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– ¿Listo para jugar al Helado?

– No sabes cómo.

– Túmbate.

Sin apartar la vista de ella, se inclinó hasta apoyar la cabeza en la almohada. Con el corazón acelerado, Lexie se arrodilló sobre la cama junto a él y le quitó los pantalones, dejándolo solo con los calzoncillos. Al ver la erección ciñendo el suave algodón del slip, Lexie se quedó sin aliento. Un tremendo calor crepitó en su interior, concentrándose en un charco húmedo y caliente que le mojó las braguitas. Lo acarició a través del slip, deleitándose con sus profundos gemidos. Estaba listo, sin duda, pero ella lo quería totalmente listo.

Se levantó el vestido y se sentó a horcajadas sobre él, presionándole la erección. Se meneó un poco y sintió un gran placer.

Él fue a agarrarla, pero Lexie se inclinó hacia delante y le bajó las manos hasta tocar el colchón, sobre su cabeza.

– Ah, no -susurró-. Tú, relájate…

– Sí, claro.

Ella le pasó la punta de la lengua por el lóbulo de la oreja.

– Solo tienes que derretirte.

– No hay problema. Aún no has empezado y estoy casi en estado líquido.

– Entonces deja que te ayude a evitar el «casi».

Josh se agarró con fuerza a la colcha para no tocarla y cerró los ojos.

Lexie empezó a pasarle la lengua por el cuello, mordisqueándolo y acariciándolo con los labios aquí y allá. Por donde ella lo tocaba, le dejaba un rastro de fuego. Fue bajando por el cuerpo con parsimonia enloquecedora, circundándole los pezones con la lengua antes de succionárselos con placer.

Continuó su camino descendente, dejando un camino húmedo con la lengua, hasta llegar al ombligo, al que le dio el mismo tratamiento que a los pezones, para continuar seguidamente acariciándolo con los labios y la lengua justo por encima de la cinturilla del slip.

Josh abrió los ojos en el momento en que ella le metía las manos por la cinturilla para quitarle el slip, que a los pocos segundos estaba en el suelo junto con el resto de la ropa. Antes de que pudiera darse cuenta, ella se inclinó hacia delante y empezó a chuparlo.

Y desde luego que se derritió.

Josh apretó los dientes para dominar el intenso placer, mientras la observaba lamiéndolo, saboreándolo y besándoselo todo, de arriba abajo, mientras sus manos también le acariciaban y agarraban el miembro. Cuando pensaba que no podía soportarlo más, ella se lo metió en la boca, que estaba caliente y húmeda. Josh gimió sin poderse resistir. El sudor le empapaba la piel, y la necesidad de explotar empezó a palpitar por todo su ser con creciente desesperación. No iba a ser capaz de retrasar mucho más el orgasmo. Y se acabó eso de no tocarla.

Mientras le acariciaba el cabello temblorosamente, soportó la dulce tortura de sus labios durante al menos otro medio minuto más.

– Lexie -gimió con desesperación.

Ella apartó la boca de su miembro pero no perdió el tiempo. A los dos segundos estaba abriendo el paquete de un condón que sacó de debajo de la almohada. Al momento le puso el condón, se quitó las braguitas y enseguida él estaba dentro de ella.

Josh intentó ir despacio, recuperar el control, pero lo había perdido hacía rato. La agarró de las caderas y la embistió con furia.

– Josh…

Al oír su nombre en labios de Lexie, Josh perdió el control definitivamente. El orgasmo le sobrevino con una intensidad que rayaba el dolor. Palpitó dentro de ella mientras era presa de unos violentos estremecimientos, y absorbió el orgasmo de Lexie al tiempo que el suyo propio. Cuando los espasmos cesaron, se quedó quieto debajo de ella, empapado en sudor, y con el corazón latiéndole tan deprisa que hasta le latía la cabeza.

Cuando por fin abrió los ojos, ella lo miraba con la misma expresión de asombro que estaba seguro de que habría en su cara.

Sin separarse, se miraron largo rato. El amor, un amor fuerte y seguro, lo invadió, llenándolo de la certeza de que ella no tardaría tiempo en darse cuenta de que aquello no era una aventura. La agarró de los brazos y tiró de ella para darle un beso en la boca.

Pasados unos minutos, Lexie se apoyó en las manos y se retiró para mirarlo; en sus ojos había un brillo de picardía.

– ¿Entonces… te has derretido?

– Cariño, me has dejado en estado líquido. No queda nada sólido.

– Oh. Qué pena. No había terminado contigo.

– Sí, bueno, yo ni siquiera he empezado contigo -le echó una mirada al vestido de Lexie y sacudió la cabeza-. Ni siquiera te has quitado la ropa.

– No, pero me ha gustado que tú estuvieras desnudo y yo no. ¿Te ha importado?

– En absoluto. Pero recuerda, ahora me toca a mi.

– Mmm. ¿Es una amenaza?

– Es una promesa.

– ¿Sabes dónde tendremos que estar sin ropa los dos? -le preguntó, besándolo -. En la bañera de hidromasaje.

– ¿Hay algo en el agua que pueda morderme en el trasero?

Una sonrisa de picardía se dibujó en su rostro.

– Solo yo.

– Menos mal que ahora no tengo miedo al agua.

– ¿Nada de nada?

– Te lo voy a demostrar.

Capítulo Siete

Lexie se despertó con los trinos de los pájaros junto a su ventana. Mientras los felices recuerdos de la noche anterior le bombardeaban la mente, se estiró, disfrutando del placentero entumecimiento de sus músculos.

Se volvió para darle los buenos días a Josh, pero él ya no estaba allí.

Se levantó y se puso su bata azul, fijándose mientras se ataba el cinturón que la ropa de Josh ya no estaba en el suelo. En la cocina, encontró una nota junto a la cafetera, donde el café todavía estaba caliente.

Buenos días, dormilona. Tus armarios están algo vacíos, y por culpa tuya necesito un desayuno sustancial. Vuelvo enseguida con la comida. Josh.

Sonrió al ver la cara sonriente que Josh había pintado junto a su nombre y después se sirvió una muy necesitada taza de café. Abrió las puertas cristaleras y salió al patio. Le encantaba pasar las mañanas de sus días libres allí fuera, sentada en el sofá de rayas verdes y anaranjadas, tomando café y leyendo el periódico. Después de acomodarse, disfrutó del primer sorbo de café mientras fijaba la mirada en la bañera de hidromasaje.

Un sinfín de recuerdos sensuales la asaltó mientas suspiraba con satisfacción. Dios bendito. La noche anterior había sido… alucinante. Aún más que la primera noche. Pero había sido más que alucinante. Porque habían compartido mucho más que una intimidad física. Ella y Josh habían charlado, se habían reído juntos y habían bromeado. Habían compartido recuerdos de la infancia y anécdotas relacionadas con el trabajo. Se habían divertido juntos. Lo cual era estupendo, pues la diversión era uno de los puntos importantes de una verdadera aventura amorosa.

Y mientras que el sexo con Tony había sido bueno, el sexo con Josh era… increíble. Entre ellos había una química que no había experimentado jamás. Una intimidad y una atracción que tanto la emocionaban como la aterrorizaban. La emocionaban porque claramente había elegido al amante perfecto con quien disfrutar de una aventura. Y la aterrorizaban porque cada vez le resultaba más difícil ignorar aquella parte de su ser que le decía que aquello no solo era sexo y que iba derecha de cabeza hacia una colisión frontal en la que se le partiría el corazón.

Cerró los ojos y suspiró. Maldita sea. ¿No podía divertirse y dejar de pensar en esas cosas?

Pero la voz en su interior era insistente. En el fondo, ella tampoco podía ignorar lo que ya sabía.

Otro suspiro. ¿Cómo negarlo? Le gustaba Josh. Y mucho. Y no solo le gustaba en la cama, sino también fuera de la cama. Y sabía que aquello solo la llevaría a sufrir; pero no parecía poder echarle freno a sus sentimientos. No importaba que incesantemente se repitiera a sí misma que él vivía y era propietario de un rancho a miles de kilómetros de Florida, el lugar donde ella vivía y que no tenía intención de abandonar.