No dijo nada, pero yo sabía que no le hacía la menor gracia que Sally hiciera mi vestido; también sabía que tendría que aguantar una charla cuando nos quedáramos a solas, pero Wyatt no iba a iniciar una discusión delante de mis padres, sobre todo si tenía que ver con la mejor amiga de mamá. De cualquier modo, las chispas en sus ojos me decían que íbamos a comentar el tema a fondo en cuanto nos encontráramos a solas.
No me importaba. Mi posición era irrefutable. Fuera cual fuera la decisión tomada sobre cualquier cuestión relacionada con nuestra boda, era Todo Culpa Suya, pues su fecha límite era lo que había precipitado aquellas prisas. Me encantaban las posiciones irrefutables, mientras fuera yo quien las mantenía.
Apenas esperó a que me pusiera el cinturón una vez que me acomodé en el asiento del Avalanche para pasar al ataque.
– ¿No puedes encontrar a otra persona que te haga el vestido de novia?
– No hay tiempo suficiente -respondí con dulzura. Al instante entendió a donde iba a llevar todo aquello y dio un rodeo.
– Intentó matar a su marido.
Hice un gesto con la mano para restar importancia a aquel detalle.
– No veo la conexión entre eso y hacer mi vestido. Y ya te lo he dicho: no intentó matarle, sólo quería lisiarle un poco. Me lanzó una mirada ininteligible.
– Hace dos días he visto una cinta en la que alguien intentaba embestirte con un coche. No me vengas con «lisiar» un poco. Un coche es mortal. Sally iba tan rápido que no pudo detener el coche y acabó chocando contra la casa. Si Jazz no se hubiera apartado de un salto, habría quedado empotrado entre el coche y la pared. ¿Tengo que buscar fotografías ilustrativas para enseñarte los daños que puede sufrir el cuerpo humano en situaciones así?
Será puñetero el muy redomado; detesto absolutamente cuando sale con alguna observación que invalida mi posición irrefutable.
Tenía razón. Visto desde su posición ventajosa de poli, que significaba ver con regularidad cosas que provocarían pesadillas en mí, tenía razón. Sally había actuado con total desprecio hacia la vida y salud de Jazz. Es más, yo sabía que si intercambiáramos los papeles, y yo viera a alguien intentando matar a Wyatt, no lo podría perdonar.
– Mierda.
Una de su rectas cejas se alzó.
– ¿Significa eso que estás conforme?
– Significa que entiendo tu punto de vista. -Intenté no sonar malhumorada. Creo que no lo conseguí, porque disimuló una rápida sonrisa.
Ahora estábamos en una situación comprometida, porque Sally ya había accedido a hacer mi vestido; no sólo eso, estaba excitada con la idea, porque nos adora a mí y a mis hermanas casi tanto como adora a sus propios hijos. Somos como de la familia. No podía buscar otra persona que me hiciera ahora el vestido sin herir sus sentimientos, y mucho. En realidad, lo más probable es que no pudiera encontrar a nadie que me hiciera el vestido, y punto.
No era tan boba como para darme cabezazos de frustración contra el salpicadero, pero era lo que me apetecía en ese momento.
Wyatt había provocado este dilema al aplicar el sentido común.
Eso era trampa. O sea, que le endilgué a él el problema. Era lo justo, ¿o no?
– De acuerdo, éste es el trato: voy mal, muy mal, de tiempo. Lo más probable es que no sea capaz de encontrar un profesional que me haga el vestido, porque todos están comprometidos. Es posible que pueda encontrar lo que quiero ya confeccionado, pero de momento no ha aparecido en el centro comercial y no he dado con nada online. Si insistes, de algún modo encontraré la forma de retirar mi ofrecimiento a Sally, pero tendrás que soportar de por vida las consecuencias si finalmente tengo que casarme con un vestido encontrado en el último momento, sea cual sea.
Sonó muy serio, tanto por el tono como por mi expresión, tal vez porque hablaba muy en serio. No me tomaba esto a la ligera; tenía un sueño, visualizaba cómo quería que fuera mi boda con él, y una gran parte de ese sueño era ver la mirada en sus ojos cuando caminara hacia el altar vistiendo aquel vestido irresistible. Algo dentro de mí necesitaba ese momento, algo que había sufrido un duro impacto al descubrir que mi ex me era infiel. No había ido por ahí lloriqueando a todas horas, pero estaba claro que mi anterior matrimonio había dejado secuelas; tenía un par de cosillas que enmendar.
Me lanzó una rápida mirada penetrante para calibrar mi grado de sinceridad. En serio, no sé por qué no se fiaba de lo que le estaba diciendo. De acuerdo, sí lo sé. Tendría que indignarme que el hombre a quien amo no confíe en mí, pero me fastidiaría muchísimo más que fuera lo bastante tonto como para creerme. No hablo de engañarle en cuestiones sexuales o sentimentales, porque eso no iba a suceder, pero todas las estrategias valían a la hora de tomar posiciones en la pequeña batalla privada de nuestra relación. Él mismo había establecido esa regla, con su carrera por obtenerme, a toda costa, contra viento y marea: me había atrapado y se negaba a soltarme.
Recordar eso me provocó cierta agitación, tanto en el corazón como un poco más abajo, y me retorcí un poco.
Wyatt maldijo en voz baja, volviendo de nuevo la vista a la calle.
– Puñetas, deja de retorcerte. Haces eso cada vez que piensas en el sexo.
– ¿Lo hago? -Tal vez lo hiciera. Pero… él se merecía todos los retortijones del mundo.
Cogió el volante con más fuerza, recordándome que no habíamos hecho el amor desde el miércoles por la noche, y ya estábamos a domingo. La noche anterior él había aliviado un poco mi tensión, pero por muy bueno que fuera con las manos y la boca, no era lo mismo que disfrutar de su pene. Algunas cosas están hechas para ir combinadas, ya me entendéis.
Por otro lado, Wyatt no había tenido alivio alguno, a no ser que se hubiera ocupado del asunto en la ducha. Y considerando lo blancos que se le pusieron los nudillos, creo que no.
– Estábamos hablando de Sally -dijo con tono brusco y tenso.
Me esforcé por devolver mis pensamientos al tema en cuestión.
– Te he dicho lo que pienso.
Respiró hondo un par de veces.
– ¿Exactamente cuáles serían las consecuencias si no te casas con ese vestido que tanto quieres?
– No sé -dije sencillamente-. Sólo sé que me llevaría un disgusto enorme.
– Mierda -refunfuñó. No le importaba sacarme de quicio, enfadarme o frustrarme terriblemente, pero movería cielo y tierra con tal de no hacerme sufrir. Todas las mujeres merecen ser amadas de este modo. El corazón se me hinchó de orgullo, o eso me pareció. Es una sensación que asusta un poco, porque si tu corazón se hincha de verdad, lo más probable es que al final se suelte una válvula o algo parecido.
Se quedó callado conduciendo unas dos manzanas más o menos, y yo empecé a ponerme tensa, preguntándome qué estaría pensando. Wyatt es demasiado listo como para dejarle pensar mucho rato, podría salir con alguna…
– Consigue que vuelvan a juntarse -dijo.
Noté como si de repente toda la materia gris en mi cerebro se comprimiera.
– ¿Qué? -¡Mecachis! ¿Hablaba en serio? Supuse que estaba hablando de Sally y Jazz, pero ni siquiera sus propios hijos habían conseguido reunirles en la misma habitación. Debería haberle interrumpido al menos una manzana antes, dando una sacudida al volante o algo por el estilo, o tal vez agarrándome la cabeza y cayéndome de lado, excepto que entonces tendría que haberme llevado otra vez a urgencias, y ya había tenido bastante de ese sitio.