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Se había ido de su apartamento. ¿Por qué? ¿Tenía algo que ver con el hecho de que Naomi Phelps le había abandonado? ¿Le puso esto suficientemente nervioso para que se fuera? ¿0 había estado planificando el traslado desde hacía tiempo? No había manera de saberlo sin preguntarlo, y no podía preguntar. Cuando Alistair Norton me invitó a entrar, sentí la necesidad de mirar atrás, de buscar a Jeremy y a los demás. Sabía que estaban allí fuera. Lo sabía porque tenía confianza en ellos. Alistair no había conducido tan deprisa como para dejar atrás a los dos vehículos: la camioneta para el sistema de sonido y para esconder a Uther, y el coche con Jeremy al volante por si necesitaban más capacidad de maniobra para seguir a Norron, o simplemente para hacer el cambio y que no viera el mismo coche detrás de él demasiado tiempo. Ellos estaban allí fuera, escuchándonos. Lo sabía, pero me hubiera gustado mirar por encima del hombro y verles. Era una muestra de inseguridad por mi parte.

Sentí la protección antes de que se abriera la puerta. Cuando entré, un poder me dio escalofríos. Él se dio cuenta.

– ¿Sabes qué estás sintiendo?

Podría haber mentido, pero no lo hice. Me hubiera gustado decir que era una corazonada, y a Alistair le habría agradado saber que era una persona con poderes místicos, pero se trataba de eso. Quería que supiera que no estaba desamparada.

– Tu puerta está protegida -dije.

El aire de la habitación me oprimía la piel, y era como si no pudiera respirar con suficiente profundidad, como si no hubiera bastante oxígeno. Me paré ante la entrada, esperando a que la situación mejorase. No lo hizo. El ambiente se volvía más denso, era como bañarse en aguas más profundas. Agua caliente, cerrada, que se pegaba a la piel.

Sabía que era poderoso por los hechizos que había hecho a su mujer y su amante. Pero la cantidad de poder que llenaba esa habitación era mucho más que humana: La única forma de que un brujo humano obtuviera tanto poder era negociar con seres no humanos. Yo no había contado con esto, nadie lo había hecho.

Me estaba hablando, pero yo no escuchaba. Mi cabeza estaba a punto de explotar: «¡ Vete!, ¡vete ya!». Pero si lo hacía, Alistair quedaría libre para matar a su mujer y torturar a otras mujeres. Salir corriendo sería seguro para mí, pero no ayudaría a nuestras clientes. Era uno de esos momentos en los que tenía que decidir si iba a ganarme el sueldo o no.

Una cosa me quedaba clara: los chicos de la furgoneta tenían que saber qué había descubierto.

– La protección no está para mantenerte a salvo, ¿no es cierto, Alistair? Aunque apartará otros poderes, la protección está para impedir que cualquier otro sienta cuánto poder tienes aquí. -La voz me salió entrecortada, como si tuviera dificultad en respirar.

A continuación, me miró, y por primera vez vi algo en sus ojos que no era agradable ni amable. Por un instante el monstruo asomó a aquellos ojos marrones.

– Tendría que haber sabido que lo notarías -dijo-. Mi pequeña Merry, con tus ojos, pelo y piel de sidhe. Si fueras alta y esbelta, parecerías una sidhe.

– Eso me han contado -dije.

Me tendió la mano. Yo estiré la mía, pero tuve que hacerlo a través del poder de la habitación, como empujándola entre una espesura invisible que ponía los pelos de punta. Sus dedos tocaron los míos, y entre nosotros pasó una corriente, como cuando hay demasiada energía estática. Rió y tomó mis manos entre las suyas. Me obligué a no retirarme, pero no pude sonreír. Ya bastante me costaba respirar a través del poder. Había vivido en sitios llenos de poder, con el poder embebido en las paredes, pero en esa estancia el poder llenaba el espacio como agua hasta no dejar aire para respirar. Alistair probablemente se creía un brujo importante y poderoso por ser capaz de convocar esta gran cantidad de poder, pero no era más que un aprendiz si no sabía controlarlo mejor. Mucha gente puede convocar poder. Convocar poder no es la medida de capacidad de un profesional, lo que cuenta es qué puede hacer uno con ese poder. Mientras me conducía, amablemente, a través del halo de energía, me pregunté qué hacía con toda aquella magia. Sin duda desperdiciaba mucha si permitía que flotara en el aire, pero uno no obtiene tamaña cantidad de energía sin tener alguna idea de qué está haciendo ni de qué se propone.

Mi voz me sonó extraña incluso a mí, tensa y entrecortada.

– La habitación está llena de magia, Alistair. ¿Qué vas a hacer con todo esto? -Esperaba que en la furgoneta estuvieran escuchándome.

– Déjame enseñártelo -dijo.

Estábamos ante la puerta cerrada de la pared de la izquierda.

– ¿Qué hay al otro lado de la puerta? -pregunté.

Era la única puerta visible desde la entrada. Había un pasillo que conducía desde la parte posterior de la sala de estar al interior de la casa, y una entrada abierta a la cocina. Era la única puerta cerrada, y si los chicos tenían que entrar a salvarme, no quería que empezaran a dar vueltas por ahí. Quería que entraran directamente y me sacaran de allí.

– No finjas, Merry. Los dos sabemos por qué estás aquí, por qué estamos aquí los dos. Es el dormitorio.

Abrió la puerta. El dormitorio era rojo desde la cama con dosel hasta la alfombra, pasando por las telas que cubrían todas y cada una de las paredes. Era como estar dentro de una caja de terciopelo rojo. Había espejos entre los pesados tapices, como joyas para cautivar la vista, pero ninguna ventana. Era una caja cerrada que constituía el centro de la magia que había sido convocada a ese lugar.

El poder cayó sobre mí como un abrigo sofocante. No podía respirar ni hablar. Mis pies dejaron de andar, pero Alistair no pareció notarlo y continuó empujándome hasta el interior de la habitación. Tropecé y lo único que me impidió caer en el suelo de madera pulida fueron sus brazos. Intentó sostenerme, pero me derrumbé en el suelo. Él no podía levantarme. No se trataba de un desmayo. Simplemente, me resistía a levantarme porque sabía adónde me quería llevar: a la cama. Y si ése era el centro de todo ese poder, no quería ir allí, todavía no.

– Espera -dije-, espera. Deja un segundo para que la chica recupere la respiración.

Había una pequeña cómoda a la altura de la cintura. Use el borde de la cómoda para ponerme en pie, aunque Alistair estaba allí para ayudarme, muy solícito. Dejé el bolso en la esquina de la cómoda, apretando dos veces el asa para poner en funcionamiento la cámara oculta. Si la cámara funcionaba captaría una imagen casi perfecta de la cama.

Alistair se me acercó por detrás y me rodeó con los brazos. Sin utilizar la fuerza bajó los míos a los costados. Pretendía que esto fuera un abrazo. En realidad, el pánico que sentía no se debía a él. Intenté relajarme, apretada a su cuerpo, pero no podía. El poder era demasiado fuerte, y me impedía relajarme. Lo máximo que podía hacer era no escapar.

Me besó en la mejilla y bajó sus labios por mi piel.

– No llevas maquillaje. -No necesito.

Volví la cabeza lo justo para animarle a continuar besándome la cara hasta el cuello. Era la invitación que necesitaba para continuar su camino hacia abajo. Sus labios se entretuvieron en mi hombro, pero sus manos se desplazaron hasta rodear mi cintura.

– Muy bien, eres un ser delicado. Te puedo abarcar toda con mis manos.

Me aparté lentamente de él en dirección a la cama. Mis sentidos respiraban aquella magia. Tenía años de práctica en resistirme a enormes cantidades de poder. Si uno es sensible a estas cosas y no se quiere volver loco, se tiene que adaptar. La magia puede convertirse en una especie de ruido blanco, como los sonidos de la propia ciudad, de manera que sólo captan tu atención cuando te concentras.

Estaba de pie en la alfombra persa que rodeaba la cama, tal y como Naomi la había descrito. No podía subirme a la cama porque sentía el círculo que había debajo de la alfombra como una gran mano que me apartaba. Era un círculo de poder, algo en cuyo interior refugiarse mientras se hace un conjuro, de manera que aquello que convocas no entre y te devore; o bien uno podía convocar algo al interior del círculo y quedarse a salvo fuera de él. Hasta que no sintiera el augurio no sabría qué tipo de círculo era, y tanto podía ser un escudo como una cárcel. Quizá ni siquiera lo supiera viendo el augurio y la construcción del círculo. Conocía la brujería de las sidhe, pero existen otros tipos de poder, otros lenguajes místicos con los que ejercer magia. Podía no reconocer ninguno de ellos, y entonces sólo habría una manera de saber qué era el círculo…: entrando en él.