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Las figuras no advirtieron su presencia, aunque ahora pasaban muy cerca de él, tan cerca que podría haberlas tocado si hubiera extendido la mano. Pero no lo hizo porque descubrió con horror que podía ver a través de ellas. Y, por primera vez, vio que había docenas de ellas, más que eso, multitudes, centenares, hasta donde alcanzaba la vista en todas direcciones.

Si estaba en el infierno, ¿dónde estaba su Virgilio, o su Beatriz?

Y, entonces, materializándose fuera del manto de niebla, una figura se destacó de entre todas las demás, y sólo ella pareció reparar en él. Lo miró directamente y él sintió que esa mirada se clavaba como una flecha en su corazón, porque él la conocía muy bien y, de alguna forma, había estado seguro de que la encontraría allí e incluso tal vez la había estado buscando a ella tanto como a Tyler.

No había ninguna duda al respecto, era ella, su Lydia, a quien había perdido hacía ya tanto tiempo. Sus hermosos rasgos eran los mismos: la nariz larga y recta, la frente amplia, los ojos almendrados y la barbilla perfectamente moldeada, pero parecían congelados. Aunque ella lo miraba y le indicaba con una leve inclinación de la cabeza que también lo había reconocido, sus rasgos formaban una máscara, de modo que Scott sintió que una sensación helada le recorría el cuerpo.

Lydia extendió la mano y él la cogió; estaba fría, tan fría como el hielo en las ramas de los árboles. Ella se volvió, sin soltarle la mano, y lo guió, y él no tuvo más alternativa que seguirla dócilmente, aunque en el fondo de su corazón sabía que el destino hacia el cual lo guiaba era su ruina.

Kate volvió a inclinarse sobre la entrada de la máquina y giró la cabeza para mirar al interior de la cámara donde estaba encerrado Scott. Trató nuevamente de leer su expresión, algo casi imposible porque sus ojos estaban cubiertos y ella lo miraba desde abajo. Aun así, tenía miedo de ver señales de angustia, las mejillas de Scott estaban contraídas y los dientes tan apretados que se destacaban nítidamente los músculos de la mandíbula.

No sabía qué hacer. ¿Debería tratar de sacarlo de la máquina, rescatarlo de dondequiera que su mente hubiese ido? ¿O debía permitir que continuara el viaje en el que se había embarcado para salvar a su hijo? ¿Qué era más peligroso, interrumpir su viaje a medio camino o permitir que su mente viajase hasta donde deseara? ¿Y qué pasaría si su mente llegaba tan lejos que ya nunca pudiera regresar?

Retrocedió y miró el grupo de máquinas. Allí había un cronómetro; no lo había visto antes. ¿Cómo era posible que le hubiera pasado por alto?

Consultó el reloj: tres minutos y diez segundos. El segundero se movía deprisa por la esfera. -¿Por qué está ese reloj ahí?

Felicity la miró con expresión confusa, siguió su mirada hasta el reloj y frunció el ceño. Era evidente que no lo sabía.

– ¿Existe algún límite? -preguntó Kate.

– Tal vez. No lo sé. Nunca estuve aquí para ver el experimento completo. Lo único que sé es que, cuando veía al doctor Cleaver manejando la máquina, siempre parecía que tenía prisa. Siempre le daba órdenes a Félix a gritos. Ya sabe, haz esto, haz aquello, date prisa…

– ¿Ellos ponían el reloj a una hora determinada? ¿Había un cronómetro? ¿Alguna alarma? ¿Alguna cosa… cualquier cosa?

– No lo sé.

Felicity se estaba poniendo nerviosa y su ansiedad era contagiosa.

– ¿No sabe cómo parar esa máquina? -Preguntó Kate-. ¿Cómo sacarlo de ahí?

– Más o menos. Creo que hay que hacerlo todo a la inversa… eso es, básicamente.

Kate sintió que la confianza en aquella mujer se esfumaba rápidamente.

Volvió a mirar el reloj: tres minutos y cuarenta segundos.

Kate regresó a la máquina, apoyó una mano sobre ella y luego se inclinó para introducirla en la cámara. Palpó la correa que mantenía a Scott sujeto a la camilla y la siguió hasta un costado, donde estaba su mano. La cogió con la suya y la apretó.

Dudaba de que él siquiera pudiese sentirla, dondequiera que estuviese en aquel momento. Pero tal vez pudiera, y sólo tal vez, pensó, consiguiera que se sintiera un poco menos solo. Por el momento eso era todo lo que podía pensar en hacer.

Scott siguió a Lydia. Su mano era ingrávida, apenas una nube de humo apoyada en la suya, pero, de alguna manera, podía sentirla o imaginaba que podía sentirla, y eso era suficiente para guiarlo a través de las capas de niebla. Ahora se sentía aturdido y también ingrávido mientras la seguía.

El escenario cambiaba tan deprisa que le era imposible adaptarse a él. Un minuto hacía calor, al minuto siguiente hacía frío, y así sucesivamente, hasta que ya no pudo percibir la diferencia.

Finalmente llegaron a una pequeña puerta y, con un elegante movimiento del brazo, ella le indicó que entrase.

Él se agachó, luego se arrastró y la puerta se abrió sin hacer ningún ruido. Entró y se irguió. Estaba en una habitación de un blanco brillante: suelo de mármol blanco, paredes de mosaicos blancos, techo de yeso blanco. Refulgía con tanta intensidad como una estrella naciente, tan brillante que apenas podía ver. Sus ojos se acostumbraron lentamente al lugar y comenzó a reconocer un objeto en un rincón, un objeto largo y rectangular, algo que le resultaba familiar. Algo importante.

Lo miró fijamente, enfocándolo con las pupilas dilatadas, sin poder creer lo que veía.

Era… ¡era él! ¡Tyler!

Scott avanzó lentamente, con cautela, como si se estuviese acercando a un espejismo que pudiera desvanecerse en cualquier momento y convertirse en una mota insignificante, caminando hacia él. Sentía que se estaba moviendo sin esfuerzo pero muy lentamente, como si fuese un sueño. Finalmente, llegó a la cama y se quedó allí, mirando a su hijo, que yacía inmóvil. Tyler tenía la cabeza vendada; la sonda del suero penetraba en su brazo. Pero sus ojos estaban abiertos, agrandados por el miedo, y podía moverlos. Fijó la mirada en Scott y el miedo pareció remitir, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y dio la impresión de relajarse súbitamente y lanzar un suspiro de alivio.

Cuando Scott lo vio no pudo contenerse. Se acostó junto a Tyler, lo acercó a él y lo envolvió en un abrazo. Le quitó las agujas del brazo y lo abrazó con tanta fuerza que pudo sentir el corazón latiendo contra su pecho, deprisa pero regularmente. Descubrió que el corazón de Tyler latía en perfecta sincronía con el suyo. Apoyó la cabeza junto a la de su hijo y pudo sentir el pulso a través de las vendas, latiendo en su sien, de modo que se inclinó y le quitó el vendaje, desenrollándolo como si fuese una cinta, y colocó su cabeza junto a la de Tyler. Imaginó que realmente podía sentir lo que pasaba allí dentro, y quizá no lo estaba imaginando, porque pronto incluso creyó estar teniendo los mismos pensamientos.

Ambos contemplaron la absoluta blancura que los rodeaba, una ventisca de pequeñas partículas blancas que llenaban la habitación como diminutas cenizas flotando en el espacio. Era casi doloroso mirarlas, una gruesa cortina blanca que caía delante de ellos y parecía apartarlos de todo lo demás.

De casi todo. Porque allí, en un rincón, las partículas se habían acumulado y se estaban volviendo grises y luego formaban una forma alargada, alta y solitaria. Ambos miraron fijamente hacia ese lugar y la forma se transformó en un sólido rectángulo sostenido por sus lados. Un marco de madera apareció alrededor de los bordes y luego se convirtió en la jamba de una puerta, y justo en el centro se hallaba lo que él sabía que estaría allí: una gran puerta de madera.

Y mientras miraba, sabiendo y temiendo lo que iba a suceder, la puerta se abrió. Tiró de la manta hasta la barbilla como si fuese un babero y se hundió en el colchón, de modo que sus ojos atisbaban apenas por encima del borde de la manta. Se quedó mirando y lo que vio allí en el umbral de la puerta, ahora de carne y hueso, era Lydia. Llevaba puesto un traje de chaqueta gris. Y lo miraba con una expresión intensa, lo que parecía ser una mezcla de amor y.,dolor. La parte inferior del rostro estaba cubierta por las sombras. Y mientras permanecía allí en la puerta, cambió ligeramente el peso del cuerpo hacia un lado y levantó lentamente el brazo derecho. Sus dedos estaban extendidos y se movían. ¿Estaba tratando de señalar algo? ¿Se estaba despidiendo de él? LO le estaba indicando que la siguiera?