22. Como perfeccionamiento del punto anterior: la cadena de jueces.El detenido no sólo no dormía, sino que durante tres o cuatro días lo interrogaban sin cesar varios jueces que iban turnándose.
23. El box piojosoque ya hemos mencionado. Un oscuro armario de tablas infestado de piojos, los había a centenares, puede que a miles. Se le quitaba la chaqueta o la guerrera al acusado y acto seguido se abatían sobre él los hambrientos piojos, arrastrándose por las paredes y cayendo desde el techo. Primero, luchaba encarnizadamente contra ellos, los aplastaba sobre su cuerpo, contra las paredes, ahogándose con su hedor, pero al cabo de unas horas desfallecía y se dejaba chupar la sangre sin protestar.
24. Los calabozos.Por mal que se esté en una celda, el calabozo siempre es peor, y en él la celda siempre se te antoja el paraíso. En el calabozo te desgastan de hambre, y muchas veces de frío(en Sujánovka hay también calabozos ardientes).Por ejemplo, los calabozos de Lefórtovo no tienen calefacción y sólo hay radiadores en los pasillos, aunque, de todos modos, en estos pasillos «calientes» los celadores no se están quietos y hacen la ronda con botas de fieltro y chaquetas enguatadas. En cambio, al preso lo dejaban en paños menores y a veces sólo en calzoncillos, y debía permanecer inmóvil (por la estrechez del lugar) en el calabozo de tres a cinco días (sólo al tercer día le daban un bodrio caliente). En los primeros minutos uno pensaba: no lo aguantaré ni una hora. Pero no se sabe por qué milagro el hombre permanecía allí sus cinco días, aunque contrayendo quizás una enfermedad para toda la vida.
Los calabozos tenían sus variantes: los había con humedad y con agua. En la cárcel de Chernovitsi, después de la guerra, tuvieron a Masha G. dos horas descalza con agua helada hasta el tobillo.¡Confiesa! (Tenía dieciocho años. ¡Cómo lamentaría el mal que sufrieron sus pies, y cuánto debía vivir con ellos aún!)
25. ¿Cabe considerar como una variedad del calabozo el encerrar a uno de pie en un nicho?Ya en 1933, en la GPU de Jabarovsk, le aplicaron esta tortura a S.A. Chebotariov: lo encerraron desnudo en un nicho de cemento de forma que no pudiera doblar las rodillas, ni extender los brazos o cambiarlos de posición, ni volver la cabeza. ¡Y eso no era todo! Empezó a gotear agua fría sobre su coronilla (¡Digno de una antología de la tortura!) hasta correr por todo su cuerpo. Como es natural, se guardaron de decirle que aquello iba a durar sólo veinticuatro horas. No vamos a discutir aquí si era o no un suplicio cruel, pero el caso es que perdió el conocimiento, que al abrirle al día siguiente estaba más muerto que vivo y que no recobró el conocimiento hasta que lo metieron en una cama del hospital. Le hicieron volver en sí con amoniaco, cafeína y masajes. Tardó mucho en recordar de dónde había salido y qué había sucedido la víspera. Estuvo todo un mes incapacitado, incluso para los interrogatorios. (Nos atrevemos a suponer que ese nicho y el dispositivo de goteo no fueron construidos expresamente para Chebotariov.) En 1949, mi amigo de Dnepropetrovsk estuvo encerrado en uno semejante, aunque es cierto que sin goteo. ¿Podemos suponer que hu o más nichos, dada la distancia entre Jabarovsk y Dnepropetrovs y la diferencia de dieciséis años?
26. El hambreya la hemos mencionado al describir los métodos combinados. No es que tuviera nada de raro oDtenerconfesiones a fuerza de hambre. Para ser exactos, el elementohambre, al igual que el uso de la noche, había pasado a formar parte del sistema general de coerción. La parca ración penitenciaria —300 gramos en 1933, un año en que no había guerra, y 450 en 1945 en la Lubianka—, el juego de permitir y prohibir los paquetes y la cantina, se aplicaba a todos sin excepción, era universal. Pero había también un hambre más feroz: así tuvieron a Chulpeniov todo un mes a cien gramos, y luego, cuando lo sacaron del foso, el juez Sókol puso ante él una marmita de borsch*y media hogaza de pan blanco cortado de través (al parecer, no tiene ninguna importancia como esté cortado el pan, ¿verdad?, pero Chulpeniov insiste aún hoy endía en que estaba cortado de una forma muy apetitosa), y sin embargo no le ofreció ni una sola vez. ¡Qué antiguo es todo esto,qué feudal y cavernario! La única novedad es que se aplicaba en una sociedad socialista. Otras personas relatan métodos parecidos, que eran frecuentes. Pero nosotros abundaremos en el caso de Chebotariov porque presenta un alto grado de combinación. Lo tuvieron 72 horas en el despacho del juez y sólo le permitieron ir al retrete. Nada más: ni comer, ni beber (a su lado había una jarra con agua), ni dormir. En el despacho había siempre tres jueces de instrucción que iban turnándose. Uno escribía continuamente (en silencio, sin inquietar al acusado), el segundo dormía en el sofá, el tercero se paseaba por la habitación y golpeaba a Chebotariov apenas este se adormilaba. Después cambiaban de papel. (¿Estuvieron quizá tam bién ellos, por su ineficacia, en régimen de cuartel?) Y de pronto le trajeron la comida a Chebotariov: un sustancioso borschucraniano, una chuleta con patatas fritas y vino tinto en una jarra de cristal. Chebotariov, que toda la vida había sentido repugnancia por el alcohol, no probó el vino por más que le instó el juez (no podía forzarle demasiado, habría estropeado el juego). Después de comer le dijeron: «¡Y ahora firma lo que has declarado ante dos testigos!Es decir, lo que un juez había redactado en silencio ante otro que dormía y un tercero que estaba despierto. Desde la primera página, Chebotariov vio que había sido uña y carne con todos los generales japoneses destacados, y que cada uno de ellos le había encomendado misiones de espionaje. Y empezó a tachar hojas. Le dieron una paliza y lo echaron del despacho. Pero en cambio Blaguinin, otro empleado de los Ferrocarriles Chino-Orientales* que habían detenido con él y había pasado por lo mismo, bebió el vino, y bajo los efectos de una dulce embriaguez firmó los documentos y fue fusilado. (¡Lo que hace una sola copa después de tres días de ayuno! Y allí había toda una jarra.)
27. Los golpesque no dejan huellas. Pegaban con gomas, con porras, con sacos de arena. Es muy doloroso cuando te dan en los huesos, por ejemplo, las patadas del juez en la espinilla, donde el hueso está casi a flor de piel. Al jefe de brigada Karpúnich-Braven estuvieron pegándole veintiún días seguidos. (Ahora dice: «al cabo de treinta años aún me duelen los huesos y la cabeza».) A partir de su caso y de los relatos de otros, llegó a la cifra de 52 procedimientos de tortura. Por ejemplo, éste: sujetan las manos con un aparato especial de forma que las palmas queden planas contra la mesa, y entonces golpean con el canto de una regla en los nudillos, ¡hay como para aullar! ¿Ponemos aparte de las palizas la extracción de dientes? (A Karpúnich le arrancaron ocho.)
A G. Kupriánov, secretario del Comité Regional de Carelia, encarcelado en 1949, le arrancaron algunos dientes. Unos eran naturales y no contaban, otros eran de oro. Al principio le dieron un recibo conforme se los quedaban en custodia. Luego cayeron en la cuenta y le quitaron el recibo.
Como todo el mundo sabe, un puñetazo en el plexo solar corta la respiración y no deja la menor huella. En Lefórtovo, el coronel Sídorov, después de la guerra, ejecutaba un tiro libre golpeando con sus chanclos los atributos masculinos desprotegidos (los que juegan al fútbol ya saben lo que es un balonazo en la ingle). No hay dolor comparable y se suele perder el conocimiento. [88] 9