— Sн. — Este hombre estб sufriendo un gran dolor, comprendiу Cordelia. їQuй clase de dolor?
— No logro recordar Escobar.
— Eso tengo entendido. Creo que sus terapeutas militares trabajaron mucho para asegurarse de que no recordara Escobar.
— Oh, sн.
— Yo no apruebo el estilo barrayarйs de terapia.
Sobre todo cuando estб teсido de conveniencias polнticas.
— He llegado a comprender eso, seсora. — Una ligera esperanza brillу en sus ojos.
— їCуmo lo hicieron? їQuemaron determinadas neuronas? їLo borraron con mйtodos quнmicos?
— No. Emplearon drogas, pero sin destruir nada. Al menos, eso me han dicho. Los doctores lo llamaron «terapia de supresiуn». Nosotros lo llamamos simplemente «el infierno». Fuimos al infierno dнa tras dнa, hasta que al fin no quisimos ir mбs. — Bothari se acomodу en el asiento y frunciу el ceсo -. Cuando trato de recordar, cuando hablo de Escobar, comienzo a sufrir unos atroces dolores de cabeza. Suena estъpido, їverdad? Un hombre hecho y derecho quejбndose por los dolores de cabeza como una ancianita. Hay ciertas cuestiones concretas, determinados recuerdos, que me provocan estos dolores terribles… Veo cнrculos rojos alrededor de todo y comienzo a vomitar. Cuando abandono el recuerdo, el dolor desaparece. Es simple.
Cordelia tragу saliva.
— Ya veo. Lo siento. Sabнa que era difнcil, pero no imaginй que lo fuese tanto.
— Lo peor de todo son los sueсos. Sueсo con… eso, y si me despierto demasiado despacio, recuerdo lo que he soсado. Recuerdo demasiado al mismo tiempo, y mi cabeza… sуlo puedo tenderme boca abajo y llorar, hasta que logro pensar en alguna otra cosa. Los otros hombres de armas del conde Piotr creen que estoy loco, que soy estъpido, y no saben quй hago allн con ellos. Tampoco yo lo sй. — Se frotу la cabeza con sus grandes manos -. Ser Hombre de Armas de un conde… es un honor. Sуlo existen veinte de ellos. Siempre son los mejores, los hйroes, los hombres con medallas, los que han cumplido veinte aсos de servicio con antecedentes perfectos. Si lo que yo hice en Escobar fue tan terrible, їpor quй hizo el almirante que el conde me tomara a su servicio? Y si actuй en forma tan heroica, їpor quй me han quitado el recuerdo de ello? — Su respiraciуn se estaba acelerando y silbaba entre sus largos dientes amarillos.
— їCuбnto dolor sufre ahora, al tratar de hablar sobre esto?
— Un poco. Pero empeorarб. — La mirу con el ceсo fruncido -. Debo hablar sobre esto. Con usted. Me estб volviendo…
Ella inspirу profundamente para calmarse, tratando de escuchar con toda su mente, su cuerpo y su alma. Y con cuidado. Con mucho cuidado.
— Continъe.
— Tengo cuatro imбgenes… en la cabeza. De Escobar. Cuatro imбgenes que no consigo explicarme. Unos cuantos minutos borrados… їtres meses? їCuatro? Todas ellas me perturban, pero hay una que me perturba en especial. Usted aparece en ella — agregу de forma abrupta, y mirу el suelo. Sus manos se aferraron con tanta fuerza a la piedra que los nudillos le palidecieron.
— Ya veo. Continъe.
— Una, la que menos me inquieta, es una discusiуn. El prнncipe Serg estaba allн, tambiйn el almirante Vorrutyer, lord Vorkosigan y el almirante Rulf Vorhalas. Y yo estaba allн, pero estaba desnudo.
— їEstб seguro de que no se trata de un sueсo?
— No, no estoy seguro. El almirante Vorrotyer dijo… algo muy insultante a lord Vorkosigan. Lo tenнa atrapado contra una pared. El prнncipe Serg reнa. Entonces Vorrutyer lo besу en la boca, y Vorhalas tratу de golpear a Vorrutyer en la cabeza, pero lord Vorkosigan no se lo permitiу. No recuerdo nada mбs.
— Hum… sн — dijo Cordelia -. Yo no me encontraba allн, pero sй que en esos momentos ocurrнan cosas bastante extraсas en el alto mando. Serg y Vorrutyer se extralimitaron. Por lo tanto, es posible que sea un verdadero recuerdo. Podrнa preguntбrselo a Aral, si lo desea.
— ЎNo! No. No creo que йse sea importante, de todos modos. No es como los demбs.
— Hбbleme de los demбs, entonces.
La voz de Bothari se transformу en un susurro.
— Recuerdo a Elena. Quй hermosa. Sуlo conservo dos imбgenes de ella. En una, recuerdo que Vorrutyer me obligaba a… no, no quiero hablar de eso. — Se interrumpiу durante mбs de un minuto, meciйndose suavemente sobre el banco -. La otra… estбbamos en mi cabina. Ella y yo. Ella era mi esposa… — Su voz se quebrу -. Ella no era mi esposa, verdad. — Ni siquiera habнa sido una pregunta.
— No, pero usted ya sabe eso.
— Pero recuerdo haber creнdo que lo era. — Se apretу la frente con las manos, y luego se frotу el cuello vigorosamente. Todo fue en vano.
— Ella era una prisionera de guerra — dijo Cordelia -. Su belleza atrajo la atenciуn de Vorrutyer y de Serg, y juntos se propusieron torturarla. No habнa ninguna razуn para ello, ni cuestiones de inteligencia militar ni de terrorismo polнtico, sуlo fue para obtener gratificaciуn. Elena fue violada. Pero usted tambiйn sabнa eso.
— Sн — susurrу йl.
— Quitarle su implante anticonceptivo y permitir (o forzar) que usted la fecundara fue parte de la idea que ellos tenнan del sadismo. La primera parte. Gracias a Dios, no vivieron lo suficiente como para realizar la segunda parte.
Йl habнa flexionado las piernas y se las apretaba con sus largos brazos. Su respiraciуn era rбpida y jadeante. Tenнa el rostro blanco, brillante de sudor.
— їVe cнrculos rojos a mi alrededor ahora? — preguntу Cordelia con curiosidad.
— Todo estб… mбs bien rosado.
— їY la ъltima imagen?
— Oh, seсora. — Bothari tragу saliva -. Sea lo que sea… estoy seguro de que se encuentra muy cerca de lo que no desean que recuerde. — Volviу a tragar. Cordelia comenzу a comprender por quй no habнa tocado su almuerzo.
— їQuiere continuar? їPuede continuar?
— Debo hacerlo. Seсora. Capitana Naismith. Porque yo la recuerdo a usted. Recuerdo haberla visto tendida en la cama de Vorrutyer, con las ropas cortadas, desnuda. Estaba sangrando. Yo miraba sus… Lo que quiero saber… debo saber. — Ahora tenнa los brazos alrededor de la cabeza y estaba hincado de rodillas ante ella. Su rostro se veнa hundido, perturbado, бvido.
Su presiуn arterial debнa ser extremadamente alta para producir esa monstruosa migraсa. Si llegaban demasiado lejos, si continuaban hasta alcanzar la ъltima de las verdades, їcorrerнa el riesgo de padecer un ataque? Vaya una tйcnica psicolуgica: programar a su propio cuerpo para que lo castigue por sus recuerdos prohibidos…
— їLa violй a usted, seсora?
— їEh? ЎNo! — Cordelia se enderezу, absolutamente indignada. їLo habнan privado de ese recuerdo? їSe habнan atrevido a quitбrselo?
Bothari se echу a llorar, si eso era lo que significaban su respiraciуn entrecortada, sus facciones contraнdas y las lбgrimas que manaban de sus ojos.
Partes iguales de agonнa y felicidad.
— Oh, gracias a Dios. їEstб segura…?
— Vorrutyer le ordenу que lo hiciera. Usted se negу. Lo hizo por su propia voluntad, sin esperar ninguna recompensa ni rescate. Durante un tiempo debiу afrontar bastantes problemas a causa de ello. — Cordelia ansiaba contarle el resto, pero el estado en que se encontraba era tan aterrador que resultaba imposible adivinar las consecuencias -. їCuбnto hace que ha estado recordando esto? їCuбnto tiempo se lo ha preguntado?
— Desde que volvн a verla. Este verano. Cuando llegу para casarse con lord Vorkosigan.
— їY ha estado andando por ahн durante seis meses, con esto en la cabeza, sin atreverse a preguntar…?
— Sн, seсora.
Ella se reclinу horrorizada, frunciendo los labios.
— La prуxima vez, no espere tanto tiempo.
Йl volviу a tragar y se levantу con dificultad, indicбndole que aguardase con un desesperado movimiento de las manos. Saltу el bajo muro de piedra y encontrу unos arbustos. Ansiosamente, Cordelia le escuchу sufrir arcadas durante varios minutos. Un acceso extremadamente intenso, le pareciу, pero al fin las violentas nбuseas se hicieron mбs espaciadas y se detuvieron. Bothari regresу limpiбndose los labios. Se veнa muy pбlido y no estaba mucho mejor, con excepciуn de sus ojos. Ahora habнa un poco de vida en aquella mirada, una abrumadora expresiуn de alivio apenas contenida.