu portero no sabía que tu destino fuese un secreto; el sur de Francia me lo pone algo más fácil.

Emerald tenía que reconocer que había sido bastante descuidada. Había querido que el portero le diera la información, pero pensaba que ya estaría de camino a Francia cuando lo hiciera.

– No tendrías la intención de buscarlo por toda Francia, ¿no? -dijo.

– Eso reducirá mi trabajo, pero tú te quedarás en Honeybourne Park mientras yo llevo a cabo la investigación. ¿Puedo usar tu teléfono?

Brodie sonrió con una sonrisa amplia que hizo que a Emmy se le acelerara un poco el pulso. ¿Qué tenía aquel hombre? ¿Sería simplemente el hecho de no dejarse dominar por ella? Su actitud era en sí mismo un reto y Emerald nunca había logrado resistirse a los retos y se prometió a sí misma que, con el tiempo, tendría a Brodie a sus pies. Pero todavía no; lo más importante en esos momentos era convencerlo de que decía la verdad.

– Me portaré bien, Brodie. Sé que tienes que hacer tu trabajo, por muy desagradable que pueda ser. Te llevaré hasta Kit y así podrás hacerle tu oferta. Todo lo que te pido es que me prometas que si él se niega a aceptarla, te olvidarás del asunto.

Aquello parecía razonable, ¿no?

– Preferiría que me dieras su dirección y nada más -dijo Brodie, no queriendo hacer ninguna promesa que quizá no pudiera mantener-. ¿O piensas que quizá no pueda resistirse al dinero de tu padre sin que estés con él para infundirle valor?

Emerald cruzó los dedos a la espalda.

– Confío plenamente en Kit; lo único que deseo es que se juegue limpio -le aseguró con una sonrisa angelical-. ¿Cuánto tiempo puede perder un hombre ocupado como tú?

No mucho, pensaba Brodie irritado. Una cosa hubiera sido ocuparse de Fairfax en Londres, donde le hubiera llevado como mucho un par de horas. Tener que buscarlo en Francia era muy diferente.

Y, aunque no confiaba en Emmy, sabía que no le quedaba otra alternativa que aceptar su sugerencia.

– Muy bien -contestó-. Me llevas hasta Kit y yo hablo con él.

Y si Fairfax no deseaba separarse de su amor, todavía tendrían que esperar un mes para poder casarse. Sería tiempo suficiente para que a Gerald Carlisle se le ocurriera algo o incluso para ir acostumbrándose a la idea.

Emerald, sabedora de que había marcado un tanto, se agarró los pantalones de seda e hizo una pequeña reverencia.

– Me alegro de que ese punto esté arreglado -agarró la bolsa y se la pasó a Brodie-. ¿Nos vamos?

– ¿Irnos?

– Voy a alquilar un coche y conducir hasta Dover -sonrió-. Aunque ya que estás aquí, supongo que podríamos ir en el tuyo.

– Llevo en pie desde las siete de la mañana, Emmy; no pienso conducir toda la noche.

– Yo conduciré -comentó -y tú puedes dormir.

– Perdóname si rechazo la oportunidad de que me abandones en la primer área de servicio donde paremos.