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– No es nada de eso. Puede que sea un poco estúpido, Pippa, pero no he llegado a alcanzar ese grado de estupidez -y añadió-: Al menos, no contigo, en todo caso. Mientras estuvimos justos, tú fuiste la única.

Esa vez Pippa sintió que el corazón se le paralizaba de emoción y ella misma se sorprendió de la intensidad de su alivio. Porque, en realidad, aquello no habría debido importarle tanto. Pero le importaba. Terriblemente.

– Pero había otros pequeños detalles… – continuó Luke-… que tú ignorabas.

– ¿Seguro?

– ¡Seguro!

– ¿Seguro?

– ¡Seguro!

Estallaron de pronto en carcajadas y Pippa se recostó en el sofá, desperezándose sensualmente. Se sentía muy cómoda, el brandy era magnífico y estaba empezando a relajarse.

– Esas casi fueron las primeras palabras que intercambiamos -le dijo Luke-. ¿Te acuerdas?

– Me acuerdo de que, cuando llegaste a aquel parque con retraso y viste el banco vacío, alzaste las manos al cielo gritando: «¡Por favor, por favor, no!».

– ¡Te lo habrás imaginado!

– ¡Ni hablar! Estabas verdaderamente desesperado.

– Sí que lo estaba -admitió, inesperadamente-. Aquella cita me importaba mucho. Pero cuando volviste, porque evidentemente me encontrabas irresistible…

– ¿Ah, sí?

– Bueno, el caso es que me diste lástima… -vio que lo miraba con siniestra expresión, y se apresuró a adoptar un tono de arrepentimiento-. Si no hubieras vuelto, yo habría regresado al Ritz para buscarte. Y me habría postrado ante ti para suplicarte que me perdonaras, ofreciéndote un gran ramo de rosas y… ¿de que te ríes ahora?

– Lo siento, Luke, pero no puedo mantenerme seria cuando te pones a hablar de esa manera… ¿Rosas? ¿Tú?

– Te habría comprado rosas si hubiera tenido dinero. Pero no lo tenía.

– La verdad es que estábamos sin blanca, ¿eh?, con los bolsillos vacíos.

– Y no nos importaba -reflexionó Luke en voz alta.

– No, no nos importaba.

Pippa se desperezó lentamente, con la sensualidad de una gata. Luke la observó, maravillado de que todavía conservara la misma figura que tan bien recordaba, esbelta y flexible. Los recuerdos asaltaron en tropel su mente: su elegancia natural cuando estaba desnuda, su energía incansable cuando hacía el amor… Por un instante se preguntó si podría ella leer aquellos pensamientos en su rostro, pero para entonces ya había cerrado los ojos, con una sonrisa de satisfacción pintada en los labios. Con un esfuerzo desterró la imagen en la que aparecía desnuda. Ropa, eso era. Debía pensar rápidamente en ropa. Pippa no había vacilado en ponerse la ropa más escandalosa y atrevida. Se dio cuenta de que era en eso en lo que había cambiado. En aquel momento llevaba una ropa bonita, pero no diseñada para impresionar.

De pronto, se levantó rápidamente del sillón.

– Ahora vuelvo.

Se evaporó y, segundos después, Pippa le oyó descolgar el teléfono de la cocina. Estuvo fuera del salón durante unos diez minutos.

– Debía hacer algunas llamadas para despejar esta semana de los compromisos que tenía, con el fin de poder dedicarme por entero a vosotras dos. Lo único que no he podido cancelar es la grabación del programa. Tal vez os gustaría acompañarme para verlo.

– Sería fenomenal. A Josie la apasionaría visitar un estudio de televisión.

– Pero tú no querrás quedarte sentada allí durante dos días enteros. ¿Por qué no haces un viaje de compras el segundo día, enteramente a mi cargo? Podrías irte a Rodeo Drive a comprar algo de ropa.

– Luke, he oído hablar de Rodeo Drive y sé lo cara que es allí la ropa.

– Ya te he dicho que lo harías a mi cargo. Yo te dejaría mi tarjeta de crédito para que compraras todo lo que quisieras.

Pippa se quedó callada por un momento y, de repente, se levantó. Lo estaba mirando de una manera que lo preocupaba, aunque Luke no conseguía averiguar por qué.

– Quieres decir que me prestarías tu Visa oro, ¿verdad, Luke?

– Efectivamente.

– ¿La misma que le prestas a Dominique?

– Bueno… sí.

– Bien. Para eso están las visas oro… para prestárselas a las amantes de turno. Dominique es una amante de turno. Pero yo soy la madre de tu hija. Hay una gran diferencia.

Siguió un tenso silencio. De pronto Luke suspiró profundamente.

– ¡Oh, diablos! He metido la pata, ¿verdad?

– Solo un poco. Perdona, no quería ser tan brusca, pero es que no me ha parecido bien.

– ¿Pero qué pasa con Josie? ¿No puedo comprarle vestidos bonitos?

– Josie odia los vestidos bonitos. Siempre lleva vaqueros. Con el calor que hace podría probar a ponerse unos pantalones cortos, pero si le ofreces un vestido de esos probablemente te echará arsénico en el café.

Su tono bromista había restaurado el distendido ambiente anterior. Pippa se arrepentía de su estallido de furia, pero el hecho de que Luke la hubiera colocado al mismo nivel que Dominique la había ofendido gravemente. Ella había sido para él algo más que eso y, aunque aquellos días ya habían pasado, moriría antes que consentir que la rebajaran de rango.

Pero luego se le ocurrió que quizás aquel inofensivo tópico no fuera realmente un tópico para ella, sino una amarga verdad, y de repente ya no se sintió capaz de seguir adelante con aquella conversación.

– Me temo que necesito seguir durmiendo para recuperarme del cansancio del desfase horario -dijo precipitadamente -. Buenas noches, Luke.

– Ya no estás enfadada conmigo, ¿verdad?

– No, no estoy enfadada contigo. ¿Cómo podría estarlo? Hoy has sido maravilloso con nosotras. ¿Cuántos hombres habrían reaccionado tan bien como tú lo has hecho? Para Josie ha sido algo verdaderamente genial.

Luke habría querido preguntarle: «¿Y para ti?», pero se lo pensó dos veces.

– Buenas noches -dijo Pippa, mirándolo con cariño.

Luke se vio entonces enfrentado con un inesperado problema de protocolo. Pippa era encantadora, era tarde, habían charlado y se habían divertido, habían tomado brandy. El siguiente paso era besarla. Según el procedimiento habitual en esos casos.

Pero para aquella dama en particular, el procedimiento habitual no era ese. De repente Luke Danton, el inveterado seductor, estaba pisando un terreno desconocido. ¿Cómo debía tratar a la madre de su hija después de no haberla visto durante once años enteros? Era maravilloso, y se encontraba absolutamente cómodo con ella. Así que todo debería resultar sencillo, ¿no?

Pues no. No resultaba sencillo porque Pippa le despertaba recuerdos de la etapa más sexual de su vida, recuerdos que lo excitaban de solo evocarlos. No obstante, al mismo tiempo, era ya una mujer diferente, con todo el misterio de un inexplorado territorio. Y la mezcla de lo nuevo y lo familiar lo estaba volviendo loco…

Pero la propia Pippa resolvió finalmente el problema fingiendo un bostezo y dirigiéndose hacia la puerta, deteniéndose apenas el tiempo suficiente para apretarle levemente la mano. ¡Un simple apretón de mano, por el amor de Dios! Un gesto tan inocente y cariñoso a la vez…

– Vale, vale, mañana ya tendremos tiempo de charlar. Necesitas dormir y descansar bien…

Dándose cuenta de que estaba parloteando, nervioso, optó por callarse. Segundos después, y como si quisiera rematar el efecto de aquel gesto, Pippa se volvió para mirarlo, sonriente. Y hubo algo en aquella sonrisa que Luke nunca había visto antes, como una especie de sombra de misterio.

Cuando por fin ella se retiró a su habitación, Luke se quedó donde estaba, sin atreverse a moverse hasta que el silencio reinante en la casa le confirmó que ya se había acostado. Y luego se fue a tomar una ducha muy, muy fría.

Al amanecer, Pippa bajó al salón. Las cortinas del enorme ventanal no estaban echadas, así que pudo disfrutar de la espléndida vista del mar en calma. Tomó asiento al lado del teléfono y llamó a su tío Frank, a Inglaterra. Este le contestó con tanta rapidez que supuso habría estado esperando su llamada.