– ¿Y qué hiciste?
– De no haber sido por Claudia, no lo habría conseguido.
– ¿Quién es Claudia?
– Una rica heredera de una empresa petrolera. Posee una casa a un par de horas de aquí, en Montecito, y todos los años pasa un mes allí. Cuando estaba en Los Ángeles siempre comía en El Local de Luke, y fue así como nos conocimos. Para no alargar la historia, ella me dio el crédito para el segundo restaurante; de no ser por ella, no habría podido comprarlo. Poco después de aquello, conseguí el programa de televisión, y ahora estoy a punto de devolverle el préstamo, con intereses.
– La verdad es que, aparte de tu esfuerzo, siempre has tenido mucha suerte -comentó riendo Pippa.
– Es cierto -reconoció él-. La caballería siempre ha acudido en mi rescate, como tú hoy, apareciendo justo cuando Dominique se estaba poniendo un poquito… pesada -de repente, se mostró incómodo -. En cuanto a Dominique…
– Luke, no me debes ninguna explicación. Hace años que cada uno siguió adelante con su vida. Guardaste el retrato en un cajón y lo sacaste cuando te resultó útil. No pasa nada…
Oyéndola expresarse de esa manera, Luke hizo una mueca. Pero no había recriminación alguna en les ojos de Pippa. Lo conocía de tiempo atrás y lo aceptaba tal y como era. Era él quien de repente no se gustaba a sí mismo.
– Fue el destino -afirmó-. El destino sabía que vendrías justo en el momento en que más te necesitaba.
– Desde luego, porque… ¿qué habrías hecho sin nosotras? -le preguntó, divertida-. Quizá en estos momentos estarías camino del altar…
– Por favor, no digas esas cosas -se estremeció-. Me dan miedo. A partir de ahora, ese retrato se quedará todo el tiempo, donde está ahora. Y mientras estéis aquí, os sacaré más fotografías.
– Qué bien.
– Pero… ¿por qué habéis venido tan de repente? ¿Y por qué no me avisaste de vuestra llegada?
– Sabes perfectamente que siempre hago las cosas más alocadas por puro impulso – respondió Pippa, encogiéndose de hombros-. La casa de huéspedes está marchando bien y he contratado a una ayudante: Susan es lo suficientemente eficaz como para dejarla al cargo de todo. Uno de mis residentes podía conseguirme billetes baratos y pensé: ¿por qué no? -se interrumpió, bastante satisfecha con su propio discurso-. Además -continuó, ensayando otra técnica previamente preparada-, necesitaba un descanso. Últimamente he estado trabajando demasiado. Tenía dolores de cabeza, ataques de asma…, y el médico me ha diagnosticado un principio de anemia.
– Eso es terrible -exclamó Luke, tomándole una mano-. Siempre has tenido tanta energía…
– Bueno, y en el fondo la sigo teniendo. Son pequeñas afecciones temporales. No es algo mortal -agregó, bromista. Pensó para sus adentros que aquella última frase estaba cargada de ironía, ya que el estado de su corazón la obligaba a quedarse en casa haciendo un reposo absoluto-. En cualquier caso, a veces me encuentro un poco baja de forma – remató, con tono alegre-, por lo que Josie y tú os las tendréis que arreglar sin mí.
– Lo que quieras. Tú haz exactamente lo que quieras hacer.
– En resumidas cuentas, pensé que unas vacaciones me sentarían bien. Así que aquí estoy.
– Me encantará teneros a las dos conmigo, pero creo que fue una locura que no me avisaras antes. Supón que me hubiera encontrado ausente. No me lo habría perdonado.
– Pensábamos estar aquí unos siete u ocho días, y yo sabía que tu programa salía a antena dos veces por semana, así que no corríamos tantos riesgos.
– No te creas. Grabo varios programas seguidos de una vez. Entre una grabación y otra pueden transcurrir hasta dos semanas.
– No había pensado en eso -exclamó, consternada.
– No me habría gustado nada perder esta oportunidad de ver a Josie. Se puede decir que, a estas alturas… ya estamos en la misma longitud de onda.
– Está en la edad adecuada para valorarte y apreciarte -asintió Pippa.
– ¿Es esa una manera de decirme que poseo la edad mental de un niño de diez años?
– ¿Qué te parece a ti?
– Me parece que voy a servirme una copa de brandy -repuso Luke, riendo, y desapareció en la cocina.
El sol se estaba poniendo sobre el mar: una vasta y esplendorosa vista que la impulsó a acercarse al ventanal para admirarla, quedándose sin aliento ante semejante belleza.
– Entiendo perfectamente por qué te has comprado una casa justo en este lugar -comentó cuando oyó entrar de nuevo a Luke, a su espalda-. Imagínate poder gozar de esto, todo el tiempo…
– Todo el tiempo -convino él, acercándosele y poniéndole las manos sobre los hombros-. Me alegro tanto de tener la oportunidad de enseñároslo… Y os tengo a las dos para mí solo durante una semana entera. Van a ser las vacaciones más felices que habéis disfrutado nunca.
– Me conformo con que Josie las disfrute a placer, y con que los dos lleguéis a conoceros.
– ¿Qué hay de ti y de mí?
– Tú y yo ya nos conocemos -repuso Pippa con una sonrisa.
– Eso era entonces. Yo estoy hablando de ahora.
Todavía de pie su espalda, Luke deslizó las manos por su cintura, entrelazándolas, y le dio un cariñoso abrazo. Era el tipo de gesto que Luke hacía fácilmente, sin otorgarle ningún significado especial. Pippa podía ver su imagen reflejada en el cristal, en la penumbra, con sus rostros muy cerca.
«Te estás debilitando», le advirtió una voz interior. «En cualquier momento acabarás sucumbiendo a su encanto. Y te prometiste a ti misma que no lo harías». Se movió, rompiendo discretamente su abrazo.
– ¿Puedo tomar yo un poco de brandy?
– Claro. Siéntate -después de llenarle la copa, le preguntó-: ¿Qué tal está tu familia?
– Mi padre murió hace cinco años. No nos veíamos mucho. Una vez llevé a Josie para que la conociera, pero la experiencia no resultó ni mucho menos un éxito, y él y yo nada teníamos que decirnos. Clarice se volvió a casar poco después de su muerte. ¿Qué hay de tus padres?
– Están bastante bien y siguen viviendo en Manhattan. Como Tommy, compraron su vivienda antes de que se dispararan los precios. Mi hermano Zak y mi hermana Becky ganan mucho más de lo que ganaba papá, pero no pueden permitirse comprar nada aquí, de modo que siguen viviendo en casa. ¿Qué me cuentas de Frank y Elly? ¿Llegaron a formar esa familia numerosa que tanto deseaban?
– Me temo que ni siquiera llegaron tener un hijo. Y tampoco tuvieron suerte al intentar adoptar. Les encanta que los visite con Josie. La adoran. Son muy buena gente.
– Te creo. Lo que pasa es que no me puedo imaginar peor destino para un niño que tener a Frank como padre.
– Josie está muy encariñada con él. Pero debo admitir que incluso ella lo encuentra un poquito…
– Aburrido, estrecho de miras, convencional…
– Bueno, bueno -rió Pippa-. Él también te admira mucho a ti -bromeó.
– ¿Te acuerdas de que me calificó de «alocado»?
– Sí. Desde luego, sabía reconocer uno a primera vista.
– Gracias. Tú siempre has sabido apreciarme en lo que valgo.
– Siempre he podido ver en ti tan claramente como si fueras de cristal.
– No siempre. Llegué a hacerte algunas jugarretas de las que tú ni te enteraste.
Pippa sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho. Luke iba a decirle que años atrás había estado relacionándose con alguna otra chica. Pero ¿cómo? En aquel entonces no se había apartado ni un solo instante de ella:-…
– ¿A qué jugarretas te refieres? -le preguntó con el tono más indiferente que fue capaz de adoptar-. ¿Acaso tenías un harén entero cuya existencia yo ignoraba por completo? «El Romeo del Ritz», solíamos llamarte. Tenías una aventura en cada piso…