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Al regresar a la aeronave descubrieron que un viejo camiуn habнa aparcado detrбs. El joven sуlo intercambiу un breve saludo con el conductor, quien bajу y abriу el compartimiento de carga para Bothari y Cordelia. En el interior habнa unos sacos de fibra llenos de coles. Aquello no resultaba muy cуmodo como almohada, aunque Bothari hizo lo posible para que Cordelia estuviera bien instalada mientras el camiуn se sacudнa sobre los accidentados caminos. El sargento permaneciу sentado a un costado, afilando su cuchillo en forma compulsiva con un trozo de cuero que Sonia le habнa obsequiado. Cuatro horas en aquella situaciуn y Cordelia estuvo a punto de comenzar a hablar con las coles.

Al fin el camiуn se detuvo. La puerta se abriу y cuando Bothari y Cordelia descendieron, se encontraron con que estaban en el medio de la nada: un camino de grava en la oscuridad de la noche, en un territorio desconocido.

— Los recogerбn en el mojуn del kilуmetro 96 — dijo el conductor del camiуn, seсalando una mancha blanca en la oscuridad que al parecer no era mбs que una roca pintada.

— їCuбndo? — preguntу Cordelia con desesperaciуn. їY quiйnes los recogerнan?

— No lo sй. — El hombre regresу a su camiуn y se alejу levantando una lluvia de grava, como si ya lo hubiesen estado persiguiendo.

Cordelia se apoyу sobre la roca pintada mientras se preguntaba morbosamente quй bando saltarнa sobre ellos primero, y quй sistema utilizarнa para distinguirlos. El tiempo pasу, y ella comenzу a imaginar la posibilidad mбs deprimente aъn de que nadie acudiese a buscarlos.

Pero al fin una aeronave apareciу en el cielo nocturno con los motores silenciados. El vehнculo aterrizу aplastando la grava. Bothari se agazapу junto a ella, sujetando inъtilmente su cuchillo, pero el hombre que bajaba con dificultad de la aeronave era el teniente Koudelka.

— їSeсora? — preguntу con incertidumbre a los dos espantapбjaros humanos -.їSargento? — Cordelia lanzу una exclamaciуn de alegrнa al reconocer la cabeza rubia del piloto: Droushnakovi. Mi hogar no es un lugar, son personas…

Con la mano de Bothari en su codo, ante un gesto ansioso de Koudelka, Cordelia se dejу caer con gusto en el mullido asiento trasero de la aeronave. Droushnakovi se volviу para mirar a Bothari con una expresiуn sombrнa, arrugу la nariz y preguntу:

— їSe encuentra bien, seсora?

— Mejor de lo que esperaba. Vamos.

La cubierta se sellу y se elevaron en el aire. Las luces coloridas del panel iluminaban los rostros de Kou y de Drou. Un capullo tecnolуgico. Cordelia atisbo por encima del hombro de Drou para leer los instrumentos, y luego alzу la vista hacia la cubierta; sн, unas formas oscuras los acompaсaban: aeronaves militares de escolta. Bothari tambiйn las vio, y sus ojos brillaron con aprobaciуn. Su cuerpo pareciу relajarse un poco.

— Me alegro de veros… — Cierta postura corporal, cierta actitud de reserva hizo que Cordelia decidiera no aсadir: «juntos otra vez»

— Por lo que veo esa acusaciуn de sabotear la consola ya se ha aclarado, їno?

— En cuanto tuvimos ocasiуn de interrogar con pentotal a ese cabo, seсora — respondiу Droushnakovi -. No tuvo el valor de suicidarse antes del interrogatorio.

— їЙl fue el saboteador?

— Sн — le respondiу Koudelka -. Pensaba escapar cuando las tropas de Vordarian nos capturaran. Al parecer Vordarian lo habнa comprado hacнa meses.

— Eso explica nuestros problemas de seguridad, їverdad?

— Йl pasу la informaciуn acerca de nuestro itinerario, el dнa del ataque con la granada sуnica. — Koudelka se frotу la nariz ante el recuerdo.

— ЎAsн que fue Vordarian quien estaba detrбs de eso!

— Sin duda. Pero al parecer el guardia no sabнa nada de la soltoxina. Lo interrogamos hasta el cansancio. No era un conspirador de alto nivel, sуlo una herramienta.

A Cordelia se le ocurrieron varias ideas desagradables, pero preguntу:

— їIllyan ya ha aparecido?

— Aъn no. El almirante Vorkosigan cree que puede estar oculto en la capital, si no lo mataron en las primeras refriegas.

— Hum. Bueno, os alegrarб saber que Gregor se encuentra bien…

Koudelka alzу una mano para interrumpirla. — Discъlpeme, seсora. El almirante ordenу que ni usted ni el sargento revelen nada sobre Gregor, excepto a йl mismo o al conde Piotr.

— Estб bien. Maldito pentotal. їCуmo estб Aral? — Se encuentra bien, seсora. Me ordenу que la pusiera al corriente de la situaciуn estratйgica…

A la mierda con la situaciуn estratйgica, їquй hay de mi bebй? Aunque por desgracia, las dos cuestiones parecнan inextricablemente relacionadas.

—… y que respondiese cualquier pregunta que usted pudiera tener. Muy bien.

— їQuй noticias hay de nuestro hijo? Pi… Miles.

— No hemos sabido nada malo, seсora.

— їY eso quй significa?

— Significa que no hemos sabido nada — le explicу Droushnakovi con tono sombrнo.

Koudelka le dirigiу una mirada furiosa, pero ella le respondiу alzando un hombro.

— El hecho de que no haya noticias puede ser una buena seсal, seсora — continuу Koudelka -. Aunque es cierto que Vordarian todavнa mantiene la capital bajo control.

— Y por lo tanto, tambiйn el Hospital Militar, sн — dijo Cordelia.

— Estб publicando los nombres de los rehenes relacionados con nuestra estructura de mando, pero su hijo todavнa no ha aparecido en las listas. El almirante piensa que Vordarian nunca imaginу lo de la rйplica como una posibilidad viable. No sabe lo que tiene.

— Aъn — replicу Cordelia.

— Aъn — le concediу Koudelka de mala gana.

— Muy bien. Continъe.

— La situaciуn general no es tan grave como temнamos al principio. Vordarian mantiene el control de Vorbarr Sultana, de su propio Distrito y sus bases militares, y ha puesto tropas en el Distrito Vorkosigan, pero sуlo cuenta con cinco condes que se han proclamado sus aliados. De los demбs condes, aproximadamente treinta han quedado atrapados en la capital, y no podemos saber a quiйn apoyan mientras Vordarian les apunte a la cabeza con un arma. Casi todos los veintitrйs Distritos restantes han reiterado sus juramentos de lealtad al regente. Aunque un par de ellos, con familiares en la capital o en posiciуn estratйgica como potenciales campos de batalla, estбn vacilando.

— їY las fuerzas espaciales?

— Estaba a punto de hablarle de ellas, seсora. Gran parte de los suministros son enviados desde las bases en el Distrito Vordarian. Por el momento, estбn a la espera de que se aclare el panorama en lugar de moverse para aclararlo ellos mismos. Pero se han negado a apoyar abiertamente a Vordarian. Es un equilibrio, y el primero que logre inclinarlo hacia su bando iniciarб una avalancha. El almirante Vorkosigan parece muy optimista. — A juzgar por el tono del teniente, Cordelia no estuvo muy segura de que йl compartiese ese optimismo -. Pero por supuesto, tiene que estarlo, para mantener alto el espнritu. Dice que Vordarian perdiу la guerra en el momento en que Negri escapу con Gregor, y que el resto son sуlo maniobras para minimizar las pйrdidas. Sin embargo, Vordarian tiene a la princesa Kareen.

— Sin duda una de las pйrdidas que Aral estб ansioso por reducir. їElla se encuentra bien? їLos terroristas de Vordarian no le han hecho daсo?

— Por lo que sabemos, no. Al parecer, estб bajo arresto domiciliario en sus propias habitaciones de la Residencia Imperial. Varios de los rehenes mбs importantes tambiйn se encuentran allн.

— Ya veo.

Cordelia se volviу en la penumbra para mirar a Bothari, quien permaneciу impasible. Supuso que entonces preguntarнa por Elena, pero no dijo nada. Ante la menciуn de Kareen, Droushnakovi permaneciу mirando fijamente la noche con expresiуn abatida.

їKou y Drou habrнan arreglado sus diferencias? Parecнan muy distantes, civilizados y profesionales. Pero aunque hubiesen intercambiado unas disculpas superficiales, Cordelia percibiу que la herida no habнa cicatrizado. La adoraciуn secreta habнa desaparecido de los ojos azules que, de vez en cuando, abandonaban el panel de control para observar al hombre sentado a su lado. Las miradas de Drou eran sуlo cautelosas.