—¿Y si te dice que no ha dado con la chica? — preguntó Cladia.
— Hablaremos con Ramis sobre ella. Será una prueba aún más tajante de su sinceridad.
—¿Tú y Lynne, juntos?
— Ése fue el trato. Si no lo hace y me da largas, le llevaré mi currículum a Mollaret. Palabra de honor. ¿Se te ocurre algo que objetar ahora?
Se notaba que Cladia trataba de pensar en algo, y que realmente no se le ocurría ninguna pega que poner al plan. Acabó rindiéndose, aunque su cara seguía mostrando que el asunto no le gustaba.
— Dos días… — murmuró de mala gana—, ¿Y qué vas a hacer hasta entonces?
— No tengo ni idea — contestó Codi con sinceridad—. Empiezo a desear que Harden se lance por fin a por Emociones Líquidas. Así, al menos alguien habrá mostrado su verdadera cara.
CAPÍTULO XV
Codi no tardó en maldecir la arrogancia de sus propias palabras. Repasando la prensa a primera hora de la mañana siguiente, no fue más allá de la segunda página de Hoy y Mañana. La historia que estaba esperando con ansiedad no había hecho la portada, pero sí el artículo especial de la edición. El tono usado por Harden era muy correcto: Codi se sorprendió al recorrer el texto con los ojos, y asintió para sí al leerlo al completo. No atacaba a Ramis ni a su empresa directamente. Todo lo contrario: la reseña se presentaba como un tributo a la larga carrera del primero y al éxito de la segunda. La biografía de Ramis era repasada con detalle, sin omitir el trágico hecho de que una antigua novia — no se mencionaba un nombre— había desaparecido en extrañas circunstancias. La información sobre sus socios actuales se revelaba en sólo cuatro líneas, y sin embargo dos de ellas mencionaban el reciente juicio de Resonance.
El periodista repasó el escrito varias veces hasta convencerse de que Harden había dispuesto de menos información de lo que le había insinuado. Era evidente que había descubierto la historia de Eleni por una fuente diferente. De haber hablado con Estrella Tullarte, el artículo habría sido muchísimo más explícito. En resumen, el ataque era dañino no tanto por su contenido como por su oportunismo. En cualquier otro momento la publicación levantaría un revuelo considerable, pero no constituiría un escándalo. Veinticuatro horas antes del gran lanzamiento de ambientes musicales, el impacto era completamente imprevisible.
Codi subió a la vigésima planta, a la sección de prensa. El equipo estaba discutiendo su estrategia, y su aparición fue muy aplaudida — no era ningún secreto que previamente había trabajado para Harden—. Durante varias horas, Codi ayudó a limar frase tras frase el comunicado oficial. Luego las muchachas de prensa se fueron a publicarlo, y Codi bajó a su propia planta para un rápido almuerzo. Pensaba volver en seguida para evaluar juntos las primeras reacciones, y después buscar a Lynne para informarla de todo.
Al abrir la puerta de su despacho lo primero que vio fue una cinta de pelo decorando su mesa. Lo segundo fue Fally Ramis, decorando su sillón. Parecía que ya llevaba algún tiempo allí. Codi la vio, la reconoció y se quedó mirándola durante unos instantes, pero a pesar de todo no se libró de la sensación de que la niña no estaba realmente allí. La discordancia entre el lugar y la presencia de Fally le había dejado tan perplejo que tardó largos segundos en dar el paso hacia dentro del despacho.
—¿Qué hay de nuevo, saltamontes? — preguntó, tratando de parecer amable.
¿Por qué tenía tan mala suerte? O, mejor dicho, ¿por qué la niña tenía el don de la inoportunidad?
Fally no reaccionó al afectuoso apodo. Parecía nerviosa. Todos estaban nerviosos últimamente, pensó Codi. Cuando algo empieza a torcerse, lo hace universalmente y para todos. Claro que el problema de Fally nada tenía que ver con las acusaciones hacia su padre. Sus problemas solían tener relación con…
—¿Te enfadarás si te pido algo? — dijo la niña con un hilo de voz.
— Es posible — dijo el periodista. Ella se removió en el asiento, mortificada, y Codi comprendió que las bromas sólo alargarían la conversación—. No, Fally, no me enfadaré. Pero es posible que no pueda hacer lo que me pidas.
— Hice lo que tú y Cladia me dijisteis. Hablé de todo con Padre. Acabo de contarle toda la verdad, sobre Gabriel y sobre mí. Pero él no nos puede ayudar.
Claro que no. Ramis nunca sería una fuente válida de apoyo moral. Y hoy, lo sería aún menos… Tenía otras cosas en mente…
—¿Y yo sí? — preguntó Codi.
— No lo sé.
—¿Tan importante es?
Ella asintió. Codi rodeó la mesa y se sentó sobre una esquina. Desde su posición miraba a la niña desde muy arriba, y eso subrayaba en sus ojos la candidez de Fally. Para ella, lo importante era su pequeño mundo. ¿Qué le importaban los juicios amañados o las personas muertas hacía años? ¿Qué sabía de todo ello?
—¿Se trata de Gabriel? — preguntó tratando de llegar al grano.
No hacía falta ser un genio para adivinarlo. Ella volvió a asentir, aún más mortificada.
—¿Cómo os lleváis ahora?
— No lo sé. Hablamos el día del concierto. Traté de decirle que sentía haberle traído aquí, pero no me dejó hacerlo. Tengo que intentarlo de nuevo. Le he hecho daño.
— Los dos os habéis hecho daño mutuamente, y los dos lo sentís. ¿No quiere eso decir que estáis en paz?
— No.
— Vaya.
El sol se reflejaba en las ventanas de los edificios cercanos, sus rayos danzando sobre la superficie de la mesa. Fally rodeaba sus huesudas rodillas con las manos y estiraba mucho el cuello. Sacada de contexto y atemporal, toda la escena podía parecer idílica, pero considerando las prisas de Codi resultaba más bien frustrante.
— Fally, es posible que dos personas no puedan entenderse a pesar de ser familia — dijo el periodista. No había más consejo que le pudiera dar, y eso le entristeció, a pesar de que la mitad de su cerebro seguía concentrada en otra cosa. Se las arregló para lanzar una mirada disimulada al reloj—. O a pesar de que antes sí lo hicieran. El tiempo hace esas cosas; Gabriel te tiene cariño, no lo dudes, pero ha pasado mucho tiempo y tú tienes una nueva familia. Las cosas son diferentes. Quizá debas dejar de atosigarle. Quizá…
La niña negó con la cabeza. La chispa de sus ojos ardió, se hizo verdadero fuego y le dio un nuevo semblante más duro y mayor.
— Tengo que hablar con él — dijo, terca.
— Pues hazlo entonces.
— No dejan que nadie baje a los estudios.
—¿Y qué quieres que haga yo?
No había querido sonar exasperado, pero no pudo evitarlo y una vez pronunciadas las palabras, tampoco podía retirarlas. A Fally no pareció importarle lo suficiente como para ofenderse. De hecho, parecía aún más exasperada que Codi, e igual de dispuesta a obtener su ayuda que él a negársela.
—¡No lo sé! — dijo—. Pero tienes que ayudarme, ¡ha pasado algo grave! Mira, ¡te lo explicaré!
Encendió la pantalla, se acomodó en el sillón y apoyó la nuca contra el respaldo. Sus manos se posaron sobre la mesa y empezaron a moverse sobre un teclado que sólo ella veía. El equipo del despacho era quizá demasiado complicado para ella, pero viendo cómo lo manejaba se notaba que tenía experiencia con otros similares. Una buena chica que no descuidaba la lectura.
— Gabriel está muy ocupado, saltamontes — intentó Codi por última vez—. Trabaja mucho, ahora que tu padre está a punto de lanzar la nueva campaña. ¿Por qué no lo dejas estar un tiempo? Ya verás como todo mejora cuando esto se calme.