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– No tengo novia. No soy el tipo de hombre que tendría un lío si tuviera a alguien esperándome en casa.

Lexie se puso colorada por haber metido la pata.

– Lo siento. No ha sido mi intención insultarte.

– No tengo ningún compromiso; estoy libre.

– ¿Nunca has estado casado?

– Ni siquiera he estado prometido.

Mmm. Estaba claro que Josh era de esos hombres que huían de los compromisos.

– Y no porque me asusten los compromisos. Solo que no he conocido a la mujer adecuada. Y en mi trabajo, con tantos viajes, es difícil mantener una relación estable.

– ¿Viajes? ¿Dónde viajan los vaqueros, a otros ranchos?

Josh se pasó la mano libre por el cabello mientras desviaba la mirada.

– Bueno, en realidad no he trabajado mucho el rancho en los últimos años. He pasado casi todo el tiempo…

Su discurso fue interrumpido por la llegada de la camarera, que llegó con las bebidas y los platos de comida. Mientras la mujer los colocaba sobre la mesa, Lexie se dio cuenta de que estaba mirando a Josh como si este fuera un suculento manjar y ella estuviera muerta de hambre. Cuando dejó el último plato, la camarera lo miró y sonrió:

– Usted es Josh Maynard. Lo reconocería en cualquier sitio -dijo con entusiasmo.

Lexie arqueó las cejas con sorpresa. Oh, Dios. Esperaba que aquella mujer no reconociera a Josh por algo malo.

Josh sonrió a la joven y le tendió la mano para saludarla.

– Sí, señorita. Soy Josh Maynard. Encantado de conocerla, señorita…?

– Baker -dijo mientras lo saludaba-. Vickie Baker. Oh, Dios mío. Le dije a Sally y a las demás chicas que era usted, pero no me creyeron. ¿Podría darme su autógrafo?

– Sería un honor, Vickie. Aunque me temo que no tengo bolígrafo.

– Yo tengo uno -se retorció el mandil con las prisas de sacárselo del bolsillo-. ¿Podría esperar un momento mientras voy a por una hoja?

– Por supuesto.

Vickie se marchó corriendo. Josh miró a Lexie y sonrió tímidamente. Ella lo miró y se aclaró la voz.

– ¿Entonces qué eres, una estrella de la música country?

– No. ¿Te acuerdas que anoche te dije que había hecho algo de rodeo?

– Sí. Así fue como te hiciste la cicatriz.

– Bien. Lo cierto es que llevo un tiempo participando en los circuitos de rodeo, y he conseguido cierto renombre.

– ¿Qué quieres decir con un tiempo?

– Hice algo en el instituto y en la facultad, pero exceptuando el año que trabajé en el laboratorio, me he estado ganando la vida con las competiciones de rodeo desde que terminé la carrera.

– ¿Y ahora cuántos años tienes?

– Treinta y cuatro.

– Supongo que por la reacción de Vickie has conseguido más que «cierto renombre».

Josh se encogió de hombros.

– He ganado unos cuantos.

– ¿Unos cuantos premios regionales?

– Campeonatos del mundo.

Lexie abrió los ojos como platos.

– ¿Entonces eres una de esas celebridades del rodeo?

– Supongo que sí. En ciertos círculos -le sonrió-. Pero no puedo ser tan famoso. Tú nunca has oído hablar de mí.

– Tal vez porque no sé nada de rodeos.

– Pues yo te puedo contar lo que tú quieras.

– ¿Por qué no me lo has contado antes?

Josh la miró a los ojos.

– Pues porque no ha surgido la conversación. Me retiré de los circuitos hará unos cuantos meses. Y si quieres que te diga la verdad, me resultaba agradable estar con alguien que no supiera nada de mí.

Lexie imaginó un grupo de aduladoras rodeándolo.

– ¿También tienen las estrellas del rodeo seguidoras como las de rock?

– Seguidoras, fans y todo lo demás -contestó él.

Cualquier otra explicación que fuera a darle quedó interrumpida por la llegada de Vickie y otras tres camareras jóvenes.

– Os dije que era él -dijo Vickie a sus compañeras con una sonrisa de suficiencia; se volvió hacia Josh-. Estas son Sally, Trish y Amy.

Josh asintió y las mujeres sonrieron.

– Encantado de conocerlas señoritas. Y esta es Lexie.

Las cuatro mujeres le dijeron «hola», pero tenían los ojos puestos en Josh como un ladrón contemplando el diamante de las corona de la Reina de Inglaterra.

– Le dije a Ben, el camarero de la barra, que usted estaba aquí y casi le da algo. Ahora mismo está sacando unas fotos de usted de Internet para que nos las firme y podamos colgarlas detrás de la barra.

En ese momento Ben, el camarero, se unió al grupo, fotos de Internet en mano, y Lexie observó a Josh firmando unas fotografías de él montado en uno de esos enormes y bravos toros brahmán.

El corazón le dio un vuelco al ver las trepidantes imágenes que la hicieron despertar. ¡Santo Dios, aquel era otro adicto a la adrenalina! Lo que vio en esas fotos podría describirse en una palabra: «locura». El pensamiento la dejó helada. Sí, una locura. Y también algo muy peligroso. Y según el comportamiento de aquellas camareras, estaba claro que las mujeres se arremolinaban alrededor de él como las moscas a la miel. Santo Cielo, era igual que Tony.

¿Pero acaso aquello importaba? Al fin y al cabo, ella no iba a casarse con él. Solo estaba con él para pasar el rato. Para recuperar la confianza en sí misma y soltarse de ahí en adelante.

Al poco rato un grupo de curiosos lo rodeó, todos ansiosos por conseguir un autógrafo de Josh o darle la mano. Josh fue cortés, paciente, charló y firmó autógrafos, e incluso posó en fotos de varias personas que tenían cámaras.

Lexie no pudo evitar admirarlo por su actitud hacia todas aquellas personas. Aunque, a pesar de su presencia, algunas mujeres coquetearon descaradamente con él, Josh permaneció meramente agradable y educado, sin ceder a ninguna de las insinuaciones o invitaciones que le hacían. No pudo negar que aquel gesto la halagó, y que sin duda no era la manera en la que Tony habría llevado la situación.

Después de firmarle un autógrafo a todo el mundo que se lo pidió, Vickie había dispersado al grupo diciendo:

– Muy bien, dejemos al hombre que disfrute de su velada.

Josh se volvió hacia Lexie.

– Lo siento haber tardado tanto, pero detesto decepcionar a mis fans. Son un grupo leal, y sin ellos no habría tenido tanto éxito.

– Por favor, no te disculpes. He disfrutado observándote -sacudió la cabeza- Es como estar con una estrella de cine. ¡Aquel hombre de la barba te describió como el Michael Jordán del rodeo!

Josh se encogió de hombros.

– Un periodista me llamó así una vez, después los medios lo oyeron y a la gente se le quedó.

Lexie se inclinó hacia delante y lo miró a los ojos.

– Todo esto me ha parecido sorprendente, pero lo que más me ha asombrado ha sido tu modestia sobre tus logros.

– No puedo negar que estoy orgulloso de lo que he conseguido, pero no me gusta hablar mucho del tema, sobre todo lejos de los circuitos. Si hablo de ello con otros cowboys, es lo normal; pero si lo hago con otras personas, me parece como si estuviera presumiendo.

– Desde luego nadie puede culparte por ello; tienes mucho de qué presumir.

Él le tomó la mano y la miró a los ojos.

– Deja que te diga algo. Los primeros años en los circuitos eran joven, tenía talento y disfruté de todas las ventajas que aquello conllevaba, incluida la adoración de mis fans. Pero cuanto más premios gané, más famoso me hice, y finalmente llegó al punto en el que no sabía si agradaba a las personas por mí mismo o por mi fama.

Seguí con el rodeo porque me encanta. Me encanta el desafío y la competición. Pero reorienté mis prioridades hace unos pocos años y dejé de lado la parte de la fama. Agradezco el apoyo de mis fans y siempre tendré un momento para firmar un autógrafo o charlar con ellos. Pero tengo que reconocer que no me importó en absoluto que tú por ejemplo no supieras quién era yo.

– ¿Quieres decir con eso que no debería pedirte un autógrafo?