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— Ah. — Cordelia se frotу los labios -. Eso parece… equitativo. Una vida sacrificable por otra. Kareen por Miles. — Se hundiу en el sillуn sumida en una profunda reflexiуn.

Primero lo ves. Entonces te conviertes en ello. — No es suficiente. — Al fin Cordelia sacudiу la cabeza -. Necesitamos… a alguien que conozca la ciudad. A alguien con mъsculo, que sirva de apoyo. Un hombre que sepa manejar armas, que nunca duerma. Necesito a un amigo. — Curvу los labios en una leve sonrisa -. Mбs que un hermano. — Se levantу y se dirigiу a la consola.

— їQuerнa verme, seсora? — dijo el sargento Bothari.

— Sн, por favor, entre.

Las habitaciones de los oficiales superiores no intimidaban a Bothari, pero de todos modos frunciу el ceсo cuando Cordelia le indicу que se sentase. Fue a ocupar el lugar habitual de Aral, al otro lado de la mesa baja. Drou volviу a sentarse en el rincуn, observando en silencio. Cordelia mirу a Bothari, quien tambiйn la mirу a ella. Tenнa buen aspecto, aunque su rostro estaba marcado por la tensiуn. Como a travйs de un tercer ojo, Cordelia pudo percibir las energнas frustradas que corrнan por su cuerpo; arcos de ira, redes de control, un enmaraсado nudo elйctrico de peligrosa sexualidad por debajo de todo. Energнas que reverberaban, que aumentaban cada vez mбs sin posibilidad de liberarse, con una desesperada necesidad de que le ordenasen actuar para que no estallasen por su cuenta sin ningъn control. Cordelia parpadeу y volviу a concentrarse en su superficie menos aterradora; sуlo era un hombre cansado y feo en un elegante uniforme marrуn.

Para su sorpresa, Bothari tomу la palabra.

— Seсora, їha tenido alguna noticia de Elena? їSe preguntaba para quй lo habrнa llamado aquн? Para su vergьenza, ella casi se habнa olvidado de Elena.

— Nada nuevo, me temo. Segъn los informes, se encuentra con la seсora Hysopi en ese hotel del centro custodiado por las fuerzas de Vordarian, junto con muchos otros rehenes. No la han trasladado a la Residencia ni nada parecido. — A diferencia de Kareen, la misiуn secreta de Cordelia no pasaba por el mismo lugar donde se encontraba Elena. Si йl se lo pedнa, їcuбnto podrнa prometerle? — Siento mucho lo de su hijo, seсora. — Mi mutante, como dirнa Piotr. — Cordelia lo observу. Interpretaba mejor sus hombros, su columna y sus entraсas que su rostro impasible.

— Respecto al conde Piotr — dijo, y se interrumpiу. Tenнa las manos unidas entre las rodillas -. Habнa pensado en hablar con el almirante. No se me ocurriу hacerlo con usted. Debн haber pensado en usted.

— Siempre. — ї Y ahora quй?

— Ayer se me acercу un hombre en el gimnasio. No llevaba uniforme ni insignias. Me ofreciу a Elena. La vida de Elena si yo asesinaba al conde Piotr.

— Quй tentador — dijo Cordelia sin poder contenerse -. Eh, їquй garantнas le ofreciу?

— En seguida me hice la misma pregunta. Allн estarнa yo, metido en grandes problemas, tal vez ejecutado, їy entonces quiйn se ocuparнa de la bastarda de un hombre muerto? Pensй que era una trampa, otra trampa, y regresй a buscarlo… pero desde entonces no he vuelto a verlo. — Bothari suspirу -. Ahora casi me parece una alucinaciуn.

La expresiуn en el rostro de Drou era un estudio de la mбs profunda desconfianza, pero por fortuna Bothari se hallaba de espaldas a ella y no se dio cuenta. Cordelia le dirigiу una rбpida mirada de reproche.

— їHa sufrido alucinaciones? — le preguntу.

— No lo creo. Sуlo pesadillas. Trato de no dormir.

— Yo… tengo mi propio problema — dijo Cordelia -. Ya ha oнdo mi conversaciуn con Piotr.

— Sн, seсora.

— їSabe que existe un lнmite de tiempo?

— їLнmite de tiempo?

— Si nadie se ocupa de la rйplica uterina, Miles no podrб vivir mбs de seis dнas. Sin embargo, Aral afirma que Miles no corre mбs peligro que las familias de sus hombres. Yo no opino lo mismo.

— A espaldas del almirante, he oнdo a algunas personas decir lo contrario.

— їAh?

— Dicen que es un engaсo. Que su hijo es una especie de mutante que de todas formas va a morir, mientras que ellos arriesgan niсos normales.

— No creo que йl imagine… estos comentarios.

— їQuiйn lo repetirнa en su rostro?

— Muy pocos. Tal vez ni siquiera Illyan. Aunque Piotr no perderнa la ocasiуn de decнrselo, si llegara a sus oнdos. ЎMaldita sea! Nadie, en ninguno de los dos bandos, dudarнa en vaciar esa replica. — Guardу silencio unos instantes y volviу a comenzar -. Sargento, їpara quiйn trabaja usted?

— He jurado lealtad como Hombre de Armas al conde Piotr — recitу Bothari. Ahora la observaba con atenciуn, mientras una extraсa sonrisa empezaba a curvar sus labios.

— Se lo dirй de otro modo. Sй que existen terribles castigos para los Hombres de Armas que se ausentan sin permiso. Pero supongamos que…

— Seсora. — Йl alzу una mano para detenerla -. їRecuerda que allб en el jardнn de Vorkosigan Surleau, cuando cargбbamos el cuerpo de Negri en la aeronave, el regente me pidiу que obedeciera su voz como si fuese la suya propia?

Cordelia alzу las cejas.

— Sн…

— No ha revocado la orden.

— Sargento — murmurу ella al fin -. Jamбs habrнa imaginado que fuese un abogado de cuartel.

La sonrisa de Bothari se tornу un poco mбs tensa.

— Para mн su voz es como la del mismo emperador. Tйcnicamente.

— Lo es ahora — susurrу Cordelia, y se clavу las uсas en las palmas.

Bothari se inclinу hacia delante, con las manos inmуviles entre las rodillas.

— Y bien, seсora. їQuй estaba diciendo?

El aparcamiento para vehнculos motorizados era una bуveda baja donde retumbaban los ruidos, iluminada suavemente por las luces de una oficina con paredes de vidrio. Cordelia aguardу junto al tubo elevador, acompaсada por Drou, y observу a travйs del lejano rectбngulo de vidrio cуmo Bothari negociaba con el oficial de transportes. El Hombre de Armas del general Vorkosigan solicitaba un vehнculo en nombre de su seсor. Por lo visto, Bothari no habнa tenido problemas con sus pases e identificaciones. El hombre insertу las tarjetas del sargento en su ordenador, colocу la palma sobre la almohadilla del sensor, e impartiу unas уrdenes rбpidas.

їFuncionarнa este plan tan simple?, se preguntу Cordelia con desesperaciуn. Y de lo contrario, їquй alternativa les quedaba? La ruta que habнan planeado se dibujу en su mente, como lнneas de luz roja serpenteando sobre un mapa. No irнan al norte, hacia su objetivo, sino que primero viajarнan al sur, en coche terrestre hasta el primer Distrito leal. Allн dejarнan en una zanja el llamativo coche del gobierno, abordarнan el monocarril hasta el otro Distrito y luego viajarнan al noroeste cruzando a otro mбs, para regresar al este, donde se encontraba la zona neutral del conde Vorinnis, centro de tanta atenciуn diplomбtica por parte de ambos bandos. El comentario de Piotr resonу en su memoria. Te lo juro, Aral, si Vorinnis no deja de jugar a dos bandas, cuando esto termine tendrбs que colgarlo mбs alto que a Vordarian. Entonces llegarнan al Distrito Capital y, de alguna manera, entrarнan en la ciudad ocupada. Deberнan recorrer muchos kilуmetros. Tres veces mбs que la distancia directa entre la base y la capital. Tardarнan mucho. Su corazуn se lanzу hacia el norte, como la aguja de una brъjula. Los peores Distritos serнan el primero y el ъltimo. Las fuerzas de Aral podнan resultar tan enemigas como las de Vordarian. Todo se le antojaba imposible.

Paso por paso, se dijo con firmeza. Primero debнan salir de la base Tanery; eso les resultarнa sencillo. Tenнa que dividir el futuro infinito en bloques de cinco minutos, y luego atravesarlos de uno en uno.