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Bien, los primeros cinco minutos ya habнan transcurrido y un brillante vehнculo para oficiales superiores apareciу procedente de un aparcamiento subterrбneo. Una pequeсa victoria para recompensar un poco de paciencia y audacia. їQuй conseguirнan con mбs paciencia y mбs audacia?

Bothari inspeccionу el vehнculo meticulosamente, como si dudara de que fuese apropiado para su seсor. El oficial de transportes aguardу con ansiedad y suspirу aliviado cuando el Hombre de Armas del gran general asintiу con un gesto, aunque no sin antes haber pasado la mano sobre la cubierta y mirado con disgusto unas partнculas de polvo. Bothari acercу el vehнculo al portal del tubo elevador y lo aparcу, obstaculizando la vista desde la oficina.

Drou se inclinу para recoger su bolso. Allн habнa guardado una extraсa colecciуn de ropas, incluyendo las que Cordelia y Bothari habнan usado en la montaсa, junto con algunas armas ligeras. Bothari colocу la polarizaciуn en la cubierta trasera, para que se reflejase como un espejo, y la levantу.

— ЎSeсora! — gritу la voz ansiosa del teniente Koudelka, en la entrada del tubo elevador -. їQuй estб haciendo?

Cordelia apretу los dientes y, despuйs de convertir su expresiуn salvaje en una sonrisa de sorpresa, se volviу hacia йl.

— Hola, Kou, їquй ocurre?

Con el ceсo fruncido, йl la mirу a ella, a Droushnakovi, al bolso.

— Yo he preguntado primero — dijo con agitaciуn. Debнa de haberlos estado persiguiendo durante varios minutos, despuйs de haber descubierto que las habitaciones de Aral estaban vacнas.

Cordelia mantuvo la sonrisa fija en el rostro, mientras en su mente aparecнan imбgenes de una patrulla de seguridad saliendo del tubo elevador para detenerla, o al menos a sus planes.

— Vamos… vamos a la ciudad.

Йl la mirу con escepticismo.

— Ah. їY el almirante lo sabe? їDуnde estбn los guardias de Illyan, entonces?

— Se han adelantado — explicу Cordelia con suavidad.

La vaga posibilidad hizo que por un momento la duda brillara en los ojos de Koudelka. Aunque por desgracia, sуlo permaneciу allн un instante.

— їPero quй…?

— Teniente — lo interrumpiу el sargento Bothari -. Eche un vistazo a esto. — Seсalу el compartimiento trasero del vehнculo.

Koudelka se inclinу para mirar.

— їQuй? — preguntу con impaciencia.

Cordelia se sobresaltу cuando la mano abierta de Bothari cayу sobre la nuca de Koudelka, y volviу a hacerlo cuando la cabeza del teniente golpeу contra el interior del compartimiento mientras Bothari lo introducнa empujбndolo con la bota. El bastуn de estoque cayу al suelo.

— Adentro — dijo Bothari en voz baja y ronca, echando un rбpido vistazo a la oficina distante.

Droushnakovi lanzу el bolso al interior y se introdujo tras Koudelka, apartando sus largas piernas. Cordelia cogiу el bastуn y subiу tras ellos. Bothari retrocediу un paso, hizo la venia, cerrу la cubierta y entrу en el compartimiento del conductor.

Arrancaron con suavidad. Cordelia se obligу a controlar un pбnico irracional cuando Bothari se detuvo en el primer puesto de guardia. Podнa ver y oнr con tanta claridad a los centinelas, que resultaba difнcil recordar que ellos sуlo veнan el reflejo de sus propios ojos. Pero aparentemente el general Piotr podнa desplazarse a voluntad. Quй agradable debнa de ser la vida del general Piotr. Aunque en aquellos momentos difнciles, era probable que ni siquiera йl hubiese podido entrar en la base Tanery sin abrir la cubierta. Los centinelas del ъltimo puesto los dejaron pasar sin detenerlos, muy ocupados en la inspecciуn de unos transportes de carga.

Al fin, Cordelia y Droushnakovi lograron acomodar bien a Koudelka entre las dos. Su primer desmayo alarmante estaba pasando. El teniente parpadeу y gimiу. La cabeza, el cuello y los hombros eran las ъnicas partes que no habнan sido sometidas a intervenciones quirъrgicas. Cordelia confiaba en que no hubiese sufrido la rotura de nada inorgбnico.

La voz de Droushnakovi estaba tensa de preocupaciуn.

— їQuй haremos con йl?

— No podemos dejarlo tirado por el camino. Correrнa de vuelta a avisar — dijo Cordelia -. Aunque si lo atamos a un бrbol en algъn lugar escondido, existe la posibilidad de que no lo encuentren… Serб mejor que lo atemos, comienza a despertar.

— Yo puedo controlarlo.

— Me temo que ya ha tenido bastante de eso. Droushnakovi inmovilizу las manos de Koudelka con un paсuelo que guardaba en el bolso; era muy hбbil haciendo nudos.

— Tal vez nos sea ъtil — reflexionу Cordelia.

— Nos traicionarб — objetу Droushnakovi con el ceсo fruncido.

— Quizб no. Cuando estemos en territorio enemigo. Cuando la ъnica forma de escapar sea seguir avanzando.

Koudelka empezу a enfocar la mirada. Cordelia se sintiу aliviada al comprobar que las dos pupilas tenнan el mismo tamaсo.

— Seсora… Cordelia — murmurу. Sus manos luchaban contra el paсuelo de seda -. Esto es una locura. Tropezarйis directamente con las fuerzas de Vordarian. Entonces Vordarian tendrб dos rehenes para presionar al almirante, en lugar de uno. ЎY tanto usted como Bothari saben dуnde estб el emperador!

— Donde estaba — le corrigiу Cordelia -. Hace una semana. Estoy segura de que desde entonces lo habrбn trasladado. Y Aral ha demostrado su capacidad para resistir a las presiones de Vordarian. No lo subestime.

— ЎSargento Bothari! — Koudelka se inclinу hacia delante, hablando por el intercomunicador. Ahora la cubierta delantera tambiйn estaba polarizada.

— їSн, teniente? — respondiу la voz grave y monуtona de Bothari.

— Le ordeno que regrese con este vehнculo.

Una breve pausa.

— Ya no me encuentro en el Servicio Imperial, seсor. Estoy retirado.

— ЎPiotr no le ordenу esto! Usted es un hombre del conde Piotr.

Una pausa mбs larga; un tono mбs bajo.

— No. Soy el perro de la seсora Vorkosigan.

— ЎHa perdido la chaveta!

Cуmo consiguiу transmitir semejante expresiуn por el intercomunicador, Cordelia nunca lo supo, pero una sonrisa canina pendiу en el aire ante sus ojos.

— Vamos, Kou — dijo Cordelia -. Ayъdeme. Trбiganos suerte, colabore. Deje fluir su adrenalina.

Droushnakovi se inclinу hacia su oнdo con una sonrisa en los labios.

— Mнralo de este modo, Kou. їQuiйn mбs te brindarнa la oportunidad de combatir en el campo de batalla?

Йl mirу a derecha y a izquierda, sentado entre sus dos captoras. El zumbido del coche terrestre llegу hasta ellos, mientras avanzaban cada vez mбs rбpido por la creciente oscuridad.

16

Verduras y frutas ilegales. Con expresiуn risueсa, Cordelia contemplу los sacos de coliflores y las cajas de bayas entre las cuales estaba sentada, mientras el viejo camiуn se zarandeaba por el camino. Productos del sur que viajaban a Vorbarr Sultana por un camino tan furtivo como el de ella. Estaba casi segura de que bajo la pila se encontraban algunos de los mismos sacos de coles con los que habнa viajado un par de semanas antes, migrando de acuerdo con las extraсas presiones econуmicas de la guerra.

Ahora los Distritos controlados por Vordarian se encontraban bajo un estricto bloqueo impuesto por los Distritos leales a Vorkosigan. Aunque todavнa podнan aguantar mucho tiempo sin morir de hambre, en Vorbarr Sultana los precios de los alimentos estaban por las nubes debido al acaparamiento y a la llegada del invierno. Por lo tanto, los hombres pobres se decidнan a correr el riesgo. Y un hombre pobre que ya estaba corriendo el riesgo no se negaba a recoger algunos pasajeros, a cambio de un soborno.

Habнa sido Koudelka quien trazу el plan y se entregу a aquella estrategia casi a pesar de sн mismo. Habнa sido йl quien encontrу los almacenes de venta al por mayor en el Distrito Vorinnis, y quien recorriу los muelles de carga buscando a alguien que trabajara de forma independiente. En cambio, fue Bothari quien negociу el total del soborno, demasiado escaso segъn la opiniуn de Cordelia, pero muy adecuado para el papel de campesinos desesperados que estaban interpretando.