Выбрать главу

Me arrodillé desnuda en las sábanas arrugadas, mirando por las ventanas negras.

– ¿Cuánto tiempo hemos estado durmiendo?

– Son las ocho del viernes por la noche.

Salté de la cama y me puse de pie.

– Oh, Dios mío.

– Supongo que eso significa que no es nada bueno que sigas en la ciudad ahora que ya ha oscurecido.

Le miré. Estaba de pie cerca de la puerta, con la luz encendida. Era difícil decirlo en la oscuridad, pero parecía vestido con uno de sus trajes habituales, con una hechura impecable, tan elegante como siempre. Pero había una tensión latente en él, porque quería decir otras cosas, cosas más directas, o quizá ya sabía algo. Algo malo.

– ¿Qué ha sucedido?

– Todavía nada -dijo.

Le miré.

– ¿Qué crees que pasará? -no podía contener la sospecha de mi voz.

Jeremy se echó a reír.

– No te preocupes, no he hecho ninguna llamada, pero estoy seguro de que en estos momentos la policía sí lo ha hecho. No sé por qué has estado escondida durante todo este tiempo, pero si te escondes del sluagh, el Huésped, tendrás muchos problemas.

Sluagh era una forma despreciativa de llamar a las hadas menores de la Oscuridad. El Huésped era el término delicado. Primero venía el término despreciativo, la delicadeza era un pensamiento secundario. Oh, bueno. Sólo otro miembro de la corte de la Oscuridad podía decir sluagh sin que fuera un insulto mortal.

– Soy una princesa de la Oscuridad. ¿Por qué debería esconderme de ellas?

Se apoyó en la pared.

– Ésta es la cuestión, ¿no?

Incluso a través de la oscuridad podía sentir el peso y la intensidad de su mirada. Era grosero que un duende interrogara a otro con preguntas directas, pero, vaya, él tenía ganas de preguntar. Las preguntas no formuladas se palpaban en el aire.

– Sé buena chica y métete en la ducha. -Alzó un bolso que tenía a sus pies-. Te he traído ropa. Ringo y Uther esperan aquí abajo, en la furgoneta. Te llevaremos al aeropuerto.

– Ayudarme a mí puede ser muy peligroso, Jeremy.

– Entonces, date prisa.

– No tengo aquí el pasaporte.

Tiró a la cama un paquetito de papel. Era el que estaba debajo del asiento de mi coche. Había traído mi nueva identidad.

– ¿Cómo lo supiste?

– Te has estado escondiendo de las autoridades humanas, de tu… familia y sus esbirros durante tres años. No eres tonta. Sabías que te encontrarían, y por eso tenías un plan para protegerte. La próxima vez que escondas papeles secretos elige otro lugar. Fue uno de los primeros sitios en donde miré.

Observé el paquete, y después a él.

– Esto no es lo único que había debajo del asiento.

Jeremy se abrió la chaqueta como un modelo en la pasarela, mostrando la delicada línea de su camisa y corbata, pero lo que en realidad exhibía era el arma escondida en la cinturilla del pantalón. Sólo era una sombra recortada sobre la palidez de su camisa, pero intuí que se trataba de una LadySmith de nueve milímetros, porque era mi arma. Sacó otro cargador de un bolsillo.

– Las caja de municiones está en la bolsa de la ropa.-Colocó el arma encima del paquete y retrocedió hasta los pies de la cama.

– Pareces nervioso, Jeremy.

– ¿No tendría que estarlo?

– Nervioso de mí. No pensé que te impresionara la realeza. -Le miré a la cara e intenté sin éxito descubrir que era lo que estaba ocultando.

Jeremy levantó la mano izquierda.

– Tan sólo te diré que las Lágrimas de Branwyn duran mucho. Dúchate.

– Ya no siento el poder del hechizo.

– Mejor para ti, pero hazme caso con lo de la ducha. Le miré.

– Te preocupa verme desnuda.

Asintió.

– Te pido disculpas, pero ésa es la razón por la que Ringo y Uther están abajo en la furgoneta. Sólo es por precaución.

Le sonreí, y me asaltó el deseo de acercarme a él, de reducir esa distancia de seguridad que él había establecido. No quería a Jeremy de ese modo, pero la urgencia de ver hasta qué punto podía atraerle era un oscuro pensamiento que me acechaba. ¿Se trataba de los restos de la necesidad de la noche pasada, o las Lágrimas todavía me afectaban más de lo que me daba cuenta? No volví a pensar en ello. Simplemente me di la vuelta y caminé hacia el cuarto de baño. Una ducha rápida y pronto estaríamos de camino al aeropuerto.

Veinte minutos más tarde ya estaba lista, aunque mi cabello todavía estaba húmedo. Iba vestida con pantalones y traje de chaqueta azul marino y una blusa de seda color verde esmeralda. Jeremy también había escogido un par de zapatos negros de tacón alto y había incluido unas medias altas. Dado que no tenía ningún otro tipo de medias, no importaba demasiado. Pero lo demás…

– La próxima vez elígeme ropa para salir corriendo, y no te olvides de las zapatillas de deporte. Los zapatos, aunque sean de tacón bajo, no están hechos para esto.

– Nunca he tenido problemas por llevar zapatos -dijo.

Se estaba reclinando en una de las sillas de la cocina de respaldo duro. Lograba que la silla pareciera cómoda, y tenía un aspecto gracioso cuando se echaba hacia atrás en ella. Jeremy controlaba demasiado la situación para que me recordara la postura de un gato. Pero fue ese animal lo que me pasó por la cabeza cuando le vi estirarse en la silla. Con la diferencia de que los gatos no posan. Jeremy estaba posando e intentaba mostrarse relajado.

– Siento haber olvidado tus lentes de contacto marrones, aunque no creo que esto suponga un problema. Me gustan los ojos de color verde jade. Van a juego con la blusa, pero son muy humanos. Aunque yo hubiera dejado el pelo más rojo y un poco menos caoba.

– El cabello rojo destaca enseguida incluso cuando estás en medio de una multitud. Se supone que el encanto es para ayudar a esconderte, no a destacarte.

– Conozco muchas duendes que usan el encanto sólo para llamar la atención, para ser más bonitas, más exóticas.

Me encogí de hombros.

– Ése es su problema. No necesito hacer propaganda. Se levantó.

– En todo este tiempo no había imaginado que fueras una sidhe. Pensé que eras una hada, una verdadera hada, y que lo escondías por algún motivo, pero nunca imaginé la verdad.

Se apartó de la mesa, con los brazos pegados al cuerpo. Percibía en él una tensión muy presente desde que me había despertado.

– Esto te molesta, ¿verdad? -dije.

Asintió.

– Soy un gran mago. Lo debería haber observado a través de la ilusión. ¿O acaso eres mejor maga que yo, Merry? ¿También has ocultado tú magia? -Por primera vez sentí que el poder crecía a su alrededor. Quizá no fuera más que un escudo, aunque también podía ser el inicio de otra cosa.

Me situé frente a él, con los pies separados y las manos en los costados, como imitando su imagen en un espejo. Convoqué mi propio poder, lentamente, con cuidado. De haber sido pistoleros, él ya habría desenfundado. Yo todavía trataba de mantener el arma en la cartuchera. Pensarás que después de todo este tiempo ya no confío en nadie, pero lo cierto es que no podía creer que Jeremy fuera mi enemigo.

– No tenemos tiempo para esto, Jeremy.

– Pensé que podría tratarte como si no hubiese cambiado nada, pero no puedo. Tengo que saberlo.

– ¿Saber qué, Jeremy?

– Quiero saber qué de los últimos tres años ha sido una mentira.

Sentí que el poder tomaba aliento en torno a él, que rellenaba su aura. Estaba convocando una gran cantidad de poder en sus escudos.

Mis escudos siempre permanecían en su sitio, cargados. Era un reflejo en mí, algo tan automático que la mayoría de la gente, incluso la más sensible, confundía mi escudo con mi nivel normal de poder. Yo me enfrentaba a Jeremy con los escudos a pleno poder. No tenía nada que añadir, era un hecho que mi escudo era mejor que el suyo. Mis hechizos ofensivos, en cambio…, bueno, había visto a Jeremy ejerciendo magia y sabía que aunque él nunca podría penetrar mis escudos, yo nunca podría herirle mágicamente. Esperaba no tener que comprobar nada de todo esto.