Выбрать главу

— Compruébalo tú mismo.

Codi se apartó de la niña y se asomó al balcón. Había tanta gente reunida allí abajo que dudaba de que fuera a reconocer a alguien entre los invitados, pero no tardó en encontrar a Cherny. Estaba lejos de la aglomeración principal, solo, apoyado con la espalda y con un pie contra la pared, contemplando el bullicio con marcado desinterés. Vestía de forma impecable; el traje negro azabache sin una sola arruga en el pliegue del codo. Tenía una copa en la mano, vacía y boca abajo.

Mientras Codi le miraba, dos mujeres sonrientes se acercaron al orchestrista. Sus respectivos acompañantes se quedaron en la retaguardia con idénticas expresiones de ansiedad. Cherny permaneció impasible. No hizo ningún gesto durante todo el tiempo que duró la acometida de las señoras, ni en los largos segundos que siguieron. Luego les ofreció una sonrisa educada. Las dos mujeres se derritieron como cubitos de hielo en la copa del orchestrista.

Avergonzado de espiar y desaprobando lo que veía —¡envidiando! suplió su mente—, Codi se apartó de la barandilla y volvió con Fally. La mirada acusatoria de la niña le esperaba.

—¡Le dijiste algo sobre mí para que viniera! — le increpó.

— No tuve que decir nada, él ya lo sabía todo — repuso Codi suavemente.

No era lo que Gabriel le había pedido, pero tras verlo allí en persona suponía que el trato quedaba anulado. Mirando a la niña con atención, esperó una confirmación por su parte. Fally asintió mínimamente, y el periodista suspiró antes de subir la voz.

—¡Fue una estupidez! ¡Si querías que te ayudara, debiste decirme que erais hermanos!

— No seas ridículo — dijo la niña levantando la barbilla.

— Bueno… Digamos que entiendo por qué me mentiste. Pero ¿qué estamos haciendo aquí ahora? Le di tu mensaje, ¿qué más quieres que haga?

— Haz que se vaya.

—¿No era esto lo que querías, verle?

— Eso era antes… He cambiado de opinión.

—¿Tienes miedo de hablar con él? — adivinó Codi.

—¡No! — protestó Fally.

Había un brillo sospechoso en sus ojos. Codi vaciló un segundo, luego se sentó en la banqueta a su lado y la atrajo hacia sí. No le costaba nada pretender que le creía.

—¿No tienes curiosidad por saber qué fue de él desde que os separasteis? — probó suerte por otro camino. Sintió cómo Fally negaba con la cabeza.

— Sé qué fue de él. Lo sé todo sobre él. Sale en las noticias.

— Pero debiste imaginar que si contactabas con él, probablemente vendría.

—¡No tenía que haber sido así! Y es por tu culpa, ¡así que soluciónalo!

Lo que faltaba, pensó Codi con irritación. ¿Sería un rasgo genético ese deseo de utilizarlo para recados imposibles? Al menos, Gabriel no había tratado de hacerlo sentir culpable para asegurarse su colaboración.

— Sabes que no soy tu criado, ¿verdad? — dijo el periodista con paciencia—. Y tampoco tengo poder sobre Gabriel. No puedo hacer que se vaya. Además… si lo haces por miedo, cometes un gran error.

—¡No tengo miedo!

— Si lo haces por enfado, el error es aún mayor. Si Gabriel no ha venido a buscarte antes, quizá simplemente fue porque no sabía dónde estabas. Él es un intérprete famoso, tiene una vida pública. Pero tú… eres una niña, ¿cómo iba a saber dónde buscarte?

— No es eso — contestó Fally con voz constreñida—. No lo entiendes. No entiendes nada.

Tenía razón: a pesar del aplomo con el que hablaba, Codi no podía decir que entendiera las motivaciones de Gabriel. Se había mostrado tan tajante en las Hayalas. Apenado, pero decidido. ¿Qué hacía ahora en la subasta? Mientras Codi le había vigilado desde arriba, ni siquiera había mirado alrededor. Estaba allí quieto, apartado de todos. Esperando a que Fally diera el primer paso de nuevo.

—¿Vas a dejarlo allí?

—¡Se lo merece! — susurró la niña.

— Fally…

Ella se soltó bruscamente, apartando la mano que Codi tenía apoyada en su hombro. Se levantó de la banqueta, estampó un pie contra el suelo.

— No puedo hablar con él. No quiero, ¿me oyes? — gritó a Codi a la cara—. ¡Tú no entiendes nada!

— No pretendo entender nada. Hice lo que me pediste, nada más.

—¡Fui una estúpida por pedírtelo!

— Es posible.

Lívida, Fally se dio la vuelta, caminando ostentosamente hacia la salida de la galería y pisando lo más fuerte que podía, pero Codi la alcanzó sin dificultad y volvió a atraerla hacia sí a pesar de la resistencia que esta vez ofreció.

— Escucha, saltamontes. Es difícil hacerte a la idea de que tienes una familia que conoces, y otra que no. Es totalmente normal que no sepas cómo comportarte con ninguna de las dos. No voy a darte consejos. No puedo; no tengo suficiente información. Sólo puedo decirte lo que vi. Tu mensaje afectó poderosamente a Gabriel, y en su caso eso es decir mucho.

Había creído que su pequeña broma al menos la haría sonreír, pero el efecto fue el contrario. La niña hundió su cabeza en el pecho de Codi. El periodista no podía ver su cara, pero sintió los sollozos que sacudían sus hombros. Lentamente, la abrazó mejor — no para retenerla sino para consolarla— y esperó a que se calmara. No se explicaba qué era lo que la corroía tanto. Fally era una niña claramente consentida, pero también muy madura para su edad. No era propio de ella perder así los estribos… Aunque por otro lado, cinco minutos de conversación no daban para juzgar el carácter de nadie.

Los minutos pasaron y Codi permaneció quieto mientras su hombro era regado con lágrimas silentes. Su turbación iba a aumento. ¿Qué demonios hacía allí? Escondido en una galería apartada, consolando a la hija — adoptiva, pero ¿qué más daba? — del protagonista de todo el evento. Sólo confiaba en que ningún invitado extraviado apareciera en el balcón. Tendría mucho que explicar ante Ramis. Por mucho que fuera el padre adoptivo de la niña, Codi sentía que era muchísimo mejor dejarlo al margen del drama. Su opinión sobre las aptitudes emocionales del hombre no era excesivamente buena.

—¿Fally? — dijo al cabo de un rato, cuando ya no podía aguantar más la incomodidad de la postura ni la precariedad de su situación.

—¿Qué?

— Hablaré con Gabriel.

Sintió inmenso alivio cuando Fally se apartó de él. No le hacía mucha ilusión el papel de mediador, pero prefería mil veces conversar con un adulto que hacerlo con la niña. Hablaría con Gabriel, se lo explicaría todo… Ya que estaba allí, era simplemente absurdo que él y Fally no hablaran. Era la oportunidad perfecta, un acontecimiento social donde nadie prestaba atención al vecino.

Pasó la mano por el pelo de la niña y se enderezó. Había andado ya varios pasos en dirección a la salida cuando Fally habló de nuevo.

Dile que lo recuerdo todo — dijo con un hilo de voz—. Díselo así. Con esas palabras, no con otras. Y después… dile que quizá podamos vernos.

Codi asintió, reanimado. Había sabido que cuando a Fally se le pasara la rabieta, todo se solucionaría.

— Pero primero tendrá que demostrarme que realmente le importo.

—¿Demostrártelo cómo?

Fally titubeó, pero no parecía que se estuviera pensando la respuesta. Más bien le costaba soltar aquello que tenía en mente.

— Tiene que firmar un contrato con mi padre — dijo finalmente.

—¿Qué? — Codi había pensado que tras hablar con Gabriel, finalmente podría desentenderse—. Fally, pequeña, ésas son cosas de adultos.

—¡Dile que tiene que hacerlo!

— Escucha, saltamontes, ni tu padre ni Gabriel…