Revisé mentalmente mis recuerdos y analicé el instante en que me percaté de que ella era la acosadora, cuando se quedó mirándome fijamente con aquella maldad no disimulada. La grabación debió de haberse hecho segundos antes o segundos después, probablemente después, porque había vuelto el rostro como si fuera a marcharse. Maclness dijo que era probable que hubiera detectado la cámara.
– El tío de la camisa roja puede ser un punto de partida -determinó Wyatt-. Tal vez recuerde algo de ella, puede que incluso la conozca.
– Aún estamos sondeando al vecindario -dijo Forester-. Llevaré esta foto a los compañeros. Alguien le reconocerá.
Yo llevaba toda la mañana bebiendo cosas calientes para aliviar mi garganta. Wyatt incluso había gorroneado una bolsita de té a alguien y me había preparado una taza; no sé cuál es la diferencia, pero el té sienta mejor que el café cuando tienes la garganta irritada. Un par de aspirinas también ayudaron a calmar el dolor, pero seguía sin poder proferir sonido alguno. Entonces él mencionó que iba a llevarme a Urgencias para que me examinaran, una idea que veté con un ¡NO! en la libreta que precisó una página entera.
Las cosas parecieron eternizarse un rato. Durante una pausa, Wyatt habló tanto con mi agente de seguros como con el suyo. También llamó a mi madre -algo que decididamente sumó varios puntos en su marcador- para darle el parte, y a la suya, para tranquilizarla y asegurarle de que yo estaba bien, igual que él.
Para la hora del almuerzo, estaba harta de tanto repasar el lugar de los hechos. Estaba cansada, y punto. Necesitaba ir de compras y nutrir mi ropero, pero por primera vez en mi vida no sentía el menor entusiasmo por hacer esas cosas. Me gustaban mis antiguas ropas, quería recuperarlas. Quería mis libros, mi música, mis platos. ¡Quería mis cosas! Y sólo ahora empezaba a hacerme a la idea de que mis cosas se habían esfumado, de verdad, de modo irrevocable.
Jenni, bendita ella, me había traído dos conjuntos de ropa interior y dos camisetas; no había ninguna necesidad de ir a comprar hoy, podía esperar a mañana. Tal vez mañana ya pudiera volver a hablar. Hoy sólo quería hacer cosas normales. Quería ir a trabajar.
Ya había hecho mi declaración por escrito para la policía; había visto el vídeo y había detectado a la zorra psicópata, aunque no había servido de mucho. No veía motivos para quedarme por ahí más rato.
Escribí una nota a Wyatt en la que le decía que me iba al trabajo. Se reclinó en la silla, con expresión adusta, al estilo teniente. -Creo que no es buena idea.
Escribí otra nota. Creo que es una idea genial. Sabe que allí puede encontrarme.
– Y por eso prefiero mandar a una de las agentes femeninas a que conduzca tu coche por ahí.
Entonces organizalo para mañana. Estoy cansada de esto. Quiero recuperar mi vida. La única cosa normal que puedo hacer ahora es ir a trabajar, o sea, que me voy al trabajo.
– Blair. -Se inclinó hacia delante, mirándome fijamente con sus ojos verdes-. Ha intentado matarte hace apenas unas horas. ¿Qué te hace pensar que no vaya a hacer lo mismo en Great Bods?
Oh, Dios, no había pensado en eso. Great Bods corría peligro, aunque de todos modos quizá pensara que yo sólo trabajaba allí, no que era la propietaria. Quiero decir, no contesto al teléfono con un «Hola, soy Blair y soy propietaria de Great Bods». Es probable que la mayoría de los socios no estén enterados de que yo soy la propietaria, porque no es el tipo de información que anuncias a todo el mundo. Podía ser la directora perfectamente, que por supuesto era el trabajo que yo hacía.
Lo único que me diferenciaba de otros empleados era que conducía un Mercedes, pero ni siquiera eso era una singularidad, porque Keir, uno de los instructores de preparación física, tenía un Porsche.
Me pellizqué el caballete de la nariz mientras pensaba. Tal vez no estuviera pensando con claridad -vaya, me pregunto por qué sería-, pero por lo visto no podía dejar a Lynn en la estacada otra vez. Tenía una vida fuera de Great Bods, y aunque lo hacía fenomenal como sustituía mía, no podía aprovecharme tanto de ella o acabaría perdiendo una ayudante de primera.
Puse todo eso por escrito, explicándoselo a Wyatt lo mejor que pude. Me estaba cansando de escribir tanto.
Para mi sorpresa, leyó la explicación y luego se limitó a estudiar mi rostro un rato. No sé que vio ahí: tal vez la necesidad verdadera de ir a trabajar o tal vez, pensándolo bien, estuvo de acuerdo conmigo en que el riesgo que corría en Great Bods no era tan grande.
– De acuerdo -dijo al final-. Pero voy a asignarte una persona a todas horas. Siéntate aquí y lo aclararé con el jefe Gray.
Podría haberme hecho una jugarreta, ya ha pasado en otras ocasiones, pero me quedé allí sentada. Cuando regresó, cogió la chaqueta del traje del colgador de detrás de la puerta y dijo:
– Vamos.
Cogí el bolso y me levanté, y mi expresión se encargó de hacer la pregunta por mí.
– Seré tu guardaespaldas durante el resto del día -explicó. Aquello me puso bastante contenta.
Capítulo 23
Lynn mostró un tremendo alivio cuando me presenté en el trabajo, no sólo a la hora, sino un poco antes incluso. Wyatt no había mencionado que me faltaba la voz al telefonearla aquella mañana, y le preocupó tanto que yo ni siquiera pudiera susurrar, que al salir del trabajo se fue a una herboristería y volvió con una selección de infusiones que se suponía ayudaban a aliviar una garganta inflamada. Incluso se ofreció a quedarse hasta tarde y ayudarme, pero la envié a casa. Wyatt estaba allí si necesitaba que alguien hablara por mí.
En conjunto, fue un día normal y agradable en Great Bods. No había Malibus blancos aparcados al otro lado de la calle, ni psicópatas rubias arrojando bombas incendiarias a través de la entrada. Era el tipo de día que a mí me gustaba, justo el terreno intermedio que necesitaba para volver a sentir los pies sobre la tierra. De todos modos, me sentía haciendo equilibrios al borde de la desesperación, y no paraba de darme charlas de ánimo a mí misma, para levantarme la confianza. Sí, mi casa se había quemado, pero nadie había muerto. Sí, había perdido todas mis posesiones personales, pero, eh, el fuego no me había alcanzado el pelo. Sí, la brutalidad de mi desconocida acosadora y aspirante a asesina me espantaba, pero ahora sabía qué aspecto tenía y yo estaba francamente cabreada, o sea, que cuando volviera a verla mi intención era ir a por ella, a menos que Wyatt me encerrara en algún apestoso coche patrulla otra vez.
Me estaba costando mucho superar el resentimiento por eso.
Él merodeaba por allí como el poli que era, inspeccionando la calle constantemente, el aparcamiento, rodeando el edificio. Ordenó a una de las instructoras del segundo turno que contestara al teléfono por mí y eso resultó un regalo del cielo, porque cuando mencioné mediante papel y boli que estábamos buscando una ayudante para la ayudante de dirección, se excitó mucho y preguntó si podría prepararse para ese trabajo.
Bien, ¿quién sabe? Ella, se llamaba JoAnn, era de hecho mi instructora menos popular entre los socios, por su actitud puramente comercial. Por otro lado, también era una de las instructoras más inteligentes. No tenía experiencia administrativa en absoluto, pero me gustaba de veras su forma de desenvolverse por teléfono. Cuando no sabía qué hacer, sonaba como si en realidad lo supiera, digamos que como un político. Sin duda iba a hablarle a Lynn de ella.
Fueran las infusiones o el hecho de haber dado un descanso completo a mi voz, al final del día tragar parecía más fácil. Tenía tanta hambre que sentía náuseas, de modo que JoAnn fue a una hamburguesería y trajo una hamburguesa con patatas para Wyatt y un gran batido muy denso para mí: de fresas, mi favorito. El frío le sentó tan bien a mi pobre garganta como las infusiones.