Выбрать главу

– Una cita la tienes con alguien para conocer a esa persona, para ver si se es compatible, si esa persona te inspira emociones y tú a ella. Para ver si quieres tener una relación con esa persona. Una aventura es sexo sin compromisos. Algo estrictamente físico, en donde no hay sitio para las emociones, ni se piensa en el futuro. Solo hay tres reglas: que sea divertida, temporal e intensa -asintió, contenta de habérselo dicho-. ¿Lo entiendes?

– Sí. Ahora lo entiendo. -Bien.

– Entonces esto es una cita.

– Entonces esto es una aventura -dijeron al mismo tiempo.

Ella lo miró sorprendida. ¿Por qué decía eso Josh? Este le apretó la mano que descansaba sobre su pecho.

– Lexie, quiero conocerte. Ver si somos compatibles. Explorar esas emociones que inspiras en mí. Ver si queremos establecer una relación. Ella tragó saliva.

– ¿Y qué hay del sexo sin compromisos? -El sexo entre nosotros es mejor que bueno -vaciló-. Pero eso de no haber compromisos… -Josh la miró a los ojos-. Hay algo entre nosotros. Algo mágico. Más que solo sexo.

– ¿Cómo lo sabes?

– Porque yo he tenido aventuras. Solo aventuras, donde lo único que importaba era el sexo. Y créeme, esto es mucho más. Y lo he sentido desde que te vi por primera vez. Supongo que solo me queda preguntarte si tú también lo sientes.

Lo que sentía era la imperiosa necesidad de sentarse. Que Dios se apiadara de ella, porque también lo sentía. Aunque no quisiera sentirlo.

– Josh… entre nosotros no puede pasar nada.

– Lexie… ya ha pasado algo.

Lexie sintió pánico.

– Solo busco una aventura; algo que pensé que tendría en común con un hombre que ha venido aquí a pasar un par de semanas.

Él la miró un momento antes de hablar.

– Las aventuras no son tu estilo.

– ¿Qué te hace decir eso?

Él sonrió.

– Lo he dicho como un elogio. Se te nota. El hecho de que estuvieras prometida, de que hayas pasado un año sin acostarte con nadie. Además, tu casa es un verdadero hogar. Es acogedora y cálida. Como tú -la miró con seriedad-. ¿Me equivoco? -cuando ella no contestó, Josh continuó-. ¿Cuántos líos has tenido?

– ¿Incluido el nuestro?

– Sí.

– Uno.

Una ternura inmensa lo invadió.

– Pues siento decirte, cariño, que has bajado a ninguno. Porque esto no es una aventura.

– Pero no puede ser otra cosa. Por mucho que me atraigas, hay cosas de ti que no me convienen.

– ¿Como por ejemplo?

– ¿Qué te parece el que vivas a miles de kilómetros de aquí? ¿Y tu rancho?

– Que yo sepa las líneas aéreas siguen operando.

– ¿Es eso lo que quieres? ¿Una relación a distancia?

– No, pero…

– Pues yo tampoco. Y eso es lo único que tendríamos, porque yo no me pienso mudar. Nunca más -continuó antes de que él pudiera hablar-. ¿Y qué hay de tu deseo de viajar y ver mundo? Y después está tu profesión.

– ¿Tienes algo en contra de los vaqueros?

– Me refería al rodeo.

Él frunció el ceño.

– Eso es agua pasada. Me he retirado, ¿recuerdas?

– Sí, pero no puedes apagar esa parte de ti amante de la adrenalina, de las emociones fuertes. Esa misma parte de ti es la que te empuja a echarte a la mar y navegar por el Mediterráneo. Navegar es peligroso, incluso para un marino experimentado, que tú no eres. Y el Mediterráneo no es exactamente una bañera.

Él dejó de bailar.

– Me tomo la seguridad muy en serio.

– Estoy segura. Pero no puedes controlar lo que va a hacer un brahmán o el mar.

– Reconozco que no soy un hombre que pueda quedarse quieto sin hacer nada. ¿Pero es ese el tipo de hombre que quieres?

– El caso es que ya he estado con un hombre que no conocía el miedo. No puedo volver a pasar por eso.

– Conozco el miedo. A riesgo de parecer arrogante, gracias a eso era tan bueno en lo que hacía -le agarró la cara entre las manos-. Y si crees que ahora no siento miedo, diciéndote que quiero explorar estos sentimientos, estás muy equivocada.

Me da miedo lo que me haces sentir, y que no sientas lo mismo por mí. Y lo que más me aterroriza es que dejes que el miedo te impida averiguar dónde podría llevarnos esto -la miró con sus ojos oscuros-. ¿Vas a consentir eso, Lexie? ¿O te vas a enfrentar a ese miedo? -se inclinó hacia delante y la besó con ternura-. Yo sé que sí.

Lexie sabía que debería huir de sus palabras persuasivas, de su mirada elocuente y de sus besos embriagadores. Pero no podía moverse.

Josh continuó bailando al ritmo seductor de la melodía.

– Vamos, señorita Lexie. Citémonos y veamos lo que pasa. Tal vez después de unas cuantas citas decidamos que no vale la pena.

Eso parecía más temporal. Se citarían temporalmente. Mientras no se le olvidara que era algo temporal, no pasaba nada.

– Bueno, dicho así… voy a olvidar mis miedos. ¿Quieres citarte conmigo, vaquero?

– No sabes cómo.

Capítulo Nueve

– Salir con él es lo más inteligente que has hecho en muchos años -proclamó Darla mientras comían al día siguiente, después de que Lexie la pusiera al corriente de lo que estaba pasando.

Lexie se quedó sorprendida.

– ¿Cómo? ¿Qué estás diciendo? Se supone que tú eres la voz de la razón. ¿Dónde están esas tres famosas reglas de oro?

Darla se metió una patata frita en la boca.

– Me equivoqué -antes de que Lexie le contestara, Darla se inclinó hacia delante y la miró a los ojos-. Mira, Lexie. Por todo lo que me has dicho, Josh es estupendo; y no me refiero solo en la cama, a pesar de los pocos detalles jugosos que has querido darme -arqueó las cejas buscando confirmación-. Si no te citaras con él estarías loca. ¿Cuántos hombres guapos, generosos, corteses, sexys, con talento e inteligentes, que estén solteros y no sean gays, se cruzan en tu camino? Santo Cielo, mujer, da gracias al Dios y disfrútalo.

– ¿Pero qué pasa con el hecho de que se va a marchar dentro de unas semanas?

– Tal vez, si las citas van bien, no se marche.

Un rayo de esperanza nació en su corazón, pero lo extinguió sin piedad.

– Pues claro que se marchará. Es propietario de un rancho en Montana. No puede abandonarlo todo. Tiene responsabilidades.

– Otra razón más para que te guste -dijo Darla-. Es responsable, y propietario de su propia empresa.

– Sí. A varios miles de kilómetros -Lexie se recostó en el asiento y se pasó la mano por la cabeza-. Y fíjate en la tontería del viaje que quiere hacer por el Mediterráneo. Es una locura.

– Lexie, Lexie -Darla estiró el brazo y le dio la mano a su amiga-. Por lo que me has contado de su padre y de ese sueño que tenían juntos, me parece algo tierno y sentimental.

– Lo sé, pero…

– Y está tomando precauciones. Aprendiendo a nadar y a navegar primero. No es como si quisiera meterse en un barco sin prepararse.

Lexie suspiró largamente.

– Te comprendo muy bien, Lexie. Si me estuviera pasando a mí, estaría aterrorizada. Pero lo esencial es que te estás enamorando de Josh. Y nadie ha dicho nunca que el amor no dé miedo. Y por todo lo que me has contado, él también se está enamorando de ti. No puedes tirar todo eso por la borda sin daros una oportunidad.

– ¿Y si se larga a Montana y me deja con el corazón hecho pedazos?

Darla asintió.

– Sería horrible, Lexie, pero necesitas enfrentarte a esos temores. Josh podría ser el hombre de tu vida. ¿No sería peor abandonar todo esto ahora y no saber nunca lo que podría haber pasado?

A pesar de su nerviosismo, Lexie no pudo evitar echarse a reír.

– Dios bendito, ¿estás segura de que tú y Josh no os conocéis? Dices las mismas cosas que él.

– No lo conozco. Aunque podrás imaginar que estoy deseando conocerlo.

Lexie miró el reloj.