— Nosotros… pues… nosotros…
— їOs acostasteis juntos? — sugiriу Cordelia, esperanzada.
— Sн, seсora. — Drou se ruborizу intensamente y tragу saliva -. Kou pareciу muy feliz… por unos minutos. Yo estaba tan contenta por йl, que no me importу lo mucho que doliу.
Ah, sн, la bбrbara costumbre barrayaresa de introducir a sus mujeres en el sexo sin una desfloraciуn anestesiada. Aunque, considerando cuбnto dolor acarreaban luego sus mйtodos reproductivos, tal vez fuese una buena advertencia. Pero a juzgar por lo poco que habнa visto a Kou, йl tampoco parecнa tan satisfecho como nuevo amante. їQuй se estaban haciendo mutuamente esos dos?
— Continъa.
— Me pareciу ver un movimiento en el jardнn trasero, por la puerta de la biblioteca. Entonces oн el ruido escaleras arriba… ЎOh, seсora! ЎLo siento tanto! Si hubiera estado custodiбndola a usted, en lugar de hacer eso…
— ЎSerб posible! Tъ no estabas de servicio. De no haber estado haciendo eso, habrнas estado en la cama, dormida. De ningъn modo lo ocurrido fue culpa tuya, y si no hubieses estado levantada y mбs o menos vestida, el asesino habrнa podido escapar. — Y no nos encontrarнamos apunto de presenciar otra ejecuciуn pъblica. Dios nos ayude. Una parte de Cordelia lamentу que hubiesen mirado por esa maldita ventana. Pero Droushnakovi ya tenнa bastantes cosas que superar sin aquellas complicaciones mortales. — Pero si yo…
— En estas ъltimas semanas ya se ha hablado demasiado de lo que podrнa haber sido. Francamente, creo que es hora de pensar en el futuro. — Al fin Cordelia lo comprendiу. Drou era barrayaresa, y, por lo tanto, nadie le habнa practicado ningъn implante anticonceptivo. Y seguramente ese idiota de Kou tampoco le habнa ofrecido ninguna alternativa. Por lo tanto, Drou habнa pasado las tres ъltimas semanas preguntбndose…
— їQuerrнas probar mis puntitos azules? Todavнa tengo muchos.
— їPuntitos azules?
— Sн, habнa empezado a decнrtelo antes. Tengo un paquete con esas tiras de diagnуstico. El verano pasado los comprй en Vorbarr Sultana, en una tienda de importaciуn. Hay que echar orina en una tira, y si el punto se vuelve azul, estбs embarazada. Yo sуlo utilicй tres el verano pasado. — Cordelia fue hasta el cajуn de su cуmoda y hurgу en el interior -. Aquн estбn. — Le entregу una a Drou -. Ve a orinar y saldremos de dudas. — їTan pronto se puede saber? — Despuйs de los cinco dнas. — Cordelia alzу la mano -. Te lo aseguro.
Mirando preocupada la pequeсa tira de papel, Droushnakovi entrу en el baсo de Cordelia y Aral, junto al dormitorio. Volviу a salir al cabo de unos pocos minutos. Su rostro estaba triste, y tenнa los hombros caнdos. ї Y esto quй significa?, se preguntу Cordelia, exasperada.
— їY bien?
— Sigue de color blanco.
— Entonces, no estбs embarazada.
— Supongo que no.
— No estoy segura de si te alegras o todo lo contrario. Hazme caso, si deseas tener un hijo, serб mucho mejor que esperes a que la tecnologнa mйdica haya avanzado un poco por aquн. — Aunque el mйtodo orgбnico habнa resultado fascinante, por un tiempo…
— No quiero… quiero… no lo sй… Kou apenas si me ha hablado desde aquella noche. Yo no deseaba quedar embarazada ya que eso me destruirнa, y, sin embargo, pensй que tal vez йl… se sentirнa tan feliz como lo estuvo respecto al sexo. Tal vez volverнa y… oh, las cosas iban tan bien, Ўy ahora se han estropeado! — Tenнa las manos apretadas y el rostro blanco.
Hazme el favor y llora de una vez, niсa. Pero Droushnakovi recuperу el control de sн misma.
— Lo siento, seсora. No pretendн molestarla con toda esta estupidez.
Era una estupidez, sн, pero no sуlo por parte de ella. Para algo tan enredado se hubiese necesitado a un comitй.
— їPero quй le ocurre a Kou? Pensй que sуlo se sentнa culpable por lo de la soltoxina, como todos los demбs en la casa. — Empezando por Aral y por mн, y acabando portado el resto.
— No lo sй, seсora.
— їYa has intentado algo verdaderamente drбstico, como preguntбrselo? — Йl me evita.
Cordelia suspirу y se concentrу en la tarea de vestirse. Hoy se pondrнa ropas de verdad, no una bata de paciente. Allн, en el fondo del armario de Aral, estaban colgados los pantalones pardos de su antiguo uniforme. Con curiosidad, los extrajo y se los probу. No sуlo le cabнan, sino que le quedaban grandes. Pues sн que habнa estado enferma. Con actitud algo agresiva, se los dejу puestos y escogiу una chaqueta floreada de mangas largas para combinarlo. Muy cуmodo. Cordelia sonriу ante su aspecto delgado y pбlido en el espejo.
— Ah, querida capitana. — Aral asomу la cabeza en el dormitorio -. Estбs levantada. — Mirу a Droushnakovi -. Las dos estбis aquн. Mejor aъn. Creo que necesito tu ayuda, Cordelia. En realidad, estoy seguro de ello.
Los ojos de Aral brillaban con la expresiуn mбs extraсa. їEstaban sorprendidos, risueсos, preocupados? Aral entrу. Vestнa, como de costumbre en Vorkosigan Surleau, con el viejo pantalуn de uniforme y una camisa de civil. Tras йl apareciу un tenso y desdichado Koudelka, enfundado en un pulcro uniforme negro de fajina con las insignias rojas de teniente en el cuello. Se aferraba a su bastуn. Drou retrocediу hasta la pared y cruzу los brazos.
— Segъn me ha dicho, el teniente Koudelka desea hacer una confesiуn. Y por lo que sospecho tambiйn desea que lo absuelvan — dijo Aral.
— No lo merezco, seсor — murmurу Koudelka -: Pero ya no podнa vivir con esto. Tengo que decirlo. — Bajу la mirada esquivando los ojos de los demбs. Droushnakovi lo observу conteniendo el aliento. Aral fue a sentarse junto a Cordelia, en el borde de la cama.
— Prepбrate — le murmurу al oнdo -. Incluso a mн me ha sorprendido.
— Tal vez yo te haya ganado.
— No serнa la primera vez. — Vorkosigan alzу la voz -. Adelante, teniente. Esto no serб mбs sencillo si tengo que arrancбrselo.
— Drou… seсorita Droushnakovi… he venido a entregarme. Y a disculparme. No, eso suena trivial, y crйame, no lo considero de ese modo. Usted merece mбs que una disculpa, le debo una explicaciуn. Harй cualquier cosa que quiera. Pero le juro que lamento muchнsimo haberla violado.
Droushnakovi lo mirу con la boca abierta durante tres segundos, y luego la cerrу con tanta fuerza que Cordelia pudo escuchar cуmo le chocaban los dientes.
— їQuй?
Koudelka se encogiу, pero no alzу la vista. — Lo siento, lo siento — murmurу. — Tъ… crees… tъ… їquй? — exclamу Droushnakovi, horrorizada e indignada -. Crees que hubieses podido… Ўoh! — Se irguiу muy recta, con las manos apretadas y la respiraciуn agitada -. ЎEres un idiota, Kou! ЎUn imbйcil! ЎEres un, un, un…! — Las palabras surgнan a borbotones. Todo su cuerpo estaba temblando. Cordelia la observу fascinada. Aral se frotу los labios con expresiуn pensativa.
Droushnakovi se abalanzу sobre Koudelka y le pateу el bastуn. Йl estuvo a punto de caer.
— їEh? — exclamу mientras trataba en vano de atrapar el bastуn.
Drou lo empujу contra la pared y lo paralizу con un golpe certero apretando su plexo solar. Йl dejу de respirar.
— ЎIdiota! їCrees que serнas capaz de ponerme una mano encima sin mi permiso? ЎOh! Cуmo puedes ser tan… tan… — Droushnakovi gritу de ira junto a su oreja. Йl retrocediу.
— Por favor, no rompas a mi secretario, Drou. Las reparaciones son caras — — dijo Aral con suavidad.
— ЎOh! — Ella lo soltу. Koudelka se tambaleу y cayу de rodillas. Con las manos sobre el rostro, mordiйndose las uсas, Droushnakovi abandonу la habitaciуn como una tromba y cerrу de un portazo al salir. Entonces se oyeron sus sollozos alejбndose por el pasillo. Otra puerta se cerrу. Silencio.
— Lo siento, Kou — dijo Aral despuйs de una larga pausa -. Pero me parece que tu confesiуn no serб llevada a juicio.