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– Yo me enteré por el telediario regional -mintió; no quería decirle que se lo había contado Adriana.

– Vale, dottore. ¿Y quién no hace una huelga? Pero ¿eso qué tiene que ver con nosotros?

– Tiene que ver, vaya si tiene que ver.

– Comprendo. Usía se está alargando porque quiere que me cueza a fuego lento.

– ¿Y tú cuántas veces haces lo mismo conmigo?

– Bien, señor, pero ahora que ya se ha tomado la revancha, dígame.

– Bueno, pues me enteré de esa huelga pero no presté atención. Sin embargo, al cabo de un rato, cierta suposición comenzó a adquirir forma en mi cabeza. Empecé a pensarlo, y de pronto lo vi todo muy claro. Con una claridad meridiana. Y entonces, a primera hora de la mañana decidí desplazarme a Punta Raisi. Quería comprobar si la suposición inicial se confirmaba.

– ¿Y se confirmó?

– Totalmente.

– ¿Y entonces?

– Entonces significa que conozco el nombre del asesino de Rina.

– Spitaleri -dijo Fazio con toda tranquilidad.

18

– ¡Pues no! -exclamó Montalbano irritado-. ¡Tú no puedes joderme el efecto! ¡Así no vale! ¡El nombre debía decirlo yo! ¡Has de tenerle un poco más de respeto a un superior!

– Ya no diré nada más -prometió Fazio.

Montalbano se calmó, pero Fazio no supo si se había enfadado en broma o en serio.

– ¿Cómo has llegado a esa conclusión?

– Dottore, usía ha ido a Punta Raisi en busca de una confirmación. Hasta que se demuestre lo contrario, Punta Raisi es un aeropuerto. Bueno, entre los presuntos sospechosos, ¿quién tomó un avión? Spitaleri. En cambio, Angelo Speciale y su hijastro Ralf se fueron en tren. ¿Es así?

– Es así. Entonces, al enterarme de esa huelga, me dije que nosotros siempre habíamos dado por buena la coartada de Spitaleri. Y después supe que, en su momento, los compañeros de Fiacca que se encargaban de la desaparición presionaron mucho a Spitaleri y éste salió del apuro con la historia del viaje a Bangkok. Yo creía que lo habían comprobado. Por eso nosotros jamás le pedimos que nos diera una prueba de que aquel día en concreto había emprendido efectivamente un viaje con destino a Bangkok.

– Pero una confirmación indirecta sí la hay, dottore: Dipasquale y la secretaria recibieron una llamada suya efectuada desde una escala intermedia. Y yo estoy convencido de que dicha llamada existió.

– ¿Y quién te dice que la hizo desde una escala? Si tú me llamas mediante telefonía automática desde un teléfono público o desde un móvil, a mí no me consta desde dónde llamas. Puedes decirme que estás en la discoteca Ambaradam de Milán o en el Círculo Polar Ártico y yo no tengo más remedio que creerte.

– Es verdad.

– Por eso me fui a la comisaría de Punta Raisi. Han sido amabilísimos. Hemos tardado cuatro horas, pero he dado en el blanco. Aquel doce de octubre caía en miércoles. El vuelo de la Thai despega de Roma Fiumicino a las catorce y quince. Spitaleri se dirige a Punta Raisi para tomar un vuelo de Palermo a Roma y llegar con tiempo para el otro avión. Pero ya en Punta Raisi se entera de que el aparato que tiene que llevarlo a Roma saldrá con dos horas de retraso por causas técnicas. Por consiguiente, no podrá tomar el vuelo con destino a Bangkok. De esta manera, se queda bloqueado en Punta Raisi. Consigue que le cambien el billete para el día siguiente. El perjuicio no es grave, pues el vuelo de la Thai del jueves sale a las catorce cuarenta y cinco. Hasta aquí, vamos sobre seguro.

– ¿En qué sentido?

– En el sentido de que podemos documentar lo que te he dicho. Ahora hago una suposición: Spitaleri, no teniendo nada que hacer en Palermo, regresa a Vigàta. Creo que tomó la carretera de Trapani, que para llegar aquí lo obliga a pasar primero por Montereale. Entonces decide ir a comprobar si en Pizzo ya han terminado los trabajos. Ten en cuenta que la decisión de cubrir definitivamente el apartamento ilegal al día siguiente la toma Dipasquale, y por eso Spitaleri no sabía nada al respecto. Cuando llega, ya no encuentra a nadie, ni a los albañiles ni a Speciale con Ralf. Pero observa que el apartamento ilegal no se ha cubierto y todavía se puede acceder a su interior. En este punto, y es la suposición más atrevida que hago, ocurre que ve a Rina en las inmediaciones. Y se le pasa por la cabeza la idea de que él, allí y en ese momento, no existe.

– ¿Cómo que no existe?

– Piensa un poco. A esa hora Spitaleri no podía estar en Pizzo. Para todo el mundo, se encontraba en pleno vuelo rumbo a Bangkok, y a Vigàta aún no había llegado. ¿Qué mejor ocasión? Entonces llama al despacho con el móvil. Y de esta manera confirma su coartada. Le parece que todo está en regla, pero comete un error de bulto.

– ¿Cuál?

– Precisamente la llamada. Se ve que Spitaleri no iba a Bangkok desde hacía por lo menos tres meses, porque a partir de julio los vuelos de la Thai eran directos y ya no hacían escalas.

– ¿Y después qué sucedió según usted?

– Recuerda en todo momento que me muevo en el campo de las hipótesis. Sabiendo que se encuentra a salvo, aborda a Rina, y al ver que la chica no está por la labor, saca la navaja que siempre lleva consigo y con la cual ya amenazó a Ralf, tal como nos ha dicho Adriana, y la obliga a bajar al apartamento subterráneo. El resto ya puedes imaginarlo.

– No. No quiero imaginarlo.

– Y eso explica también el contrato.

– ¿El de Speciale?

– Exactamente. El que firma con Speciale para restaurar el chalet después de la regularización. Había algo que no me convencía, eso de que Speciale no pudiera recurrir a ninguna otra empresa. Significaba que Spitaleri quería estar más que seguro de que sería él quien desenterrara el apartamento ilegal, puesto que así tendría ocasión de deshacerse del baúl con el cadáver. Es una idea que se le ocurre durante su permanencia en el extranjero, y por eso, nada más llegar, corre a ver a Speciale, confiando en que éste se encuentre todavía en Vigàta. ¿Te cuadra?

– Me cuadra.

– A tu juicio, ¿qué tengo que hacer?

– ¿Cómo que qué tiene que hacer? Mañana por la mañana va a ver al dottor Tommaseo, le cuenta toda la historia y…

– … me dan por culo.

– ¿Por qué?

– Porque, tratándose de alguien tan vinculado a Spitaleri, Tommaseo actuará como si pisara uva. Más aún: tropezará con abogados que se lo comerán crudo. Tocar a Spitaleri significa tocarle los cojones a demasiada gente, mafiosos, honorables diputados y alcaldes. A su alrededor hay muchos intereses.

– Dottore, a Tommaseo puede que lo pierdan las mujeres, pero en cuanto a honradez…

– ¡A Tommaseo se lo pasan por la piedra! Si quieres, te adelanto la línea de defensa de Spitaleri:

»-Pero la mañana del doce de octubre mi cliente salió de Punta Raisi a bordo de un aparato anterior al que sufrió la avería.

»-Sin embargo, ¡entre los nombres de los pasajeros de los vuelos anteriores no figura el de Spitaleri!

»-¡Pero sí figura el de Rossi!

»-¿Y quién es ese Rossi?

»-Un pasajero que renunció al vuelo, lo que permitió que Spitaleri saliera con antelación y tomara el avión con destino a Bangkok.

– ¿Me permite que yo interprete el papel de Tommaseo, dottore?

– Pues claro.

– ¿Y cómo explica la llamada telefónica desde la escala que no existía? -Fazio formuló la pregunta y miró al comisario con aire triunfal.

Montalbano sonrió.

– ¿Sabes cómo te contesta el abogado? Así: "¡Pero si mi cliente llamó desde Roma! ¡Aquel día el vuelo de la Thai despegó a las dieciocho treinta y no a las catorce quince!"

– ¿Es cierto que salió a esa hora?

– Lo es. Sólo que Spitaleri ignoraba que se iba a producir ese retraso. Él ya se imaginaba el avión volando con destino a Bangkok.