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— No lo comprendo. — Kou sacudiу la cabeza, se arrastrу en busca de su bastуn y se levantу con dificultad.

— їMe equivoco o estбis hablando sobre lo que ocurriу entre vosotros la noche del ataque? — preguntу Cordelia.

— Sн, seсora. Yo estaba sentado en la biblioteca. No podнa dormir, por lo que se me ocurriу revisar algunas cifras. Ella entrу. Nos sentamos, charlamos… De pronto me encontrй… bueno, no habнa tenido una erecciуn desde que fui herido por el disruptor nervioso. Pensй que podrнa pasar un aсo, o que tal vez nunca mбs… El pбnico me invadiу y la poseн allн mismo. No le preguntй, no le dije ni una palabra. Entonces se produjo ese ruido allб arriba; ambos corrimos al jardнn y… al dнa siguiente ella no me acusу. Desde entonces lo estoy esperando.

— Pero si йl no la violу, їpor quй Drou ha esperado hasta ahora para enfadarse? — preguntу Aral.

— Ha estado enfadada — dijo Koudelka -. La forma en que me miraba, en estas tres semanas…

— Esas miradas eran de miedo, Kou — respondiу Cordelia.

— Sн, ya me lo imaginaba.

— Porque temнa estar embarazada, no porque tuviera miedo de usted — le aclarу ella.

— Oh — murmurу Koudelka.

— Sus temores eran infundados. — Kou murmurу otro pequeсo «Oh» -. Pero ahora estб furiosa con usted, y no la culpo.

— Pero si no cree que yo… їquй razуn puede tener?

— No lo comprende. — Mirу a Aral con el ceсo fruncido -. їTъ tampoco?

— Bueno…

— Es porque usted la ha insultado, Kou. No entonces, sino ahora, en esta habitaciуn. Y no sуlo por menospreciar su destreza fнsica. Lo que acaba de decir le ha revelado, por primera vez, que esa noche usted estaba tan preocupado por su propia persona que ni siquiera la mirу a ella. Eso estб mal, Kou. Muy mal. Le debe una sincera disculpa. Esa noche Drou le entregу su virginidad, y usted apreciу tan poco lo que estaba haciendo que ni siquiera se dio cuenta. De pronto йl alzу la cabeza.

— їMe entregу? їComo una obra de caridad?

— Mбs bien como un obsequio de los dioses — murmurу Aral, sumido en sus propios pensamientos.

— Yo no soy un… — Koudelka mirу la puerta -. їMe estб diciendo que deberнa correr tras ella?

— Mбs bien me arrastrarнa, si estuviera en su lugar — le recomendу Aral -. Y rбpido. Escъrrase bajo su puerta, tiйndase boca arriba y dйjela saltar sobre usted hasta que se haya desahogado. Entonces vuelva a disculparse. Quizб todavнa estй a tiempo de salvar la situaciуn. — Ahora los ojos de Aral mostraban un brillo jocoso.

— їCуmo se llama a eso? їRendiciуn total? — dijo Kou con indignaciуn.

— No. Lo llamarнa un rotundo triunfo. — Su voz se volviу un poco mбs frнa -. He visto enfrentamientos devastadores entre hombres y mujeres. Piras de orgullo. Usted no querrб seguir ese camino. Se lo garantizo. — Ustedes… Ўseсora! ЎSe estбn riendo de mн! ЎBasta!

— Entonces deje de hacer el ridнculo — replicу Cordelia con rudeza -. Deje de pensar con el culo. Durante sesenta segundos consecutivos, piense en alguien que no sea usted.

— Seсora. Seсor — dijo Koudelka con los dientes apretados. Hizo una reverencia y se marchу. Pero al llegar al pasillo tomу la direcciуn equivocada. Girу en sentido opuesto al que Droushnakovi habнa tomado y bajу la escalera.

Aral sacudiу la cabeza con impotencia mientras los pasos de Koudelka se alejaban. Entonces dejу escapar una risita. Cordelia le dio un golpe suave en el brazo.

— ЎBasta! Ellos lo estбn pasando fatal. — Sus ojos se encontraron y ella tambiйn riу, pero entonces contuvo el aliento con firmeza -. Por Dios, creo que йl querнa ser un violador. Quй ambiciуn tan extraсa. їHa estado frecuentando mucho a Bothari?

Esta broma algo tйtrica hizo que ambos se pusieran serios. Aral pareciу pensativo.

— Creo que Kou querнa probarse a sн mismo. Pero su remordimiento era sincero.

— Sincero, pero un poco presuntuoso. Creo que ya lo hemos mimado demasiado debido a sus dificultades. Tal vez sea hora de darle una buena patada en el trasero.

Aral dejу caer los hombros con fatiga.

— Estб en deuda con ella, no cabe duda. Pero yo no puedo ordenarle que cambie su actitud. No servirб de nada si no lo hace por iniciativa propia.

Cordelia estuvo de acuerdo.

Cordelia no notу que faltaba algo en su pequeсo mundo hasta el almuerzo.

— їDуnde estб el conde? — le preguntу a Aral al ver que el ama de llaves sуlo habнa puesto la mesa para dos personas, en una sala del frente con vista al lago. El dнa era muy frнo. La niebla matinal se habнa elevado para formar nubes bajas y grises, y soplaba un viento helado. Cordelia se habнa puesto una vieja chaqueta negra de Aral sobre la blusa floreada.

— Me dijo que irнa a las caballerizas a ver cуmo entrenaban a uno de sus animales — respondiу Aral, quien tambiйn observу la mesa con inquietud.

El ama de llaves acababa de entrar con la sopa.

— No, seсor. Se fue en un vehнculo terrestre esta maсana, con dos de sus hombres.

— Oh. Discъlpame.

Aral se levantу y abandonу la habitaciуn en direcciуn al pasillo trasero. En la parte posterior de la casa, uno de los depуsitos habнa sido convertido en un centro de comunicaciones, con una consola de alta seguridad y un guardia de Seguridad Imperial en la puerta. Los pasos de Aral resonaron por el pasillo en aquella direcciуn.

Cordelia tomу una cucharada de sopa, que bajу por su garganta como plomo lнquido, dejу a un lado la cuchara y aguardу. Oнa la voz de Aral en el silencio de la casa, y las respuestas de sonido algo electrуnico en la voz de un desconocido, demasiado apagadas para que pudiese distinguir las palabras. Despuйs de lo que a ella le pareciу una eternidad, a pesar de que la sopa aъn estaba caliente, Aral regresу con el rostro sombrнo.

— їFue allн? — le preguntу Cordelia -. їAl Hospital Militar?

— Sн. Estuvo y se fue. No te preocupes. — Estaba muy serio.

— їQuieres decir que el bebй estб bien?

— Sн. Se le negу el acceso, discutiу un rato y se marchу. Nada mбs. — Comenzу a tomarse la sopa.

El conde regresу unas horas despuйs. Cordelia escuchу el zumbido de su vehнculo que se detuvo en el extremo norte de la casa, una pausa, una cubierta que se abrнa y se cerraba, y el coche que continuaba su marcha hacia los garajes situados sobre la colina, cerca de las caballerizas. Ella estaba sentada con Aral en la habitaciуn del frente, con las grandes ventanas nuevas. Йl estaba absorto en cierto informe gubernamental en su visor manual, pero al escuchar que se cerraba la cubierta pulsу «pausa» y aguardу con ella mientras unos pasos se acercaban rбpidamente por la escalinata principal. La expresiуn de Aral estaba tensa y preocupada. Cordelia se reclinу en el sillуn y tratу de controlar sus nervios.

El conde Piotr entrу en la habitaciуn y se plantу en la puerta. Iba vestido formalmente con su antiguo uniforme con las insignias de general.

— Estбis aquн. — El hombre de librea que lo seguнa les dirigiу una mirada inquieta y se retirу sin esperar que lo despidiesen. El conde Piotr ni siquiera se dio cuenta de ello.

Piotr se concentrу primero en Aral.

— Tъ. Te has atrevido a humillarme en pъblico. A tenderme una trampa.

— Tъ mismo te has humillado, me temo. Si no hubieras cogido por ese camino, no te habrнas encontrado con esa trampa.

Piotr digiriу sus palabras. Las arrugas de su rostro se profundizaron. La ira y la vergьenza luchaban contra el orgullo. Parecнa avergonzado como los que se saben equivocados.

Duda de sн mismo, notу Cordelia. Un hilo de esperanza. No perdamos ese hilo; puede ser nuestra ъnica guнa para salir de este laberinto.

El orgullo predominу.

— En realidad yo no tendrнa por quй hacer esto — gruсу Piotr -. Es tarea de mujeres custodiar nuestro genoma.