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Y la cosa comienza efectivamente de ese modo. Judith y yo hablamos del tiempo, de la ciudad, de la locura de Halloween mientras nos deslizamos lentamente por la pista de baile, y mi conducción se vuelve más firme con cada giro y cada vuelta. Ella es una bailarina excelente, sigue mis movimientos con el toque más delicado. Muy pronto soy capaz de hablar sin contar los pasos mentalmente, y ambos nos entregamos a una conversación fácil.

– ¿Ha acabado ya con lo que sea que haya venido a buscar? -pregunta.

– Sí y no.

– Supongo que esta noche ha venido porque descubrió algo que no podía esperar. ¿No es eso lo que ustedes dicen? ¿No podía esperar?

– Sí, a veces decimos esas cosas.

– -Y le gustaría hacerme unas preguntas ahora mismo. -En algún momento de la noche.

– Como aparentemente hemos agotado nuestras reservas de conversación trivial -sugiere-, por qué no nos olvidamos del resto y vamos directamente al grano. Supongo que ya habrá hablado con esa mujer, Archer.

– Así es.

– ¿Y con el resto del harén de Raymond?

– ¿Su harén?

– ¿Escandalizado? No debe estarlo.

Yo sabía que Judith conocía la aventura que su esposo tenía con Sarah -me había enterado esa misma noche durante la cena-, pero ¿cuántas otras aventuras amorosas de su esposo conocía Judith McBride?

– Entonces, ¿estaba usted al corriente de sus amoríos?

Giramos en tomo a una pareja que baila lentamente, y los dejamos en nuestra estela.

– Al principio, no. Me llevó algún tiempo descubrirlo, pero no demasiado. Raymond era un hombre brillante; sin embargo, en cuestiones del corazón hacía mucho tiempo que mí esposo había sobrevivido a su garantía.

«Al principio fue bastante discreto -continúa Judith-; una chica de su olicina, creo, y durante algún tiempo pensé que era muy bonito. Ya sabe, él había tomado a esa muchacha bajo su protección y la guiaba a través del laberinto de la existencia corporativa.

– ¿Y después? Siempre hay un después.

– Y después empezó a follársela.

El número se anima, la banda acelera el ritmo, y nosotros hacemos lo propio para no quedarnos atrás.

– ¿Qué hizo usted? -pregunto.

– Lo único que podía hacer: encargarme del asunto. Sucede todo el tiempo.

– ¿A qué se refiere?

– Infidelidad. No hay una sola de mis amigas cuyo esposo no les haya puesto los cuernos. -O sea que existe un círculo de mujeres del que es mejor mantenerse alejado-. Pero no es propio de nosotras enfadarnos. No abiertamente, quiero decir.

– ¿Golpearles cuando no están mirando? -pregunto.

– Golpearles donde no están mirando. Cuando tu vida se desenvuelve en las altas esferas, la mejor venganza siempre es económica. Así que, como represalia, compramos cosas: pieles, joyas, casas de fin de semana…

»Tenía una amiga cuyo esposo era tan reincidente que se vio obligada a comprar una pequeña compañía de vuelos chárter y llevarla a la ruina para llamar su atención. -¿Y dio resultado?

– Durante un año. Luego él volvió a las andadas, y ella decidió pasarse al negocio de los trenes de pasajeros.

– Pero usted no ha hecho nada por el estilo, ¿verdad?

__pregunto-. Usted era la buena chica del grupo.

– Créalo o no, lo era; durante un tiempo, al menos. Decidí hacer la vista gorda, aceptar a Raymond tal como era. Naturalmente, esas primeras canas al aire resultaban… normales, naturales. Él todavía no había… cambiado de especie. -¿Y cuándo abandonó el barco? -pregunto. -Hace tres años, tal vez cuatro, no lo recuerdo. -¿Fue Sarah Archer la primera?

La risa de Judith no tiene nada de divertida; es más bien una especie de ladrido de escarnio.

– Si se refiere a si ella fue su primera aventura con una especie diferente, no. Cinco, diez, veinte mujeres antes que ella; todas iguales, todas con largas piernas y pelo largo, y bellas, y estúpidas. ¿Me creería si le digo que algunas de ellas llamaban a casa, mi casa, y le dejaban mensajes?

»Pero si lo que quiere preguntar es si Sarah Archer fue la primera en poseer a mi esposo, en reclamarlo como su propiedad, en aferrarse a él como si fuese el muelle, y ella una embarcación en aguas turbulentas, entonces sí, yo diría que ella fue la primera.

– Y fue entonces cuando la situación comenzó a irritarle. -No -dice Judith-, fue mucho antes de eso. Hubo un período en el que Raymond sólo pasaba dos noches por mes en mi cama. Y aunque Raymond y yo no habíamos… no habíamos tenido relaciones durante algún tiempo -la elección de las palabras es definitivamente menos intensa ahora-, todavía existía un vacío por las noches. Cuando estás acostumbrada a vivir junto a alguien toda tu vida, resulta difícil adaptarse a un colchón vacío. Creo que fue entonces cuando la gota colmó el vaso.

»El dinero estaba descartado; a él no le importaba. Y no podía llegar a él en el dormitorio, no directamente; de modo que decidí vengarme de la única manera que se me ocurrió entonces: tuve una aventura.

– Con Donovan Burke -digo.

Mi comentario no consigue alterar a Judith tanto como me habría gustado, pero es un comienzo. Al menos sus pies pierden ligeramente el ritmo y tengo que girar junto a ella, cambiando el movimiento para adaptarme a ese paso en falso.

– Usted lo sabe.

– Tenía mis sospechas desde el principio. -Los comentarios de Sarah durante la cena no habían hecho más que confirmar mi corazonada inicial, pero decido no hablarle de ello a Judith-. Una infidelidad para castigar una infidelidad; demasiado vengativo para tratarse de usted.

– ¿Me está juzgando, señor Rubio?

– Nunca juzgo lo que no entiendo.

Judith lo acepta con una sonrisa irónica.

– No fue como suena -dice.

– Nunca lo es.

– Mi relación con Donovan no comenzó sólo por venganza, debe entenderlo. Tal vez fuese por compañía. Raymond nunca estaba conmigo, y yo me estaba cansando de las compras. Donovan era lo que yo necesitaba.

– ¿En su cama?

– En mi cama, en mi casa, en el parque, en el teatro, dondequiera y cuando quiera que pudiese ir. La compañía es más que el sexo, señor Rubio.

– Y esta relación con Donovan Burke…, esta relación fue después de la desaparición de Jaycee, ¿verdad?

Mi compañera de baile se queda en silencio, y es una pausa reveladora.

– ¿Tenía usted una aventura amorosa con Donovan Burke mientras él seguía comprometido con Jaycee Holden?

La respuesta es tímida, un chirrido de ratón, la primera palabra suave que sale de labios de Judith McBride.

– Sí.

No quiero formar parte de la Gran Unidad Espiritual cuando se le añada el karma de la familia McBride; se necesitará una buena porción de eternidad para separar toda su mierda.

– El otro día, cuando estábamos en su oficina, dijo que le gustaba Jaycee Holden. -Y es verdad. -Si no recuerdo mal, dijo que era una chica encantadora.

– Así es.

– Entonces, ¿por qué decidió apuñalarla por la espalda de esa manera?

Detesto parecer presumido, pero toda esta historia de traiciones matrimoniales me pone enfermo. ¿Acaso esta gente no puede guardársela dentro de sus disfraces? Es verdad, hace dos horas yo estaba dispuesto a jugar al mago aficionado, arrancar el mantel de debajo de nuestros platos con comida griega y arrojar a Sarah sobre la madera desnuda en un arranque de pasión; pero eso fue hace dos horas y, desde entonces, he encontrado el control que estuve a punto de perder.

– Jaycee no era ninguna santa -dice Judith-. Ella también tenía sus defectos.

Aparte de una clara propensión a las desapariciones bien planeadas y a los secuestros pésimamente organizados, a mí me había parecido una muchacha bastante agradable.

– Entonces, ¿tenían problemas antes de que usted comenzara a verse con Donovan? -No que yo sepa -dice Judith..; -¿Quién comenzó la aventura?.;•-"-Fue mutuamente.