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Giré sobre dos ruedas, los neumáticos echaron humo, pero no fui a la parte trasera del gimnasio porque estar allí sola no me pareció inteligente en ese momento. En vez de eso, me metí en la zona de aparcamiento público situada delante y paré con una derrapada. Salté de un brinco y me lancé a la puerta de entrada de Great Bods mientras sacaba el móvil del bolso. Si ese chiflado o chiflada quería llevarse un trocito mío, tendría que atacarme al menos ante testigos y no en un aparcamiento trasero vacío.

Tal vez debiera haber llamado al 911, pero no lo hice. Simplemente opté por la clásica rellamada y di un telefonazo a Wyatt mientras me giraba en redondo para mirar por los ventanales el Chevrolet aparcado al otro lado de la calle.

– ¿Blair? -preguntó Lynn a mi espalda-. ¿Qué pasa?

– Blair -dijo Wyatt en mi oído, de modo que mi nombre me llegó en estéreo.

– Alguien me está siguiendo -dije con un castañeo consecuencia de toda la adrenalina que chisporroteaba por mi cuerpo-. Un Chevrolet Malibu de cuatro puertas… parece un modelo nuevo, del 2006 o tal vez del 2005. Me siguió ayer también…

Al otro lado de la calle, el Chevrolet arrancó y la persona al volante salió conduciendo con calma, sin acelerar ni nada parecido, ante todo el mundo, como si hubiera acabado sus compras y esperara que se hiciera un hueco en el tráfico antes de incorporarse a él.

– Acaba de marcharse -concluí, desinflándome de repente como sucedía con los suflés de mamá. Los suflés que hacía mama no valían nada. Lynn se quedó a mi lado mirando por la ventana con expresión perpleja.

– ¿Has conseguido la matrícula? -me preguntó Wyatt.

– Tenía el coche detrás. -Estoy casi segura de que nadie sigue a alguien por delante.

Pasó ese comentario por alto. Qué detalle por su parte.

– ¿Qué quieres decir con que acaba de marcharse?

– Estaba aparcado al otro lado de la calle de Great Bods. Acaba de arrancar y se ha marchado.

– ¿Te ha seguido hasta Great Bods?

– No, hice unas cuantas piruetas para escaparme de ellos., de ella… de él… lo que sea, jolín, pero cuando llegué aquí a Great Bods estaban esperando al otro lado de la calle.

En ese preciso instante me percaté yo sólita de la imposibilidad de aquello; aunque el silencio al otro lado del hilo estuviera recalcando precisamente eso con toda claridad. Estaba claro, igual que no puedes seguir a alguien por delante, el coche estaba aquí antes de que yo llegara. Sólo había una manera de que fuera el mismo coche, y eso parecía imposible.

– Me conocen -dije asombrada-. Saben quién soy y dónde trabajo.

Oí a Lynn preguntar.

– ¿Quién lo sabe?

Wyatt dijo:

– ¿Reconociste a la persona que iba al volante?

Cerré los ojos, pues me mareaba un poco escuchar una voz diferente en cada oído. Wyatt era el poli, de modo que me concentré en él.

– No. Él… ella… ¡Puñetas, no sabría decir siquiera si era un hombre o una mujer! Gorra de béisbol, gafas. No podría decir mucho más. Llevaba el parabrisas ahumado.

– Y en cuanto a ayer, ¿estás segura de que era la misma persona?

– Ayer conducía una mujer. Pelo largo. Se me pegó al coche.

– ¿La reconociste?

– No, pero… me siguió hasta aquí. -Me invadió un gran alivio al sentirme capaz de ofrecer explicaciones lógicas al hecho de que el Chevrolet estuviera aquí antes que yo-. ¡Por eso sabía dónde trabajo!

– Pero no estás segura de que sea la misma persona.

Estaba siendo cabal y lógico, como tenían que ser los polis. Eso lo sabía yo a nivel intelectual. No obstante, a nivel emocional, quería que dejara de hacerme preguntas e hiciera una redada para detener a todos los conductores de Chevrolets blancos y pegarles una paliza que los dejara desangrándose. Bueno, a excepción de la gente mayor; reconocía que el conductor ni siquiera llegaba a la mediana edad. Tampoco debería pegar a los chicos jóvenes, porque estaba segura de que ninguno de los conductores que había visto era un adolescente. Es algo que se nota, ya me entiendes. Los adolescentes tienen algo inacabado, se nota que están creciendo. Los mayores también estaban descartados, igual que los jóvenes, o sea, que, de acuerdo, la gente a la que quería que dejara sangrando era de tamaño normal, edades entre veinte y tal vez cincuenta. ¿Sería eso muy difícil?

Tomando mi silencio como una respuesta negativa, que no lo era, Wyatt preguntó:

– ¿Había alguna otra persona en el coche aparte del conductor?

Yo había mencionado «ellos», por lo tanto él tenía que hacer esa pregunta, pero el único motivo de tal confusión era que ayer el conductor era una mujer y hoy, no lo tenía claro, de modo que bien pudieran ser dos personas diferentes, pero, ¿cómo diablos iba a saberlo yo?

– No.

– ¿Y no estás segura de que fuera la misma persona en las dos ocasiones?

Lo estaba. Mi parte visceral, la que había sufrido un susto de muerte, estaba del todo segura, porque de otro modo tendría que creer que distintos conductores de Chevrolets blancos se había pegado a mi coche dos días seguidos. Vale, eso no era muy factible. Pero las respuestas más verosímiles no tienen por qué ser siempre las correctas.

Wyatt lo volvió a intentar.

– ¿Podrías declarar en un juzgado, bajo juramento, que estás segura de que era el mismo conductor en ambos casos?

Vaya, ponme contra las cuerdas, venga. Totalmente cabreada, contesté:

– No, si estuviera bajo juramento, no podría declararlo. -Luego añadí con obstinación-. Pero era la misma persona. -Para que lo sepas.

Wyatt suspiró y dijo:

– Aquí no hay nada contra lo que yo pueda actuar. -Eso ya me lo había imaginado. Con impaciencia, me respondió: -La próxima vez, consigue el número de la matrícula.

– Lo haré -dije con amabilidad-. Siento no haber pensado en ello esta vez.

Ya lo creo, mientras permanecía en ese carril antes de girar, debería haber bajado del coche, debería haber pasado con toda la calma del mundo junto a esa chiflada, para ir hasta la parte posterior del Chevrolet y anotar su número de matrícula. La chiflada no debería haber puesto ninguna objeción, ¿verdad que no?

Tras una larga pausa, dijo:

– No sé si conseguiré llegar a Great Bods a tiempo antes de que cierres esta noche.

– No pasa nada. No te preocupes. -Llevo mucho tiempo cerrando Great Bods sin él, y estaba convencida de que no se me había olvidado hacerlo-. Oye, cuídate, ¿vale? Adiós.

Wyatt dijo «joder» con violencia contenida y a continuación colgó el teléfono.

A mi lado, Lynn dijo:

– Supongo que lo que estás haciendo podría describirse como sonreír, porque estás enseñando todos los dientes, pero das un miedo espantoso. Por cierto, un corte de pelo genial.

– Gracias -dije, ahuecándome un poco el peinado, y luego sacudí la melena. Y en todo momento mantuve la sonrisa, eso también.

Capitulo 13

Wyatt no estaba en Great Bods cuando llegó la hora de cerrar, ni en mi casa cuando yo llegué allí. Me sentí un poco mal por haberle preocupado, porque él habría venido de no haber estado liado con el trabajo, y eso quería decir que habían asesinado a alguien o algo parecido. Ya no hacía trabajo de detective, pero de todos modos tenía que supervisar la escena del crimen, y cosas de ese estilo.

Por otro lado, digamos que me alivió un montón que no estuviera en casa, porque me estaba costando mucho mantener a raya mi enfado. La única razón de que me esforzara era que entendía en realidad su punto de vista: él tenía que trabajar dentro del marco de la ley, y si yo no tenía información concreta que darle, no podía hacer nada.

Pero una cosa es la opinión profesional, y otra la opinión particular, igual que hay diferencias entre cómo debería sentirme y cómo me siento de verdad. Aparte de lo que él pudiera hacer formalmente, podría haber dicho algo como: «Mira, te creo, no puedo hacer nada al respecto, pero confío en tu intuición».