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— Comandante, usted no sabe quiйn… — No, no nos presente, lord Vorpatril — lo interrumpiу Cordelia -. La situaciуn se volverнa aъn mбs incуmoda para ambos. — Se presionу el entrecejo con el pulgar y el нndice, cerrу los ojos y buscу unas palabras conciliatorias. Y yo que solнa enorgullecerme de saber controlar mi carбcter. Volviу a mirar sus rostros furiosos -. Comandante. Milord. — Dedujo correctamente el tнtulo del joven por la referencia a su padre, sentado entre los condes -. Mis palabras han sido apresuradas y groseras, y deseo retirarlas. No tenнa derecho a hacer comentarios sobre una conversaciуn privada. Con humildad, les presento mis disculpas.

— Me parece lo correcto — replicу el joven lord. Su hermano tenнa mбs dominio de sн mismo y dijo de mala gana:

— Acepto sus disculpas, seсora. Presumo que el teniente debe de ser un familiar suyo. Le ruego me perdone si pensу que lo insultбbamos.

— Yo tambiйn acepto sus disculpas, comandante. Aunque el teniente Koudelka no es un familiar, sino el segundo de mis mбs queridos… enemigos. — Guardу silencio e intercambiaron una mirada. La de ella fue irуnica; la de йl, de confusiуn -. No obstante, quisiera pedirle un favor. No permita que semejante comentario llegue a oнdos del almirante Vorkosigan. Koudelka fue uno de sus oficiales a bordo del General Vorkraft, y resultу herido mientras lo defendнa durante ese motнn polнtico del aсo pasado. Lo quiere como a un hijo.

El comandante se estaba calmando, aunque Droushnakovi todavнa parecнa alguien que tuviera un sabor desagradable en la boca. Йl esbozу un sonrisa.

— їUsted insinъa que me encontrarнa montando guardia en la isla Kyrill?

їQuй era la isla Kyrill? Un puesto de avanzada, distante y desagradable, al parecer.

— Yo… lo dudo. No creo que utilice su cargo para vengarse por una inquina personal. Pero le causarнa un dolor innecesario.

— Seсora.

El comandante ya estaba completamente confundido con aquella mujer de aspecto sencillo, tan fuera de lugar en aquella galerнa resplandeciente. Dio la vuelta hacia su hermano para observar el espectбculo que se desarrollaba debajo, y todos mantuvieron un tenso silencio durante otros veinte minutos, hasta que las ceremonias se interrumpieron para almorzar.

La gente abandonу la galerнa para reunirse con los de abajo en los pasillos del poder.

Cordelia encontrу a Vorkosigan, con Koudelka a su lado, hablando con el conde Piotr y otro anciano con vestimenta de conde. Despuйs de dejarla allн, Vorpatril desapareciу, y Aral la recibiу con una sonrisa fatigada.

— Querida capitana, їte encuentras bien? Quiero que conozcas al conde Vorhalas. El almirante Rulf Vorhalas era su hermano menor. Dentro de unos momentos tendremos que irnos, ya que debemos almorzar con la princesa y el prнncipe Gregor.

El conde Vorhalas se inclinу profundamente sobre su mano.

— Seсora, me siento honrado.

— Conde. Yo… sуlo vi a su hermano unos momentos, pero me dio la impresiуn de que era un hombre muy valioso.

Los de mi bando lo mataron. Cordelia se sintiу incуmoda con su mano en la de йl, pero el conde no parecнa guardarle ningъn rencor personal.

— Gracias, seсora. Todos pensamos lo mismo. Ah, allн estбn los muchachos. Les prometн presentarlos. Evon estб ansioso por tener un lugar en el estado mayor, pero le he dicho que tendrнa que ganбrselo. Ojalб Cari mostrara el mismo interйs por el Servicio. Mi hija enloquecerб de celos. Usted ha causado la decepciуn de todas las jуvenes, їcomprende?

El conde se volviу para reunir a sus hijos. Oh Dios, pensу Cordelia. Tenнan que ser ellos. Los dos hombres que se habнan sentado delante de ella en la galerнa le fueron presentados. Ambos palidecieron y se inclinaron con nerviosismo sobre su mano.

— Pero vosotros ya os conocйis — dijo Vorkosigan -. Os he visto hablando en la tribuna. їQuй discutнais tan animadamente, Cordelia?

— Oh… hablбbamos de geologнa. Y de zoologнa. De buenas maneras. Sobre todo de buenas maneras. Mantuvimos una conversaciуn bastante amplia. Todos hemos aprendido algo con ella, creo. — Esbozу una sonrisa y no moviу ni una pestaсa.

Con un aspecto algo enfermizo, el comandante

Evon Vorhalas dijo:

— Sн. He… he aprendido una lecciуn que nunca olvidarй, seсora.

Vorkosigan continuaba con las presentaciones.

— Comandante Vorhalas, lord Cari; el teniente Koudelka.

Koudelka, cargado con telegramas plбsticos, discos, el bastуn de mando del comandante en jefe de las fuerzas armadas, distinciуn que acababa de ser entregada a Vorkosigan, y su propio bastуn, vacilу sin saber si estrechar las manos o hacer la venia, y logrу que al final se le cayera todo sin hacer ninguna de las dos cosas. Hubo un confusiуn general para recoger los objetos y Koudelka se ruborizу, inclinбndose con torpeza. Droushnakovi y йl posaron la mano sobre su bastуn al mismo tiempo.

— No necesito su ayuda, seсorita — le gruсу Koudelka en voz baja, y ella retrocediу para ubicarse detrбs de Cordelia en una postura rнgida.

El comandante Vorhalas le devolviу algunos de los discos.

— Discъlpeme seсor — dijo Koudelka -. Gracias.

— De nada, teniente. Yo mismo estuve a punto de ser herido por una descarga de disruptores nerviosos. Quedй aterrorizado por ello. Usted es un ejemplo para todos nosotros.

— No… no fue doloroso, seсor.

Cordelia, que sabнa por experiencia personal que esto era una mentira, guardу silencio, satisfecha. Los miembros del grupo comenzaron a despedirse, y ella se detuvo frente a Evon Vorhalas.

— Fue un placer conocerlo, comandante. Puedo predecir que llegarб muy lejos en su carrera… y desde luego, no en direcciуn a la isla Kyrill.

Vorhalas esbozу una sonrisa nerviosa.

— Creo que usted tambiйn lo harб, seсora. — Intercambiaron un saludo breve y respetuoso, despuйs de lo cual Cordelia se volviу para coger a Vorkosigan del brazo y acompaсarlo en su siguiente misiуn, seguidos por Koudelka y Droushnakovi.

El emperador de Barrayar entrу en su coma final a la semana siguiente, pero aъn resistiу una semana mбs. A primera hora de la maсana, un mensajero de la Residencia Imperial pidiу que despertaran a Aral y Cordelia. El hombre pronunciу unas palabras muy simples:

— El doctor cree que ha llegado el momento, seсor.

Despuйs de vestirse rбpidamente, acompaсaron al mensajero hasta la hermosa alcoba que Ezar habнa escogido para pasar su ъltimo mes de vida. Las exquisitas antigьedades quedaban ocultas tras los equipos mйdicos importados de otros planetas.

La habitaciуn estaba atestada con los mйdicos personales del anciano, Vortala, el conde Piotr y ellos dos, la princesa y el prнncipe Gregor, varios ministros y algunos hombres del estado mayor. Todos permanecieron de pie y en silencio durante casi una hora ante la figura inmуvil y consumida que yacнa en la cama. Al fin, de forma casi imperceptible, el emperador se tornу aъn mбs inmуvil. Cordelia considerу que era una escena horrible para que el niсo se viese sometido a ella, pero al parecer el ritual exigнa su presencia. Con mucha suavidad, comenzando por Vorkosigan, todos desfilaron para arrodillarse y colocar sus manos entre las del pequeсo, renovando sus votos de lealtad.

Cordelia tambiйn fue guiada por su esposo para que se arrodillara frente al niсo. El prнncipe — el emperador — tenнa el cabello de su madre, pero sus ojos almendrados eran como los de Ezar y Serg, y Cordelia se preguntу cuбnto de su padre o de su abuelo estarнa latente en йl, aguardando el poder que llegarнa con la edad.

їLlevas una maldiciуn en tus cromosomas, pequeсo?, preguntу en silencio mientras sus manos eran colocadas entre las de йl. Maldito o bendito, de todos modos le jurу fidelidad. Las palabras parecieron cortar su ъltimo lazo con la Colonia Beta; йste se rompiу con un Ўping! que sуlo fue audible para ella.

Ahora soy de Barrayar. Habнa sido una travesнa larga y extraсa que comenzara con la imagen de un par de botas en el lodo y terminara en las limpias manos de un niсo. їTъ sabes que yo ayudй a matar a tu padre, muchacho? їLo sabrбs alguna vez? Espero que no. Se preguntу si el hecho de que nunca le hubiesen pedido que jurara lealtad a Ezar Vorbarra habнa sido por delicadeza o por descuido.

De todos los presentes, sуlo el capitбn Negri llorу. Cordelia lo supo porque se encontraba a su lado, en el rincуn mбs oscuro de la habitaciуn, y lo vio secarse las lбgrimas dos veces con el dorso de la mano. Su rostro se ruborizу y pareciу mбs arrugado por unos momentos, pero cuando llegу el momento de prestar su juramento, habнa recuperado su dureza habitual.

Los cinco dнas de ceremonias funerarias fueron agotadores para Cordelia, pero segъn le explicaron no fueron nada comparados con los funerales de Serg, que habнan durado dos semanas a pesar de la ausencia del cuerpo. Para la imagen pъblica, el prнncipe Serg habнa muerto como un hйroe. Segъn los cбlculos de Cordelia, sуlo cinco seres humanos conocнan toda la verdad acerca de ese sutil asesinato. No, cuatro, ahora que Ezar ya no estaba. Probablemente la tumba era el refugio mбs seguro para los secretos de Ezar. Bueno, los tormentos del anciano ya habнan pasado, asн como sus dнas y su йpoca.