El ámbar y el brillo del claro de luna sobre nuestras pieles se expandieron hasta que nos convertimos en un núcleo de luz, de calor, de poder. Cada embate de su cuerpo aumentaba el poder. Cada contorsión de mi cuerpo debajo del suyo dibujaba la magia como un escudo a nuestro alrededor, cercano y sofocante. Sabía que estaba intentando atraerle hacia mí, no a su órgano, sino a él, igual que mi magia intentaba beberlo completamente. Me aferre con fuerza a las varillas de la cama hasta que el metal me hirió la piel y me hizo volver a pensar. Roane se desplomó encima de mí, de manera que su pecho y su abdomen se apoyaron en mi espalda, mientras su miembro se abría paso entre mis piernas. Roane no podía aplicar tanta potencia desde ese ángulo, pero la magia llameaba entre nosotros con el contacto de tanta piel. Nuestros cuerpos se fundieron igual que lo habían hecho nuestras manos anteriormente, y pude sentir cómo se hundía en mi espalda hasta que nuestros corazones se tocaron, palpitando juntos en una danza más íntima que nada que hubiésemos conocido hasta entonces.
Nuestros corazones empezaron a latir acompasados, cada vez más cerca, hasta que su ritmo fue idéntico y se confundieron en un solo corazón, un solo cuerpo, un solo ser, y yo ya no sabía dónde acababa yo y dónde empezaba Roane. Fue en este momento de casi perfecta unión cuando oí el mar por primera vez. Un murmullo delicado de olas en la orilla. Flotaba incorpórea, sin forma, en un lugar de luz brillante sin nada más que el latido de nuestros corazones unidos para hacerme saber que todavía era carne y no pura magia. Y en este lugar brillante y sin forma, sin cuerpos que nos sostuvieran, percibí el sonido apresurado y desbordante del agua. El sonido del océano perseguía los latidos de nuestros corazones, llenando aquel sitio brillante. Nuestros latidos se hundieron en las olas. Nos hundimos cada vez más en un círculo de luz cegadora, bajo el agua, y no había miedo. Habíamos llegado a casa. Estábamos rodeados de agua por todas partes y podía sentir la presión de la profundidad como si fuera a aplastar nuestros corazones, aunque sabía que no lo haría. Roane lo sabía. El pensamiento, un pensamiento separado, nos envió hacia la superficie del océano invisible que nos aguantaba. Tome consciencia del tremendo frío que hacía, y estaba asustada, pero Roane no. Él estaba eufórico. Salimos a la superficie, y aunque sabía que todavía estábamos aprisionados en la cama de su apartamento, sentí el golpe del aire en la cara. Tomé una gran cantidad de aire, y de golpe me di cuenta de que el mar estaba caliente. El agua estaba muy caliente, más caliente que la sangre, tan caliente que casi quemaba.
De golpe, volvía a tener conciencia de mi cuerpo. Podía sentir el cuerpo de Roane dentro del mío. Pero la ola de agua caliente del océano pasaba sobre nosotros. Mis ojos me decían que todavía estaba en la cama, con las manos apoyadas en el cabezal, pero podía sentir el cálido, muy cálido remolino de agua a nuestro alrededor. El océano invisible llenaba la luz brillante de nuestros dos cuerpos mezclados como agua en una pecera, el océano sustentado por nuestro poder como si fuera cristal metafísico. Nuestros cuerpos eran como la mecha de una vela flotante, atrapada en el agua y el cristaclass="underline" fuego, agua y carne. Luego empezaron a ser más reales, más sólidos. La sensación de océano invisible se desvaneció poco a poco. La luz de nuestras pieles empezó a ocultarse de nuevo en los escudos cutáneos. Entonces se apoderó de nosotros el placer, y el calor que había estado en el agua y en la luz cayó sobre nosotros. Gritamos. El calor se convirtió en sofoco, y me llenó, se derramó por mi piel, por mis manos. Salieron sonidos de mi boca, demasiado primitivos para ser gritos. El cuerpo de Roane se inclinó hacia el mío, y la magia nos sostuvo a los dos, prolongando el orgasmo hasta que sentí que el metal de la cama empezaba a derretirse entre mis manos. Roane chilló, y no se trataba de un grito de placer. Finalmente estábamos libres. Se apartó de mí, y le oí caer en el suelo. Me di la vuelta en la cama.
Roane estaba recostado de lado, con una mano levantada hacia mí. Tuve una vislumbre de su rostro, los ojos grandes y aterrados, antes de que empezara a crecer pelo en aquella cara, y Roane se ovillara bajo un montón de piel suave.
Me senté en la cama, a su lado, consciente de que no podía hacer nada. Entonces se vio una foca en el suelo. Una foca grande, de pelaje rojizo, que me miraba con los ojos castaños de Roane. Lo único que pude hacer fue mirar. No hubo palabras.
La foca se movió torpemente hacia la cama, y entonces una costura que no estaba allí antes se abrió en la parte delantera del animal y Roane salió arrastrándose. Se levantó, sujetando la nueva piel en sus brazos. Me miró, con una mirada de leve asombro. Estaba llorando, pero no creo que lo supiera.
Me acerqué él y toqué su piel, lo toqué a él, como si ninguno de los dos fuera real. Lo abracé, y mis manos sintieron que su espalda estaba completa, intacta, con una piel tan suave y perfecta como el resto de su ser. Las cicatrices habían desaparecido.
Se volvió a poner la piel antes de que yo fuera capaz de encontrar palabras. La foca me miraba, moviéndose por la habitación con movimientos torpes, casi reptando, y entonces Roane salió de nuevo de la piel. Se volvió hacia mí y estalló en una carcajada.
Cogiéndome por los muslos, me levantó por encima de su cabeza, y nos cubrió a los dos con la piel de foca. Danzamos por la habitación riendo, a pesar de que las lágrimas todavía no se le habían secado. Yo también reía y lloraba a la vez.
Roane se desplomó en la cama, arrastrándome a mí, ambos sobre la piel de foca. De golpe, me sentí muy cansada, terriblemente cansada. Necesitaba ducharme y salir. Ya no brillaba. Estaba prácticamente segura de que podría volver a producir encanto, pero era incapaz de mantener los ojos abiertos. Sólo me había emborrachado una vez en mi vida, y me había caído redonda. Eso era lo que me sucedía en ese momento. Estaba a punto de perder el conocimiento a causa de las Lágrimas de Branwyn, o quizá sólo por exceso de magia.
Nos dormimos abrazados con la piel enrollada alrededor de nosotros. Lo último que pensé antes de entrar en un sueño mucho más profundo de lo habitual no tenía nada que ver con mi seguridad. La piel estaba caliente, tan caliente como los brazos de Roane a mi alrededor, y sabía que la piel estaba muy viva, igual que cualquier parte de él. Me abandoné a la oscuridad sintiéndome abrazada entre partes de la calidez de Roane, de la magia de Roane, del amor de Roane.
8
Una voz decía con dulzura «Merry Merry». Una mano me acarició la mejilla y me arregló el pelo. Me volví y abrí los ojos. Pero la lámpara estaba encendida, y durante un instante quedé deslumbrada. Levanté la mano para taparme los ojos y me coloqué de lado, escondiendo la cara en la almohada.
– Apaga la luz -conseguí decir.
Sentí que la cama se movía, un segundo más tarde había desaparecido el halo de brillo de debajo de la almohada. Alcé la cabeza y sentí la habitación en una oscuridad casi perfecta. Era casi de madrugada cuando Roane y yo nos dormimos. Tendría que haber habido luz fuera. Me incorporé para inspeccionar la habitación oscura. De alguna manera, no me sorprendió que Jeremy estuviera cerca del interruptor. No me preocupé por Roane. Sabía que estaba en el océano, con su nueva piel. No me había dejado sin protección, pero me había dejado. Quizá este hecho debería haber herido mis sentimientos, pero no fue así. Le había devuelto a Roane su primer amor, el mar.
Hay un dicho antiguo: no te interpongas nunca entre un duende y su magia. Roane estaba en los brazos de su amada, y no era yo. Quizá no volveríamos a vernos nunca más, y él no me había dicho adiós. Pero sabía que si alguna vez necesitaba algo que pudiera darme, no tenía más que bajar al mar y llamarle. Pero no podía darme amor. Yo amaba a Roane, pero por fortuna no estaba enamorada de él.