con un extraсo sonido hueco. Cordelia mirу en la oscuridad, pero ninguna luz se moviу. Se agazaparon junto al sendero, aguzando los sentidos.
Bothari se deslizу, con la cabeza inclinada hacia un lado, siguiendo sus oнdos. Momentos despuйs, Cordelia y Gregor se acercaron con cautela. Encontraron al sargento arrodillado junto a un afloramiento estriado. Йl les hizo seсas para que se acercaran.
— Es un respiradero — anunciу en un susurro -. Escuche.
Las voces eran mucho mбs claras ahora, cadencias mordaces, sonidos guturales y furiosos acentuados por maldiciones en dos o tres idiomas.
— Maldita sea, sй que fuimos a la izquierda en el tercer recodo.
— Volvimos a cruzar el arroyo.
— ЎNo era el mismo arroyo, sabakil
— Merde. ЎPerdu!
— ЎEs un idiota, teniente!
— ЎNo sea insolente, cabo!
— Esta luz frнa no durarб mucho mбs. Ya se estб apagando.
— Pues entonces no la sacuda, imbйcil; asн se acabarб mбs rбpido.
— ЎDйme esa…!
Los dientes de Bothari brillaron en la oscuridad. Fue la primera sonrisa que Cordelia le veнa desde hacнa meses. En silencio, el sargento le hizo la venia. Luego se alejaron bajo el frнo de la noche Dendarii.
Cuando estuvieron de regreso en el camino, Bothari suspirу profundamente.
— Ojalб hubiese tenido una granada para arrojar por ese respiradero. Dentro de una semana sus cuadrillas de rescate todavнa se estarнan disparando entre sн.
13
Cuatro horas mбs tarde, el inconfundible caballo tordo saliу de la oscuridad. Kly era una sombra sobre йl, pero su figura y su sombrero viejo eran claramente reconocibles.
— ЎBothari! — exclamу Kly -. Estбn vivos. Gracias a Dios.
La voz de Bothari fue seca.
— їQuй le ocurriу, mayor?
— Me encontraba en una cabaсa adonde habнa ido a entregar correspondencia, y estuve a punto de tropezar con una patrulla de Vordarian. Estбn recorriendo las colinas casa por casa. Interrogan con pentotal a todos los que encuentran. Deben traer toneles de esa droga.
— Le esperбbamos anoche — dijo Cordelia, tratando de que su tono no sonara demasiado acusador.
Kly asintiу con un gesto a modo de saludo, y su sombrero de fieltro se balanceу.
— Y hubiese llegado, de no haber sido por esa maldita patrulla de Vordarian. No me atrevн a permitir que me interrogaran, por lo cual pasй todo el dнa y la noche esquivбndolos. Enviй al marido de mi sobrina para que los trajera, pero cuando йl llegу a mi casa esta maсana, los hombres de Vordarian ocupaban todo el lugar. Pensй que todo estaba perdido, aunque mis esperanzas renacieron cuando al caer la noche todavнa se encontraban allн. Si los hubieran encontrado, no habrнan seguido buscбndolos. Supuse que lo mejor serнa subir el trasero a la montura y salir a explorar un poco. No imaginй que tendrнa tanta suerte.
Kly virу su caballo en el sendero. — Venga, sargento, suba al muchacho. — Yo puedo llevarlo. Creo que serб mejor que usted se ocupe de mi seсora. Estб a punto de caer rendida.
Era demasiado cierto. Cordelia estaba tan agotada que marchу de buena gana hacia el caballo de Kly. Entre los dos hombres la ayudaron a subir, y Cordelia se sentу a horcajadas sobre la tibia grupa del animal. Se aferrу a la chaqueta del cartero y todos comenzaron a marchar. — їQuй les ocurriу a ustedes? — preguntу Kly a su vez.
Cordelia dejу que Bothari respondiese, con sus oraciones breves aъn mбs resumidas por el peso del niсo que llevaba sobre la espalda. Cuando le mencionу a los hombres que habнan oнdo por el respiradero, Kly soltу una carcajada, pero en seguida se llevу una mano a la boca.
— Pueden pasar semanas antes de que salgan de allн. ЎBuen trabajo, sargento!
— Fue idea de la seсora Vorkosigan. — ЎVaya! — Kly se volviу para mirarla por encima del hombro.
— Aral y Piotr parecen pensar que lo mejor es distraer al enemigo — le explicу Cordelia -. Por lo que sй, Vordarian cuenta con reservas limitadas.
— Usted piensa como un soldado, seсora — dijo Kly con tono de aprobaciуn.
Cordelia frunciу el ceсo desanimada. Vaya un cumplido. Lo ъltimo que deseaba era comenzar a pensar como un soldado, a jugar segъn las reglas militares. Aunque la forma irreal en que aquellos hombres veнan al mundo resultaba muy contagiosa, y ahora ella estaba inmersa en todo aquello. їCuбnto tiempo podrнa caminar sobre el agua?
Kly los condujo durante otras dos horas de marcha nocturna, desviбndose por caminos desconocidos. Justo antes del alba llegaron a una choza, o una casa. Su construcciуn se parecнa a la de Kly, aunque era mбs grande ya que le habнan agregado varias habitaciones. Una pequeсa llama, como la luz de una vela casera, ardнa en una ventana.
Una anciana saliу a la puerta y les hizo seсas para que entrasen. Llevaba puesto un camisуn y una chaqueta, y tenнa el cabello trenzado sobre la espalda. Otro anciano, aunque mбs joven que Kly, se llevу el caballo a un cobertizo. Kly se dispuso a ir con йl.
— їNos encontramos a salvo aquн? — preguntу Cordelia adormecida. їDуnde estamos? Kly se encogiу de hombros.
— Registraron la casa anteayer, antes de que enviara a mi sobrino polнtico. Lo revisaron todo de arriba abajo. La anciana emitiу un bufido al recordar ese desagradable momento.
— Con las cavernas, todas las casas que aъn no han visitado y el lago, pasarб un tiempo antes de que vuelvan aquн. Todavнa estбn dragando el fondo del lago. Por lo que he oнdo, han traнdo toda clase de equipos. Es un sitio tan seguro como cualquiera. — Se marchу tras su caballo.
O tan peligroso. Bothari ya se estaba quitando las botas. Debнan de dolerle mucho los pies. Los de ella estaban hechos un desastre, tenнa las zapatillas convertidas en harapos, y los trapos que habнa atado en los pies de Gregor estaban completamente rotos. Cordelia nunca se habнa sentido tan al lнmite de su resistencia, tan extenuada hasta los huesos, aunque habнa realizado caminatas mucho mбs largas que йsta. Era como si su embarazo truncado le hubiese drenado parte de su propia vida para pasбrsela a otro. Cordelia permitiу que la guiaran, que la alimentaran con pan, queso y leche, y que la acomodaran en una pequeсa habitaciуn en un catre estrecho junto al de Gregor. Esa noche creerнa que estaba a salvo, al igual que los niсos barrayareses creнan en Papб Escarcha durante la Feria Invernal… sуlo porque deseaba desesperadamente que fuese cierto.
Al dнa siguiente un niсo harapiento de unos diez aсos apareciу de entre los bosques, montado a pelo sobre el alazбn de Kly.
El anciano hizo que Cordelia, Gregor y Bothari se escondieran mientras despedнa al muchacho con unas monedas, y Sonia, la sobrina de Kly, le entregу unos pasteles para que se marchase mбs rбpido. Gregor espiу con anhelo tras una cortina mientras el niсo volvнa a desaparecer.
— No me atrevн a ir yo mismo — le explicу Kly a Cordelia -. Vordarian tiene tres pelotones en el lugar. — Emitiу una risita -. Pero el niсo sуlo sabe que el viejo cartero estб enfermo y necesita su caballo de relevo.
— No habrбn interrogado a ese niсo con pentotal, їverdad?
— ЎOh, sн!
— ЎCуmo se han atrevido!
Los labios manchados de Kly se apretaron con simpatнa ante su indignaciуn.
— Si Vordarian no logra atrapar a Gregor, su golpe estб predestinado al fracaso. Y йl lo sabe. Llegado a este punto, no hay mucho que no se atreva a hacer. — Se detuvo -. Dйse por contenta de que el pentotal haya reemplazado a la tortura.
El sobrino polнtico de Kly lo ayudу a ensillar eн alazбn y a acomodar las alforjas. El cartero se acomodу el sombrero y montу.
— Si no cumplo mi recorrido, al general le resultarб casi imposible comunicarse conmigo — les explicу -. Debo irme. Ya es tarde. Volverй. Usted y el muchacho traten de permanecer dentro de la cabaсa, seсora. — Encaminу su caballo hacia el bosque. El animal se confundiу rбpidamente entre las malezas castaсo rojizas del lugar.