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Entonces, se me ocurrió otra idea: ¿no será que los amigos y colegas del señor Pomfrett-Smythe están conspirando para comprarle su parte?

Apenas lo pensé, Flo tomó un lápiz verde claro y dibujó una especie de hígado con unos rayos amarillo ictericia. Sí, eso era lo que estaba sucediendo. Y Flo acababa de leerme el pensamiento: había respondido a la pregunta que no había formulado. ¡Finalmente, el gran momento! Flo había dejado que penetrara en su mente, éramos una. He sido correspondida.

La señora Pomfrett-Smythe seguía mirándome con expresión interrogante, seguía esperando una respuesta.

– Estoy completa, absoluta y definitivamente segura -dije con total convicción-. Es más, puede darle un pequeño consejo de parte de la señora Delvecchio Schwartz (use mi nombre): un hombre sabio no debería creer todo lo que sus amigos y colegas dicen.

– Se lo diré. -No era ninguna idiota la señora Pomfrett-Smythe, entendió mi indirecta. La cartera de cabritilla púrpura pálido se abrió-. Eh… ¿cuánto le debo?

Hice un gesto grandilocuente.

– La primera vez no se cobra, querida; pero a partir de ahora, le cobraré más que los de la luz.

¿Cobrarle por ese día? ¡Ni loca! El lunes mismo voy a abrir dos carteras de acciones, una para Flo y otra para mí, y la primera inversión que haremos será en los extraños y pequeños dispositivos del señor Pomfrett-Smythe.

Mi primera clienta se quedó mirándome con asombro y respeto. Después, sus ojos se fijaron en Flo con la tierna admiración que sienten las mujeres cuando ven una niña hermosa.

– Le agradecería -dije, poniéndome de pie- que pudiera llamar por teléfono a la señora Pearson y decirle que la única y exclusiva señora Delvecchio Schwartz ha vuelto al trabajo en su nueva encarnación. El magnético mú está en menos de uno otra vez y el vector de ecuanimidades está completo. Todo ha vuelto a la normalidad en La Casa.

Flo y yo bajamos la escalera con la señora y la acompañamos hasta la galería, donde esperamos a que el apuesto chófer se acercara a toda prisa, paraguas en mano.

– Angelito -dije mientras saludábamos al Rolls Royce que se alejaba bajo la lluvia-, vamos a mantener en secreto tus florecientes habilidades para dibujar, ¿eh? Pronto empezarán a llegar hordas de dientas en sus Rolls y no queremos que se enteren de cómo lo hacemos, ¿verdad? La señora Delvecchio Schwartz tiene que seguir siendo única. Es tu refugio frente a un mundo que no está preparado para ti.

¡Y sólo así logré ver lo que sucedía dentro de su mente! Bosquejos borrosos de mobiliario institucional que volaban a toda velocidad, el intenso dolor que sintió al arrojarse contra alguna cosa, los millones de fragmentos de los cristales que explotaban, las miradas preocupadas aunque desconcertadas. Sin embargo, comprendí que todo eso no era nada comparado con el amor que albergaba por sus dos madres, las dos señoras Delvecchio Schwartz.

Me sonrió, asintiendo enérgicamente. Nuestro secreto.

– ¿Quién sabe -pregunté al apoyar la mano sobre la puerta-, si la primera edición terminará de pasar a mejor vida? ¿Tú qué crees, mi pequeño ángel?

Flo sacó de su bolsillo rosa tres lápices de colores, uno amarillo, otro azul y otro verde, y dibujó una cacatúa y un periquito en una brillante pared blanca entre el 17d y La Casa.

Me da la impresión de que mamá no se va a sorprender lo más mínimo cuando le pida la custodia permanente de Willie. Sin duda, el asunto ya estaba solucionado de antemano.

Collen McCullogh

Colleen McCullough nació en Wellington, Australia, 1 de junio de 1937) McCullough estudió neurología y trabajó en Australia y el Reino Unido en su profesión antes de obtener una cátedra en la escuela de medicina de la Universidad de Yale. Creó el departamento de neurofisiología del Royal North Shore Hospital, en Sydney. Durante los diez años siguientes trabajó como investigadora y profesora en Yale.

Comenzó a publicar siendo ya una profesional destacada. Su carrera como escritora se inició con Tim, a la que siguió The thorn birds (El pájaro canta hasta morir) en 1977, llevada a la televisión, le reportó fama mundial. Además de novelas románticas, escribió un ciclo de novelas ambientadas en la Roma antigua, formado por El primer hombre de Roma (1990), La corona de hierba (1991), Favoritos de la fortuna (1993), Las mujeres de César (1996), César (1998) y El caballo del César (2003). Por dichas obras se le concedió un doctorado honorario en historia en 1993. También se dedica a la escritura de piezas musicales para teatro.

En la actualidad vive en Norfolk Island.

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